Ayer se realizó la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático global, previa a la inauguración del 69 período de sesiones de la Asamblea General de dicho organismo mundial que comienza el día de hoy.
Cumbres, como se sabe, se les llama a las reuniones que realizan a menudo y por los más diversos motivos los jefes de Estado y de Gobierno, ya sea en el marco global de la ONU o en los ámbitos regionales, como por ejemplo la Cumbre Iberoamericana, la de las Américas o la del Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
El objetivo de la Cumbre Mundial que se realizó ayer en Nueva York, Estados Unidos, donde está la sede de la Organización de las Naciones Unidas, era darle un impulso a las negociaciones internacionales para alcanzar acuerdos que permitan combatir efectivamente el cambio climático y revertir sus graves efectos negativos. Este tema es del mayor interés global y particular de cada país, acerca del cual el Gobierno de Nicaragua tiene mucho que decir y sobre todo tiene que responder. Nicaragua está clasificado internacionalmente como el país más atractivo en América Central y el tercero en América Latina, solo detrás de Brasil y Chile, para invertir en la generación de energías renovables. Según proyecciones del Ministerio de Energía y Minas, en el año 2018 el país producirá energía renovable hasta en un 80 por ciento de su generación total y en el 2020 el porcentaje subirá hasta el 90 por ciento. Esto es una magnífica contribución a la preservación del medioambiente, no obstante que la mayor generación de energía limpia y barata no reduzca las tarifas que pagan los consumidores nicaragüenses.
Sin embargo, resulta una paradoja que las reservas naturales del país y sobre todo la más importante de ellas, como es la de Bosawas (que las mismas Naciones Unidas declararon en 1997 por medio de la Unesco, Reserva de Biosfera del mundo), están siendo depredadas sin misericordia ante la indiferencia cómplice del Gobierno, cuyos funcionarios correspondientes hablan mucho de su preocupación por protegerlas pero hacen muy poco por convertir sus palabras en realidad.
Y no solo es el caso de Bosawas y las otras reservas naturales del país. Es también el de la proyectada construcción de un canal interoceánico en Nicaragua, el cual, independientemente de los beneficios económicos y geopolíticos que podría generar a sus concesionarios y concesionistas, muy probablemente tendría un poderoso impacto ecológico negativo, de proyecciones y consecuencias impredecibles, según advierten los científicos ambientalistas independientes, honorables y confiables.
Como sabemos, Daniel Ortega no fue a la Cumbre de Nueva York sobre el cambio climático a pesar de que el mismo secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, vino al país para invitarlo personalmente. Pero está bien que Ortega no haya ido, pues no hubiera dado allí ninguna cuenta por la degradación de Bosawas y la grave amenaza ambiental del plan canalero chino. Ortega se habría limitado a despotricar en la Cumbre contra Estados Unidos y demás países democráticos desarrollados. Además, Ortega es un presidente inconstitucional y por lo tanto no puede representar legítimamente a Nicaragua.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A