Un día después del referéndum del 6 de julio, cuando más del 60 por ciento de los votantes griegos rechazaron un acuerdo sobre la deuda pública de su país con los organismos financieros y políticos de la Unión Europea (UE), Daniel Ortega envió un jubiloso mensaje a Alexis Tsipras, el ultraizquierdista primer ministro de Grecia.
“Saludamos la Gran Victoria del Pueblo Griego, que ratifica su histórico sentido de Democracia, Dignidad y Justicia”, decía básicamente el mensaje de Ortega a su camarada griego. Pero menos de una semana después, Tsipras estaba aceptando las condiciones de la Unión Europea y actuando contra lo que sus partidarios votaron en el referéndum; y en contra de lo que el mismo Tsipras y su partido, Siriza, prometieron en la campaña electoral que los llevó al poder hace apenas seis meses.
La referencia de Daniel Ortega a la dignidad de los griegos no es una ocurrencia original suya. En las dos campañas para ganar las elecciones de enero pasado y después el referéndum del 5 de julio, el partido Syriza invocó y dijo representar la dignidad de Grecia. Pero, ¿de qué dignidad hablan Tsipras y Syriza por un lado, y su camarada Ortega por otra parte? Incumplir los contratos, violar los acuerdos y negarse a pagar las deudas, no es algo digno sino una deshonestidad.
La crisis económica de Grecia tiene aspectos muy complejos, pero básicamente se debe a que durante mucho tiempo los griegos gastaron irresponsablemente mucho más que lo que producían. Y cuando la insolvencia ya no se pudo sostener, recurrieron a los préstamos de los socios de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional, hasta por 420 mil millones de euros, con el compromiso de hacer programas de ajustes para aumentar los ingresos y alentar el crecimiento económico.
Y la verdad es que poco a poco se estaba avanzando con los programas de austeridad y Grecia comenzaba a salir de la crisis y a revertir el crecimiento negativo. Este año la economía de Grecia iba a crecer positivamente en 0.5 por ciento. Sin embargo Tsipras y Syriza engañaron a mucha gente prometiendo poner fin a la austeridad y no pagar las deudas sino recibir más dinero de Europa para seguir gastando lo ajeno. Los griegos eligieron a un gobierno irresponsable integrado por la extrema izquierda y la ultra derecha y apoyaron su absurdo plan. Como resultado Grecia volvió a retroceder, la crisis financiera empeoró y, ahora, por la irresponsabilidad del gobierno de Tsipras, en vez de crecer un 0.5 por ciento este año la economía griega retrocederá entre 3 y 5 por ciento. Y como merecido pago por su desatino, los griegos han empeorado su ya precaria situación y han sido encerrados en un humillante corralito financiero.
Entre las muchas buenas instituciones que crearon los antiguos griegos estaba el concepto de Areté, lo que ahora se conoce como dignidad. En ese concepto los griegos englobaron valores esenciales de la existencia y la convivencia humana, como el valor personal, glorificar a los dioses, honrar a padre y madre, cumplir la palabra empeñada, pagar las deudas, etc.
Obviamente no es la Areté o la dignidad de Grecia lo que representan sus actuales gobernantes izquierdistas, ni es digno el respaldo de sus amigotes de otras partes del mundo que insólitamente los felicitan por el daño que están causando.