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Citizen Kane fue la ópera prima de Welles, ganó un Óscar al mejor guion para Herman J. Mankiewicz y el propio Welles. LA PRENSA/EFE

El mago del cine

Su primer largometraje, El Ciudadano Kane (realizado cuando tenía 26 años) es considerado casi por unanimidad, uno de los cinco mejores filmes de la historia del cine. Desde la década de 1960 ha ocupado varias veces el primer lugar en las encuestas a profesionales del cine realizadas por la prestigiosa revista británica Sight and Sound.

Su primer largometraje, El Ciudadano Kane (realizado cuando tenía 26 años) es considerado casi por unanimidad, uno de los cinco mejores filmes de la historia del cine. Desde la década de 1960 ha ocupado varias veces el primer lugar en las encuestas a profesionales del cine realizadas por la prestigiosa revista británica Sight and Sound.

Lo interesante es saber por qué este filme, que no recuperó el capital invertido por la compañía productora (Welles nunca logró un éxito de taquilla) es tan importante.

LA ELOCUENCIA DEL CINE SILENTE

Debido a que el cine nació silente (1895) algunos realizadores (Griffith, Eisenstein, Lang, Murnau, Sjostrom, Kinugasa, Gance) tuvieron que esforzarse por crear un lenguaje visual expresivo (a nivel de imágenes, montaje, ángulos de cámara, etc.), para no depender enteramente de los intertítulos.

Cuando el cine aprendió a hablar (1928) y durante casi dos décadas se interrumpió ese afán de experimentación con los aspectos visuales del nuevo arte y productores y directores se concentraron más en los guiones. Esto no significa por supuesto que no se hayan hecho grandes películas en las primeras etapas de cine hablado.

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CINEASTA RENOVADOR

Welles era considerado un niño pródigo del teatro y la radio (“Fui el niño prodigo más viejo del mundo”, dijo una vez) y la compañía productora RKO Radio, queriendo salir de una crisis económica, decidió asignarle la dirección de una película con tema de su propia escogencia. Welles exigió y obtuvo libertad creativa total.

El resultado fue un filme altamente complejo que narra, desde varios puntos de vista y sin respetar el orden cronológico la historia de un magnate megalómano. Además, Welles convirtió la cámara en protagonista, devolviéndole al cine gran parte de la elocuencia visual del período silente.

Algunos historiadores del cine quisieron darle más crédito por estas innovaciones al director de fotografía del Ciudadano Kane, Gregg Toland, que había trabajado con Karl Freund, figura mítica del expresionismo alemán. La especulación tiene sus puntos válidos, pero el estilo barroco-expresionista del Ciudadano Kane, no se advierte en otras películas fotografiadas por Toland. Sin embargo, este estilo es evidente en todo el cine de Welles, llegando incluso a alcanzar mayores esplendores en algunas de sus mejores películas, como Sombras del mal (1958) y Campanadas a medianoche (1967), basada en Shakespeare y filmada en España.280515LITOrson Welles7

LA INFLUENCIA DE WELLES

Pasaron algunos años para que la influencia de Welles se hiciera sentir en el cine. En la década de 1950, jóvenes realizadores como Elia Kazan (Nido de ratas), Nichols Ray (Rebelde sin causa), Robert Aldrich (El beso mortal) y Stanely Kubrick (El beso del asesino), comenzaron a experimentar con los ángulos de cámara enfáticos y las técnicas narrativas no convencionales. Entre sus seguidores (los estilistas del cine) se cuentan Fellini, Godard, Richard Lester, Almodóvar, Tarantino, Lars von Trier y muchos otros.

Debido a que sus filmes difícilmente captaban el interés de las grandes masas de espectadores, después de dirigir seis largometrajes para estudios grandes y pequeños, Welles fue excluido de Hollywood. Pasó el resto de su vida realizando cine en Europa, en circunstancias sumamente difíciles (nunca pudo terminar su Don Quijote, con Francisco Reiguera y Oja Kodar, última mujer en la vida de Welles).

Para financiar sus propios proyectos, actuó en películas de otros directores, enriqueciendo con su corpulencia e histrionismo más de cien producciones internacionales. Su caracterización más memorable es su Harry Lime en el filme británico El tercer hombre, dirigido por Carol Reed.

HENRY JAGLOM

Antes de la muerte de Welles (el 10 de octubre de 1985, en Hollywood, California), el realizador de cine independiente Henry Jaglom filmó una entrevista con el director sentado en una sala de cine vacía. Alrededor de esa filmación, desarrolló una película sobre una fiesta de despedida en un teatro a punto de ser derribado para dar espacio a un lote de estacionamiento. Se supone que Welles está con los demás invitados, pero siempre lo vemos en pantalla solo. Fue su última aparición en el cine.

El filme de Jaglom, titulado Someone to Love (Alguien a quien amar), tiene ese encanto rudimentario de las películas “mal-hechas” por falta de recursos (algo a lo que el propio Welles no fue ajeno) y constituye un valioso documento de la atractiva personalidad, agudeza de ingenio y profundidad intelectual de (George) Orson Welles.

LILLIAN MOLIERI Y ORSON WELLES

The Stranger (El extraño, 1946), película dirigida por Welles en la que el propio director interpreta a un esbirro nazi llamado Franz Kindler, escondido en una pequeña comunidad de Connecticut, contiene una breve pero inolvidable aparición de la nicaragüense Lillian Molieri. Ella interpreta a la mujer asignada por un agente del FBI (interpretado por Edward G. Robinson) a seguir a un exnazi que ha sido liberado con el propósito de que los conduzca a Kindler (cuyo paradero y nueva identidad se desconocen).

Lillian, con su porte imperial, desciende por la rampa de una terminal portuaria en una escena que concluye con un maravilloso primer plano de la actriz. Luego se detiene ante un automóvil conducido por su marido, al que le dice (hablando en español): “Yo lo voy a seguir a pie. Tú vete en el carro”. Es una de las pocas oportunidades que tenemos de escuchar la voz de Lillian durante su paso por Hollywood y su mejor close-up, gracias al genio de Orson Welles, a quien tantas cosas tenemos que agradecerle los cinéfilos.

Boletin Cultura cine Orson Welles archivo

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