El gobierno costarricense ve la inmigración nicaragüense como una fuente de desarrollo, pero también desde la seguridad nacional. La migración “tiene un componente de seguridad cuando este tema (migratorio) no ordenado ni regulado se convierte en un germen, un espacio para que actúe la criminalidad trasladando al país a personas en condiciones irregulares cuyos derechos no pueden ser observados”, declaró la viceministra de Gobernación, Carmen Muñoz.
Por años los costarricenses han responsabilizado de la criminalidad a los extranjeros, sobre todo a los nicaragüenses; pero el mito se ha ido desvaneciendo y la “escalada de violencia (que vive el país) ya no está asociada con nicaragüenses como justificaba la sociedad costarricense”, asegura el sociólogo costarricense Carlos Sandoval.
Narcotráfico
El vecino del sur vive una ola de crímenes como resultado de la lucha de territorios entre bandas locales de narcotraficantes que pelean espacios para vender droga al menudeo, según el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).
Esas luchas, más disputas internas entre las mismas bandas por cuentas pendientes, tumbonazos (robo de cargamento) y cobros de dinero, sobre todo en el Caribe, el Centro y Sur de San José, tienen en vilo al país. En los crímenes y capturas, el OIJ ha detectado a extranjeros, sobre todo colombianos, dominicanos e incluso nicaragüenses.
“Son bandas de ticos. La sociedad costarricense tiene el enredo ahora de no tener a quién echarle la culpa”, asegura Sandoval. Para él, “la pobreza es un caldo de cultivo donde el líder de una banda puede ser cualquier persona”.
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