CARTAS DE AMOR A NICARAGUA
Fabio Gadea Mantilla
El autor es gerente de Radio Corporación.
Excandidato a la Presidencia de la República en 2011.
Querida Nicaragua: Nadie dijo que la vida era algo fácil, así como nadie dijo que no habría problemas. Desde el momento en que nacemos comienzan las preocupaciones no de los que abren sus ojos a la luz, sino de su padre y su madre que han estado rogándole al cielo que el niño o la niña vengan completos. Llega uno a pensar, no importa que sean feítos pero que nazcan sanos, normales, sin ningún problema especial.
Para ponerle la picardía del nica a estos momentos, la filosofía popular ha inventado una linda expresión usual en estos casos: “Déjelo que nazca ñato, que en respirando aunque chifle”. Qué bellísima manera de recibir al tierno niño o niña que nace.
Y bueno. Ahí desde el momento en que Dios nos lanza al mundo con un propósito continúan los problemas. La vida es un continuado peregrinar compuesto por problemas que hay que resolver, alegrías que hay que disfrutar, amores que hay que cultivar, tragedias que hay que soportar, dolores que hay que sufrir, aspiraciones que hay que alcanzar, metas a las que hay que llegar y uno no siempre llega, pero se tiene la satisfacción de haber participado, de haber invertido sus mejores esfuerzos, de haberse roto alma y corazón en la lucha por alcanzar la meta deseada.
Y en esta vida todos somos diferentes y pensamos diferentes y tenemos metas diferentes.
Unos prefieren ser obreros y que les paguen por tarea o por día, otros ser oficinistas y quedar libres a las 5:00 de la tarde, otros quieren ser dueños de negocios pequeños, medianos, grandes o enormes. Otros quieren entregarse a Dios para conquistar almas, otros dedicarse a la política para hacer grande a su patria y a su pueblo. Y ahí, en la política, la más importante tarea de la nación, es donde hay mayores problemas y muy pocas satisfacciones, hay zancadillas, envidias, calumnias, engaños, mentiras, traiciones.
Entre toda la fauna política latinoamericana difícilmente encontramos un pequeño porcentaje de patriotas que luchan por ideales. La inmensa mayoría son avorazados en busca de figuración, y casi siempre ávidos por las riquezas que pueden conseguirse desde las cúpulas presidenciales. Y aquí tenemos el principal problema: el político que se deja cautivar por el halago y la riqueza, el que cae en el círculo vicioso de que la riqueza produce poder y que el poder protege a la riqueza, que ambos se complementan y por lo tanto hay que estar en el poder para conservar los millones y tener los millones para conservar el poder.
Ese es el más grave de nuestros problemas a través de la historia. Por ese problema hemos perdido centenares de vidas, hemos detenido el progreso, hemos hipotecado nuestras riquezas naturales, estamos acabando con la flora y la fauna, estamos entregando nuestra soberanía comprometiendo irresponsablemente, la vida, el bienestar y el progreso de nuestros nietos, bisnietos, tataranietos y las futuras generaciones.
Los problemas que tenemos hoy son enormes. Y son de todos nosotros. No de los políticos ni de los empresarios, ni de la Conferencia Episcopal. Son problemas de todos y estamos obligados a tratar de resolverlos, pues nosotros mismos los prohijamos.
Nuestra patria es una República no una monarquía. Una república tiene sus reglas del juego que nadie puede cambiar sin sufrir las consecuencias. Está muy bien que con enorme valentía y autoridad moral la Conferencia Episcopal se exprese. Y está bien que el Centro Carter, al fin, haya decidido emitir un pronunciamiento de tanta trascendencia, pero hace falta que nosotros no nos quedemos como observadores. Tenemos problemas que resolver. Somos el pueblo y es el pueblo finalmente quien debe actuar y resolver sus problemas. Son los mismos izquierdosos los que hicieron esta consigna: “Solo el pueblo salva al pueblo”.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A