Querida Nicaragua: Sobre el último y trágico suceso, los asesinatos del 19 de julio, todo ha sido aclarado, según dice la primera comisionada Aminta Granera. El caso ha sido concluido, es decir, la Policía saca sus manos y será el poder judicial quien se encargue de juzgar a los responsables. Y ahora, ya con todo aclarado habremos de seguir en este reino “cristiano, socialista y solidario”, contentos y felices de tener una Policía tan eficiente.
No importa que los detenidos que van a juicio no puedan explicar cuál fue el móvil del acto terrorista. Tampoco importa que hayan allanado hogares a medianoche en busca de sospechosos alarmando a toda la familia, hayan retenido a los supuestos culpables por más de las 48 horas, como la ley señala y que hayan angustiado a sus familias sin darles información y mucho menos dejarlos visitar a sus parientes presos. La angustia y el temor de muchas familias de humildes comunidades no cuentan para nada, pues se ha pasado por encima de las leyes y de los más elementales derechos humanos en una cacería de brujas solo concebible en regímenes tiránicos y en dictaduras férreas.
El asunto es que nuestra lamentable Policía resuelve los casos a troche y moche cuando así se lo ordenan, pase lo que pase y hagan lo que tengan que hacer. En las últimas elecciones municipales en Nueva Guinea partidarios liberales fueron atacados y golpeados por grupos de antimotines y de policías, las mujeres fueron apaleadas y una de ellas manoseada por un policía, y la institución castrense no se dio por aludida ni castigó a ninguno de los participantes en este acto violatorio de la Constitución y de los derechos humanos.
Tenemos pues una Policía muy celosa, extremadamente celosa cuando se trata de defender al oficialismo y completamente aletargada, ciega, sorda y muda cuando se trata de defender los derechos legítimos de nuestros ciudadanos.
Dos casos típicos y dignos de figurar en una antología de contrastes. El increíble caso del joven motociclista detenido al portar algunos kilos de cocaína y los instrumentos del caso para su comercialización. Estuvo preso unas cuantas horas, el tiempo en que tardó en llegar la noticia de que el detenido era hermano del boxeador simpatizante del Gobierno, “Chocolatito” González. Entonces ocurrió el milagro. La coca no era coca. Era talco, y el individuo fue puesto en libertad. Esto no requiere más comentarios.
El otro caso es el de #OcupaINSS. Es tan conocido y se ha publicado tanto sobre él que resulta redundante seguir hablando. Asalto, agresiones, robos, todo delante de la Policía, siete vehículos que desaparecieron, etc.
Lamentablemente la Policía o sus autoridades pueden declarar cualquier cosa, que son los mejores de la América Latina, que somos el país más seguro, (o el menos inseguro) de Centroamérica, todo pueden declarar menos que cumplen con las leyes y que respetan la Constitución nacional.
Yo quisiera para mi país una Policía ejemplar, apartidista, altamente profesional. Así no tomaría partido por ninguna organización política y sería una institución altamente respetable y querida por todo su pueblo. Quisiera una Policía que fuera amiga del ciudadano, vigilante de los derechos y deberes de cada persona civil.
El Ejército y la Policía son instituciones respetables en los países democráticos. Yo quisiera para Nicaragua un Ejército donde cada soldado sea un profesional o un técnico. Así, en tiempos de paz tendríamos brigadas de médicos, ingenieros, arquitectos, técnicos agrícolas, que sin descuidar el entrenamiento en las armas modernas, se dedicaran más que todo a construir una patria nueva.
Tan solo imaginemos el talento y la preparación que actualmente tenemos en muchos miembros del Ejército nacional. Todos esos oficiales que se movilizan a la hora de una emergencia por fenómenos naturales son profesionales aptos para servirle a la patria todo el tiempo.
Una flor en el ojal se pondría el señor don Daniel si lograra formar una Policía verdaderamente profesional. El autor es gerente de Radio Corporación. Excandidato a la Presidencia de la República en 2011.
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