Es cierto aquel adagio ya casi olvidado de que cuando un tico sacude su árbol genealógico, alguna rama nicaragüense caerá. Así lo secundan las cifras del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) desde 1950.
Desde ese año los nacimientos en el país en el que al menos uno de los progenitores es nacido en Nicaragua son 379 mil 427, según la base de datos del TSE a marzo del 2014.
Los matrimonios entre costarricenses y nicaragüenses también desde 1950 son 46 mil 581, y los pinoleros naturalizados al último día del 2014 son 26 mil 737.
Muchos de ellos son parte de los 277 mil nicaragüenses que el censo tico contabilizó en 2011.
Más allá de cifras que demuestran algún origen, los datos reflejan a una población que aún no termina de encajar en un país donde, a pesar de su aporte laboral, muchas veces los discrimina.
Para Quxabel Cárdenas, directora de la Asociación Enlaces Nicaragüenses, las cifras no han sido bien leídas por quienes toman decisiones, principalmente en Costa Rica.
“Eso nos indica que hay familias mixtas conformadas por nicaragüenses y costarricenses donde el tema de cómo se aborda el flujo migratorio, la integración social, la dinámica de intercambio de estas familias binacionales son una realidad absoluta y que requieren un acompañamiento de ambos gobiernos en temas de cancillería (visas), integración, acceso a programas sociales en Costa Rica y del aporte que esas familias están dando en temas sociales, culturales y económicos al país”, opina Cárdenas.
“Una gran riqueza que está ahí, que existe, es real y no ha sabido ser leída en términos de políticas públicas. Su lectura debería una expresión más allá de algunos programas migratorios de documentación”, añadió.
Costa Rica ha ideado durante muchos años cómo regular una migración que por miles venía por la libre, creando una idea de que colapsaban servicios básicos como salud y educación, en detrimento de la población nacional.
Ese era el pensamiento de los ticos, hasta que diversos estudios señalaron que los nicaragüenses en cuanto a seguridad son más que autosuficiente. Es más lo que aportan que lo que consumen en los hospitales, por ejemplo, y hay quienes creen – como el sociólogo Carlos Sandoval – que son los trabajadores que el país necesita para sostener la economía de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Costa Rica también se ha dado cuenta de que miles de ellos era una población irregular que no contribuía tanto. Así reformó hace un quinquenio una ley que aborda a la migración desde el punto de vista económico, es decir altos costos para regularizarse, más allá desde el punto de vista de seguridad como con contemplaba la anterior legislación.
Así el país, a través de las autoridades migratoria, crearon periodos especiales permitidos por ley para ordenar los documentos de miles de extranjeros residentes con cédulas vencidas, así como apertura en áreas como construcción, agricultura y servicio doméstico para otorgar permisos laborales.
Aunque no dio los resultados esperados, quienes empezaron a ordenar sus papeles debieron inscribirse como asegurados ente la CCSS. De ahí la cifra a noviembre del año pasado de 187 mil 864 trabajadores extranjeros están afiliados en el Seguro de Enfermedad y Maternidad (SEM), gran parte de ellos son nicaragüenses.
Según Cárdenas, en otros casos concretos, esta población debería interesar a los partidos políticos. Si los nicaragüenses naturalizados y aquellos que tienen origen votaran en bloque, fueran tan influyentes como para elegir diputados y hasta definir una contienda presidencial.
Esto tomando en cuenta que en las elecciones presidenciales de 2006, Oscar Arias del Partido Liberación Nacional ganó la presidencia por segunda vez con apenas 18 mil 169 votos de diferencias, frente a su más cercano rival Ottón Solís del Partido Acción Ciudadana.
Pero el voto nicaragüense prácticamente ha sido descuidado por los políticos ticos, al punto que cuando se generan debates sobre el tema se hace orientado a regular a aquellos que entran sin cumplir los controles, un tema que camina a la par del debate sobre los conflictos fronterizos con Nicaragua, lo cual genera molestia a los ticos siendo los inmigrantes muchas veces sujetos de críticas.
Cárdenas clama por más importancia que debería darles este país a los nicaragüenses. “Hemos venido dando alta importancia (a las cifras) desde el año pasado y a partir de las propuestas para que se realice el diálogo binacional con la palabra en grande migratorio. Que haya una expresión clara en una reforma a la ley de migración”, explica.
“El planteamiento está ahí de que se requiere un proceso de abordaje específico sobre la integración de estas familias mixtas, que evidentemente se tendría que abordar desde la visión de población extranjera. Deberíamos de ver el tema como de importancia nacional y no un análisis sesgado a confrontación limítrofe”, añade Cárdenas.
En Nicaragua los nicaragüenses en Costa Rica también se ven como cifras. Cuántos son y cuántos envían en remesas. Aunque los servicios consulares han mejorado, otorgando carnet, certificados de nacimientos y récord de policías gratis a sus connacionales que lo necesitan, mejora de sistemas de atención e infraestructura; aún hay cuellos de botellas que impiden una completa documentación.
La falta de cédulas de identidad sigue siendo un escollo para optar un pasaporte ordinario, sobre todo a aquellos que se vinieron desde Nicaragua siendo menores de edad y ahora tienen arraigo en Costa Rica.
Los nicaragüenses en Costa Rica sienten que el gobierno no le ha dado la importancia que merecen. No solo el actual, sino los anteriores también. “Cómo es posible que venga el presidente a una cumbre y se interese más en defender a Puerto Rico y no hablar con nuestra comunidad sobre proyectos que pueden desarrollarse”, dijo Alonso Mejía, poeta y periodista nicaragüense.
El gobierno de Nicaragua debería ser más generoso con su propia gente. Con sus remesas no solo hacen más llevadera la vida de miles de familia en sus lugares de origen, sino que además quitan presión en su país sobre el empleo y servicios básicos, según Carlos Sandoval, sociólogo costarricense.