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Felipe VI hereda corona y mesura

Para quienes hagan un análisis del reinado de Juan Carlos I de Borbón limitado a estos últimos años la palabra “mesura” puede no calzar con los hechos.

Por ejemplo, el tema que más se ha comentado sobre el hasta ayer rey de España últimamente es su falta de tino al ir a cazar, nada menos que elefantes en los momentos más duros de la crisis económica de España. O peor aún, algunos podrán recordar a don Juan Carlos no por desatinos propios, sino ajenos, como el escándalo financiero en que se ha visto envuelto su yerno, Iñaki Undangarin, y que ha salpicado a la princesa Cristina.

Pero para evaluar el legado de don Juan Carlos hay que tomar sus 39 años de reinado, donde sin duda los primeros fueron determinantes para la democracia española, y su actitud en aquellos años es la que más debe pesar.

Cuando el dictador Francisco Franco decidió en 1969 nombrar sucesor suyo a Juan Carlos “a título de rey”, sin duda veía en esta sucesión una continuación de su férreo centralismo, pero cuando el joven Juan Carlos en 1975 fue finalmente proclamado monarca sabía que la dictadura no garantizaba la viabilidad de España y a pesar de tener el mando total del ejército tuvo la suficiente mesura para impulsar el pacto de La Moncloa, un acuerdo de todas las fuerzas políticas en el que, para hablar de extremos, el rey legitima al partido comunista y el partido comunista reconoce a la Corona.

Pero las duras pruebas para el rey no pararían allí. El 23 de febrero de 1981 el teniente coronel Antonio Tejero asalta el Congreso de los Diputados para destruir la joven democracia parlamentaria, y solo la decidida actitud de Juan Carlos al lado de la Constitución española desbarata la intentona golpista. Una vez más el rey rechazaba el poder absoluto en favor de una España viable que a partir de entonces vio muchos años de progreso económico y social.

Hoy los retos de Felipe VI son distintos pero también potencialmente desestabilizadores. No solo tiene que enfrentar un país con un desempleo de más del 25 por ciento sino las ansias independentistas, hoy más fuertes que nunca, de Cataluña y el País Vasco.

Pero a juzgar por su discurso ante Las Cortes Generales, Felipe VI no solo hereda la corona sino la mesura que su padre exhibió en sus primeros años de reinado y rápidamente se ha movido a delinear “una muy prudente hoja de ruta que, sin embargo, incluía llamamientos claros a ocuparse de grandes problemas, desde el empleo como ‘prioridad para la sociedad y para el Estado’ hasta el mantenimiento de los puentes abiertos para el entendimiento”, como lo describe el editorial del diario El País, titulado Cabemos todos .

Felipe VI en 2014, sabe, como lo supo su padre en 1975 y 1981, que la autoridad que representa es moral, pero que es también clave no solo en un país complejo sino en tiempos complejos, y por eso debe ejercerla con mesura.

Mesura, prudencia, moderación, son características de un sabio liderazgo para conducir a una nación hacia el progreso, aún en tiempos difíciles.

Por el contrario, la soberbia, altanería y arrogancia caracterizan un liderazgo mediocre que conducen a una nación al abismo, aún en tiempos de “bonanza”.

Editorial Opinión
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