Durante la conmemoración del 25 aniversario del triunfo electoral de la señora Violeta Barrios de Chamorro al frente de la coalición de la Unión Nacional Opositora (UNO), Luis Sánchez Sancho, editor de la página editorial de LA PRENSA, definió tres tipos de políticos en Nicaragua. El primero —según Sánchez Sancho— son los principistas o puros quienes sobreponen los principios y los valores éticos hasta la intransigencia. Son lo que opinan no participar en las elecciones en tanto no existan las mínimas condiciones.
El segundo grupo serían los sinvergüenzas, que esperan la oportunidad de “enchufarse” con los pocos espacios que le otorgue el gobierno de Ortega para aparentar un equilibrio.
Finalmente estarían los pragmáticos, que de acuerdo con Sánchez Sancho, son los que tienen conciencia de la realidad, que ven la ignominia institucional sabiendo que participando en las elecciones llevan las de perder. No obstante, se preguntan si es conveniente dejarle el espacio libre al orteguismo y a la canalla política.
Estoy de acuerdo en estas definiciones, pero según la conducta política de los denominados “opositores” creo que existe una cuarta definición de la desprestigiada clase política criolla: los sinvergüenzas disfrazados de pragmáticos. Estos son aquellos que aparentan estar preocupados por el fortalecimiento institucional para enfrentar al orteguismo argumentando que se deben de ocupar todos los espacios, porque de lo contrario el gobierno u otra agrupación política los llenaría. Pero en el fondo su juego es igual que los “sinvergüenzas”: mantener una pequeña cuota de poder para colocar a familiares o sus allegados para mantener “lealtades”. Y por supuesto para poder “negociar” con el poder sus problemas personales con la justicia. El objetivo es serle útil al gobierno orteguista para seguir atomizando a lo poco que queda de “oposición”.
En los medios de comunicación proclaman que aquí existe una dictadura y que se debe hacer una “oposición inteligente” desde la Asamblea Nacional, pero ya están desnudos ante la ciudadanía que los aplaza en todas las encuestas porque están desacreditados porque son los “sinvergüenzas disfrazados de pragmáticos”. El colmo es que un dirigente político convocó a una conferencia de prensa para tratar de desmentir los resultados de una firma encuestadora que refleja —otra vez— la pobre simpatía que tienen los denominados opositores. Tal vez este político amateur tiene razón en desconfiar, porque en verdad deben tener cero, porque la gente ya ni siquiera despotrica contra ellos en las paradas de buses, taxis, supermercados, en los barrios o en los mercados. Ya no vale la pena ni mencionarlos porque están vendidos haciendo “oposición” a la medida de Ortega.
Como dice el escritor León Núñez, autor de El síndrome del figureo , existen los opositores vacunados contra la rabia de parte de Ortega. Y también existen lo opositores ansiosos que los vacune Daniel Ortega contra la rabia; es decir que les dé una inyección con dinero en efectivo con fondos venezolanos.
Son incapaces de capitalizar el gran descontento social que existe e ir a las calles. No se atreven a encabezar las espontáneas y legítimas marchas contra el Canal porque el pueblo los rechaza, tal como les sucedió a unos “opositores” que quisieron ir a robar cámara con las protestas de los viejitos por una justa pensión, donde fueron literalmente expulsados.
La población, los pocos medios de comunicación independientes, organismos de la sociedad civil y Conferencia Episcopal de Nicaragua han ocupado el espacio abandonado por las clases políticas y saben perfectamente quiénes son los “sinvergüenzas disfrazados de pragmáticos”, los que ya deberían estar jubilados por el daño que le hacen al país y permitir de verdad nuevas caras que presenten alternativas en las distintas áreas que afectan al pueblo nicaragüense.
El autor es periodista
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