El primer contacto que tuvo con Nicaragua fue cuando se enfrentaron ante Antillas Holandesas en el 2008, cuando colaboraba con el equipo nacional.
En el Torneo Clausura pasado fue subcampeón el Diriangén.
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Iluminado por Dios y guiado por el espíritu, Flavio Da Silva llegó al país como un fantasma a merced del Diriangén. El que fue integrante del Botafogo de Brasil, participando en una temporada en Primera División de ese país, ha tomado ahora el mando de un proyecto ambicioso, como lo es el Walter Ferreti. El hombre impulsivo cuando joven en la cancha es lo contrario como entrenador: reflexivo, preciso e incidente, un hacedor de milagros.
“Yo fui un jugador muy problemático y por eso sé lo que es malo y bueno para los muchachos, trato de ser su amigo”, aseguró el brasileño.
A Da Silva no le gustan los trabajos de oficina. Cuando era gerente de la Academia Los Tigres en Brasil decidió tomar una oferta desfavorable, donde lo único seguro era la inseguridad, con menos paga y en un equipo sin muchos recursos, el destino era Nicaragua y su sede el histórico club diriambino.
“Mi familia me dijo lo mismo, que soy un loco por venirme, pero yo me muero en una oficina”, indicó el nuevo director técnico del equipo capitalino.
Su carrera futbolística estuvo rodeada de indisciplina y lesiones que le hicieron retirarse a los 25 años, luego de estar en Venezuela y Bolivia como jugador.
Ahora como director técnico su destino trágico de la juventud tuvo la piedad de absorber conocimientos y con un zumbido de tempestad y clamor tras pasar por los Caciques disfruta su éxito y se enfoca en seguir con firmeza. “La verdad es que yo no dirijo, lo hace Dios, yo soy su asistente”.
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