Cuando se hacía el recuento sobre los mejores receptores del país, Jorge “Conejo” Hernández y Julio “Canana” Sandoval, eran nombres obligados en cualquier discusión.
Sin embargo, la irrupción de Vicente López en los años setenta y el nivel que alcanzó su juego, obligó a reescribir la historia y se le ubicó en la cima entre los mejores.
Sabio en la conducción de los lanzadores, con autoridad para imponerse, brazo potente y certero, y un bate que mezcló tacto y poder, hicieron de López el mejor.
Y así continúa, pese a que luego vimos a Reynaldo Téllez, Tomás Guzmán, Julio Vallejos y Genaro Llanes entre otros, quienes a su manera, han dejado huella.
¿Y Marlon Abea? Para mí es el mejor después de López. Y tiene un aspecto en el que los supera a todos, hasta el propio Vicente: en durablidad. Jugó 27 años.
Pocos peloteros juegan tantos años, manteniendo un nivel estelar y en una posición tan dura como la receptoría. Su calidad jamás lo vimos decrecer.
Abea se va por problemas en una rodilla, pero su bate aún tenía pólvora, su brazo aún imponía respeto y sus ha bilidades con la mascota estaban ahí. Fue de hierro.
Abea se va de 44 años, con un físico bien administrado y un promedio de por vida de .314, con 1569 hits, de los que 309 fueron dobles y 133 jonrones, más 964 empujadas.
Pero reducir el trabajo de Abea solo al hecho de durar tantos años (1,510 juegos), sería una forma injusta de evaluarlo. Jugó tanto porque mostró calidad para hacerlo.
Así que vamos a extrañar el vigor, el entusiasmo y la picardía de Abea, quien le dio un sabor especial al juego.
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