Por su aspecto frágil, Pedro Martínez se encontró con muchas dudas de que algún día brillaría en las Grandes Ligas.
Esa desconfianza sobre su habilidad acabó convirtiéndose en la llama que motivó su ferocidad en el montículo, llevándole a convertirse el martes en el segundo pelotero dominicano que es elegido para el Salón de la Fama.
Me transformaba una media hora antes del juego, indicó Martínez en una teleconferencia tras recibir un 91.1 por ciento de apoyo en su primer año elegible en la votación de la Asociación de Cronistas de Beisbol de Norteamérica. Me ponía bien serio, concentrado, ya mi papá me decía que me tenía que tomar con seriedad mi trabajo.
Veía a todos como un enemigo, como estar en la selva: hay que matar para sobrevivir, añadió Martínez. Y esa era la intensidad y enfoque que tuve que mantener día a día.
Como prospecto de los Dodgers de Los Ángeles, su primer club, Martínez debió ser operado en 1992 tras dislocarse el hombro izquierdo (el brazo con el que no lanzaba) durante un turno al bate.
Martínez fue canjeado a Montreal en noviembre por Delino DeShields y el resto es historia: foja de 219-100 y efectividad de 2.93. Es el tercero de todos los tiempos con un promedio de 10.04 ponches cada nueve innings. Sus tres premios Cy Young, uno en la Liga Nacional con los Expos en 1997 y los otros dos de manera consecutiva en la Americana en 1999-2000 con los Medias Rojas de Boston.
La negatividad encendió la llama, afirmó Martínez, quien abrumaba a los rivales con su repertorio de picheos, incluyendo un alucinante cambio de velocidad. También le doy las gracias a los que dijeron que no, ya que ellos me motivaron a decirles que sí.
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