No pocos nicaragüenses con la especialidad en la comunicación, se montan en el espectáculo de la palabra, uncidos por la inquietud de expresar opiniones. Bienvenidos los criterios fundamentados en la racionalidad, ajenos al perfil sistemático. En ese sentido los beneficiarios de la credibilidad tienen el reconocimiento del criterio valuable. Pero cuando el dictamen se inclina hacia un determinado lado el que más pierde es el parcializado. Extravía el tesoro de la credibilidad. El valor queda disuelto por la invalidez.
Justifica esta introducción el hecho de que tampoco son pocos los medios de comunicación y las tribunas espontáneas donde se emiten contenidos polarizados. Resulta difícil encontrar un balance atinado que haga honor a la verdad ni siquiera en su significado más aproximado, pues tampoco es improbable expresarla con la diafanidad pulcra que ella tiene.
Una de las áreas de opinión más conflictivas, más complejas para eludir a la pasión, es la que corresponde a la política. Creo que desde épocas muy añejas, los antagonistas radicalmente opuestos tienden a encenderse más, empujados a veces por las conveniencias de los expositores o por la fiebre partidaria. Sobresale más la emotividad que el fundamento en la extroversión oral mucha de la cual es improvisada, movida por el ritmo de la lengua, dicha con el calor repentino de la subjetividad, llegándose a justificar lo injustificable con tal de vender la ponencia a la afluencia receptora en discusiones más políticas que culturales, religiosas o económicas.
Se deriva dentro de la política, una plaza criolla ocupante de un buen espacio: el sandinismo y el antisandinismo. Pareciera que no existiera ninguna otra influencia masiva, ningún otro conglomerado, emana lo que en efecto es una apreciación o algunas veces una definición tajante: el sandinismo cuyo emblema histórico lo usa el orteguismo, no tiene oposición. Esta no existe, es incisivamente negada aún por medios que exaltan la efigie de la independencia. La calificación es tan inflexible que cierra todas las puertas no dejándole ninguna hendija donde se filtren los aires de su posición. Pero si se le observa sin ningún ápice de rencor, la oposición hace el esfuerzo, la incitación de promover la unidad aún padeciendo los elementos adversos que tiene ante el poder exorbitante del gobierno, ante aplanadoras y factores diversos que la obstaculizan. No pueden ignorarse que se multiplican las iniciativas —David ante Goliat— para fortalecer a la unidad de las fuerzas políticas a las que se han unido liberales constitucionalistas y representaciones cristianas con tarjeta abierta firmada por el coordinador nacional de la Coalición Eduardo Montealegre para que se sumen el MRS y el movimiento Unidad con dignidad. Acaso no son multitudes las que se han incorporado lo cual no niega la posibilidad óptima de ir creciendo en fuerza requerida para llegar a la meta. El empeño no languidece desde el momento en que se suman voces a favor de la integración, no con objetivos electorales sino mirando hacia el Consejo Supremo Electoral con ojo crítico dirigido a los cambios vitales y no superficiales. Si la transformación no se produce, el PLI podría tomar la decisión de no participar en los comicios del 2016. Empero el tema no se enfoca con la pertinente objetividad, por el contrario, es objeto de suspicacia por parte de los sectores donde justificándose a Ortega, se sistematiza el ataque a la oposición.
El autor es periodista.
