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Además de sobar, Domingo López se dedicó mucho tiempo de su vida a bailar en los salones del antiguo Malecón de Managua.

Tin Tan, el sobador profesional

Ordena el cuerpo. Una rótula, clavícula, hombro, disco de la columna, pelvis, nudillo. Cualquier hueso que se desencaje de su engranaje natural por culpa de un golpe, un mal movimiento o una posición inadecuada, “Tin Tan” la vuelve a poner en su lugar. Con paciencia, ausculta con las yemas de sus dedos esa parte del cuerpo que no anda bien y que se cuaja de dolor.

Amalia Morales


 

Ordena el cuerpo. Una rótula, clavícula, hombro, disco de la columna, pelvis, nudillo. Cualquier hueso que se desencaje de su engranaje natural por culpa de un golpe, un mal movimiento o una posición inadecuada, “Tin Tan” la vuelve a poner en su lugar. Con paciencia, ausculta con las yemas de sus dedos esa parte del cuerpo que no anda bien y que se cuaja de dolor. Tantea, toca, vuelve a pasar los dedos, presiona, jala, sobre todo jala. Le ha pasado que viene uno con dolor en la parte superior del brazo, y la raíz del problema está al otro lado: en el omoplato. Llegó  uno que traía un ardor insoportable en las canillas y el origen del dolor eran las rótulas. “Es juez de beisbol y pasa agachado”, explica Don Tin Tan, sobador profesional, como se promociona en un letrero que está en la entrada de su casa en el barrio Isaías Gómez, de Managua. Don Tin Tan nada tiene que ver con el famoso rey del pachuco mexicano. No usa pantalones bombachos, ni sombrero, ni bigote. Ni siquiera el pelo crespo estirado hacia atrás con vaselina.

“Mi nombre completo es Domingo Antonio López Morales, conocido aquí en Managua como el pachuco ‘Tin Tan’ porque bailaba en radio Panamericana, en la vieja Managua”.

BAILADOR MARATÓNICO

Era un bailador maratónico que ganaba concursos en el bar de “Moncho Bonilla”; en el viejo Malecón de Managua, después de 78 horas continuas de sacudir el cuerpo a ritmos de swing y boleros. Aclara que los boleros solo los sonaban para darle un poco de respiro a los bailantes. También iba a bailar al antiguo Malecón. “Era un baile de resistencia”, recuerda Domingo López y agregaba que en esa época se bailaba con guayabera.

Paralelo al baile aprendió a sobar los cuerpos con fines curativos. Dice que fue su papá, don Paulo López, quien le enseñó. “Mi papá vivía allí por el Salinas, donde está la leche agria”, dice. A su papá lo buscaba gente de todas partes del país, no solo de la capital.

[doap_box title=”Salvó de una amputación” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Una vez llegó a la casa de Don Tin Tan un paciente al que le había caído la moto encima y en el hospital le dijeron “aquí no hay de otra que amputarlo”. “Traía los huesos astillados”, recuerda el sobador, quien dedicó varias sesiones a la pierna del muchacho hasta “que los huesos fueron pegando”.

El sobador es consciente que muchos médicos hablan mal de los sabadores. “Dicen que uno no sabe nada. Ellos son médicos en el escritorio, pero nosotros que vivimos de esto, tocamos a las personas y nos damos cuenta dónde tienen el problema”, dice.

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“Con él aprendí”, dice y aclara que no es cualquiera que puede ser sobador, hay que tener fuerza en las manos, pero sobre todo ojo, porque según él, un buen sobador es el que identifica la raíz del dolor, es decir, el que ubica cuál es el hueso desencajado.

“Por ejemplo, cuando el ojo del pie se resbala, se le pone aquí (muestra la zona del tobillo) hay que ponerlo en su lugar. Lo más delicado de sobar son las rótulas, a veces se cruzan para acá”, explica mientras ilustra el caso enseñando sus rodillas que se han desgastado en los últimos años por osteoporosis. 

Y aclara que cuando se trata de una quebradura no hay nada que hacer. “Es que cuesta mucho y hay que estar acomodando los huesos”.

“Yo no he fallado”, dice y explica que “no es por exhibicionismo pero del Manolo (hospital que está a pocas cuadras de su casa) me mandan pacientes”, dice.

Aunque las primeras clases en técnicas de sobar las recibió en su casa, fue en un equipo de beisbol al que asistió en los años sesenta cuando aplicó los consejos de su papá. Allí se curtió sobando los huesos de los peloteros que quedaban entumidos y retorcidos después del juego. 

RODILLAS DESGASTADAS

Domingo López casi siempre ha ejercido como sobador en su casa. Hasta allí le llega gente de la capital y de otras zonas. Hace poco tuvo un paciente de San Francisco Libre, al que le “arregló” los huesos después de tres sesiones. Por lo general es así, se requieren varias sesiones para reubicar los huesos, dice este hombre de brazos fibrosos que recién cumplió los 79 años.

Hace ocho años Don Tin Tan” tuvo que dejar una de sus grandes pasiones: bailar. Le detectaron un desgaste progresivo en los huesos de sus rodillas por culpa de la osteoporosis. Dice que necesita unos bastones especiales de amarre, pero con sus ingresos no ha podido costearlos.

Camina con dificultad. Se apoya en un bastón, pero no se anima a salir afuera a atender pacientes.

La única manera de prestar servicio a domicilio es que lo lleven y lo traigan. De lo contrario no acepta pacientes afuera. Hace poco rechazó a uno que lo mandó a buscar de madrugada para ir al Jorge Dimitrov. “No fui”, dice tajante. A pesar de la osteoporosis no ha perdido fuerza en los dedos de sus manos que se adhieren como garfios a los tendones y a las rótulas movidas.

Uno de sus pacientes frecuentes es un nieto que juega futbol en el centro juvenil Don Bosco y a él le toca “repararle” las canillas a cada rato. Don Tin Tan tiene un pequeño equipo para sobar, un aparato que vibra y calienta a la vez, que le mandó una pariente del extranjero. “Esta es mi herramienta”, dice mientras lo guarda en una mochila.

Domingo López vive con dos de sus 14 hijos, y algunos nietos. A veces, por la mañana saca una silla y se sienta en el andén solitario de su casa esquinera. Las personas mayores que pasan por ahí lo reconocen y lo saludan. Los estudiantes que salen del colegio Latinoamericano, apenas reparan en el anciano que está en la puerta al pie de un letrero que dice: “Se soba”. A la orilla de “Tin Tan” revolotea Linda, su bisnieta de año y medio, quien cuando oye la plática del abuelo, comienza a apretarle el codo con los deditos como si lo estuviera sobando. “Es que ella me mira cuando estoy trabajando”, dice el bisabuelo y sonríe.

100 córdobas cobra por cada sesión de “sobado” Domingo López, mejor conocido como “Don Tin Tan”,  quien atiende en el barrio Isaías Gómez. López dice que llega mucha gente con problemas en rótulas, clavículas, nudillos movidos, entre otros.

Reportajes pacientes profesional sobador archivo

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COMENTARIOS

  1. Manos prodigiosas.-
    Hace 10 años

    deben dar la dirección donde vive Tintan para llevarle los pacientes a este señor de manos prodigiosas.

  2. Fabricio Sandoval
    Hace 10 años

    Hola, quisiera saber la dirección exacta de donde puedo encontrar al señor Domingo López para una consulta.

    Muchas gracias

  3. Mercedes Cortes
    Hace 10 años

    Que quiropractico ni que nada, no le llegan ni al tobillo. Y cuando agarra no suelta gritemos, nos desmayemos, etc.

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