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Mauricio Peralta Mayorga

La Europa tecnológica

La existencia del Silicon Valley en los Estados Unidos (EE.UU.) nos ha distraído del desarrollo tecnológico de la Unión Europea (UE). En ocasiones, se pasa por alto que Europa es líder en sectores altamente innovadores como la industria farmacéutica, robótica y sector automotriz. Se olvida con frecuencia que la UE posee más empresas que EE. UU., entre las cincuenta más grandes del mundo, en la industria de medicamentos, que dispone de cuatro consorcios connotados que producen robots mundialmente y que posee diez gigantes industrias automotrices del mundo.

En los últimos catorce años, el número de empresas europeas incluidas en la lista de las cien más grandes en facturación mundial han aumentado en número y algunas provenientes de países emergentes, han desplazado a empresas japonesas y estadounidenses.

No es apropiado afirmar que la UE no se está innovando porque carece de sus propios Google, Facebook o Apple. Lo más acertado es señalar que se ha concentrado en lo que mejor hace. Imposible es dilucidar si Google, Apple, Facebook y Uber son más innovadores que Siemens, Sanofi, Telefónica o BMW, porque no son empresas comparables entre sí.

La UE, sumida en su más profunda crisis desde 1945 ha acortado en un cincuenta por ciento su distancia tecnológica con los EE. UU., entre 2006 y 2013. Esto no ha pasado desapercibido por los inversionistas de Wall Street, pero sí por la mayoría de nosotros. En 2014, trescientas compañías tecnológicas europeas fueron adquiridas por inversionistas estadounidenses y el 66 por ciento de las empresas de la UE especializadas en software y hardware fueron adquiridas por compradores extranjeros, en general. En dos, de las diez más grandes adquisiciones tecnológicas del 2014, intervinieron corporaciones europeas: Google compró a la británica Deepmind (inteligencia artificial), en quinientos millones de dólares y Microsoft absorbió a la sueca Mojang (videojuegos), pagando US$ 2,500 millones. El año pasado, ciento cincuenta firmas tecnológicas estadounidenses, fueron adquiridas a su vez, por empresas de la UE.

Actualmente, entre las 2,500 Pymes más innovadoras del mundo, ochocientas americanas, seiscientas europeas y trescientas japonesas. Cuando se habla de la amenaza de China —con su buscador Baidu, su espectacular plataforma de venta Alibaba o su gigante de contenidos digitales, Tencent— no debemos de olvidarnos de los datos sobre estas Pymes, ni de los principales productores y diseñadores de robots industriales del planeta, uno alemán (Kuka), dos suizos (ABB, Staübli) y un cuarto de origen japonés (Fanuc). Hay que considerar también que BMW, Mercedes-Benz, Volkswagen y Audi, ya han exhibido vehículos que se conducen solos, tema que mediáticamente se ha atribuido únicamente a Google.

En el “Internet de las cosas”, es decir, en la implantación de software en la “maquinaria cotidiana” (electrodomésticos y carros, por ejemplo), ya son programados en su uso, desde nuestros celulares, bienes y servicios de marcas de reconocida calidad mundial, como Bosch, Electrolux o Miele en la UE. En EE. UU., Amazon; en el mundo de los libros, Apple/ iTunes; en el mundo de la música y Netflix o YouTube; en los contenidos audiovisuales, son gigantes intermediarios estadounidenses. En el caso europeo, existen intermediarios también en la cultura y el entretenimiento, pero además existen sorprendentes procesos de digitalización como el de Inditex, en el ámbito de la moda, tanto en marketing online, compras virtuales e hiperconectividad entre sus tiendas, fábricas y centros logísticos en tiempo real o el caso de la facturación de alrededor de 2,000 millones de euros anuales que realiza la división tecnológica del Banco Santander (una cifra bastante superior a la de Google/España).

Es en esta lucha diaria por el avance tecnológico de Europa, junto a EE. UU., como se consolida la auténtica revolución humana, la que nos cambió la vida de “un solo tajo”. La que ubicó el mundo en nuestras manos, a través de un Smartphone.

El autor es catedrático de la Universidad Thomas More.

Opinión desarrollo tecnológico Europa archivo
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