Para comprender los riesgos en las decisiones que los Ortega-Murillo imponen, se debe también medir cómo las presentan y con quiénes se asocian. Esto puede indicar posibilidades de éxito o fracaso. Visto de esa manera, con el proyecto del Canal Interoceánico cometen errores que tienen el potencial de lanzarlos al vacío desde un acantilado más alto que el Thumbnail. El problema es que llevarían consigo, atados y hasta abajo, a los nicaragüenses.
La pareja presidencial aumentó las apuestas al máximo y colocó su capital político y económico sobre la mesa, arrastrando a Nicaragua a su juego preferido: los peligros de la geopolítica mundial, en calidad de peón sacrificable, en un contexto desfavorable.
Como añadidura al personaje Wang Jing, ha aparecido en escena Vladimir Putin, quien por sus ansias expansionistas ha colocado a Rusia bajo fuertes sanciones financieras y comerciales de la Unión Europea y Estados Unidos, abriendo conflictos donde puede para utilizarlos en eventuales negociaciones. Por eso debe preocupar que en Nicaragua se anuncie que los rusos brindarán protección al Canal en lo que se calculan 278 kilómetros de longitud.
Se informó que el acuerdo entre Putin y Daniel Ortega tuvo lugar cuando el primero hizo escala de dos horas en estas tierras. Difícil creer que en pocos minutos se decidan asuntos complejos. La impresión es que comunicó al subalterno que oficialmente pasamos a ser ficha en su tablero.
Para un Canal con fines de comercio mundial y desarrollo local, resultaría mejor solicitar a Naciones Unidas una fuerza multinacional para su protección, a la vez que firmar tratados de neutralidad, tras consultas con los nicaragüenses por votación directa. Esto ocurriría en una nación democrática, bajo un gobierno respetuoso de la ciudadanía e interesado en crear consensos y legitimidad.
Sin embargo, el absolutismo prefiere actuar con soberbia confundiendo fantasías con realidad, aliándose con gobiernos totalitarios para continuar su obsesión contra Estados Unidos.
Hay quienes piensan que esto no son más que brincos en una rayuela narcisista, o diseño del terreno para justificar fracasos. Lo cierto es que, en cuanto a vaivenes internacionales, el partido gobernante nada aprendió del final de los ochenta, cuando la Unión Soviética los abandonó tras sus arreglos con Washington.
En aquel entonces el flujo soviético en recursos y armamentos se cerró tan rápido como el grifo de agua después de lavarse las manos. ¿El motivo? El imperio moscovita se derrumbaba sin protocolos y ¡sorpresa! los tontos útiles siempre son descartables.
Por lo conocido, todo indica que Rusia y China nos usarán como títeres en una tercia continental de alto calibre, que se facilita por el entreguismo oficial que se allana complaciente con quienes comparten su animadversión a la nación estadounidense, bajo la falsa hipótesis de que esta padece una mortal debilidad política, económica y militar.
Este error puede tener dramáticas consecuencias, y demuestra que el dúo presidencial no protege a Nicaragua, sino que nos expone irresponsablemente a confrontaciones que podrían dejar al país cortado por una zanja enorme, el lago Cocibolca echado a perder, caos económico y miles de expropiaciones.
Unos por ignorancia y otros que se lucran con el poder, dicen que los Ortega-Murillo son hábiles, pues logran beneficios de las potencias, lo que no es cierto, pues han ahuyentado a los cooperantes democráticos. A quien atraen es al capital que babea por ganancias rápidas, sin importarles nuestro país.
Esto se asemeja al chavalo fachento que enamora a todas en el barrio, creyendo ser el último vaso de chicha helada en el desierto. Como sabemos, estos juegos parecen que van bien, hasta que van mal. El autor es periodista