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Niños con discapacidad visitan dos veces por semana El Piscacho para las sesiones de equinoterapia. LA PRENSA/M. VALENZUELA

Los vuelos de La Mariposa

Hasta El Piscacho, una finca que está en la comunidad de San Caralampio, vienen unos diez niños todos los lunes para hacer terapia sobre el lomo de caballos que fueron rescatados.

Sobre el lomo de la Coralia va un niño pequeño con los brazos extendidos, agarrado de la cintura por los brazos de un joven, quien con una de sus manos sostiene la brida que guía los pasos de la yegua. El trote de Coralia es suave, tranquilo. A su alrededor hay árboles, flores silvestres de varios colores y al fondo un paisaje verde con curvas y un montículo enorme al final, el volcán Masaya. No hace calor. El niño va extasiado y el muchacho relajado.

Detrás vienen otros caballos, con otros niños y adultos, algunos van acostados, boca abajo, sobre el lomo del animal, en una de las posturas de la equinoterapia que recibe un grupo de niños en El Piscacho, una sede de la escuela de español La Mariposa, un proyecto social que se creó hace una década en comunidades de La Concepción, Masaya.

Hasta El Piscacho, una finca que está en la comunidad de San Caralampio, vienen unos diez niños todos los lunes para hacer terapia sobre el lomo de caballos que fueron rescatados.

FRÁGILES Y FUERTES

Todos aquí, de alguna manera, son seres frágiles que han aprendido a ser fuertes. Los caballos arrastran un pasado trágico, doloroso. Vienen de sobrevivir a años de cargar pesados carretones por las calles de distintas ciudades.

Y los niños, que apenas comienzan la vida, nacieron con alguna discapacidad. Sus parientes los traen con el propósito de vencer y sobrellevar las limitaciones fisicomotoras.

Martha Mercado trae a su hijo de año y medio, Dominic Espinoza Mercado, desde agosto pasado. El pequeño tiene una atrofia cerebral. La mamá dice que recibe varias terapias: equino, hidro y los ejercicios que ella le hace en la casa.

Desde que lo están subiendo a los caballos la mamá dice que le ve “mucho avance”. “Lo noto feliz, se siente más fuerte que antes”, dice la mamá contenta con el resultado, a pesar del poco tiempo.

Para que vengan a El Piscacho, el proyecto escuela de español La Mariposa les provee transporte y las sesiones de equino e hidroterapia son gratuitas, según explica Chester Moraga, del equipo administrativo de este proyecto que fundó la inglesa Paulette Goudge hace diez años.

Margin González, la fisioterapeuta, dice que el proyecto comenzó hace un año con diez niños. Actualmente hay 27 activos, de los cuales 15 reciben fisioterapia y 12 reforzamiento escolar.

González resalta la gratuidad del proyecto y explica que a los papás lo único que se les pide a cambio es la disponibilidad para acompañar a sus hijos a las sesiones de ejercicio.

A una niña de 6 años, de nombre Estrella, la equinoterapia le ha ayudado a relajar sus músculos y a revertir la rigidez muscular o espasticidad que padece, explica la fisioterapeuta.

González explica que la mayoría de las familias son de escasos recursos y a veces no tienen para comprar una silla de ruedas u otras herramientas que los niños necesitan para su rehabilitación. Sin embargo, hace poco en Los Pipitos, con quienes están aliados, aprendieron que a través del reciclaje de distintos materiales pueden fabricar sus propias sillas y herramientas.

EQUINOS AMOROSOS

Y los caballos con que se practican estas terapias también tienen sus historias. Ariel López, encargado de los caballos en El Piscacho, dice que hasta hace cuatro años la yegua Coralia se llama Deysi. Llegó al proyecto con uno de los cascos quebrados, con dolencias en las patas y muy flaca. Su antiguo propietario la vendió porque dijo que no tenía recursos para curarla a pesar de que durante años la resistencia y fuerza de Deysi constituyó su fuente de ingresos. En el albergue, con alimentación y descanso, se recuperó. López dice que durante meses tocó hacerle curaciones tres veces al día en el casco quebrado. A consecuencia del dolor y el maltrato, la yegua era arisca y miedosa, pero con el tiempo su humor ha cambiado. Es una de las más tranquilas para los ejercicios con los niños.

López dice que los caballos rescatados vienen flacos y con muchas chimaduras. A veces llegan muy briosos. De los veinte algunos pertenecieron a carretoneros de La Concepción y Managua que los vendieron o cedieron en muy malas condiciones.

López explica que parte de la rehabilitación de los caballos implica tratarlos con cariño, porque muchos vienen traumados por el maltrato que recibieron.

“Un caballo viene muy asustado, muy nervioso, el que lo está cuidando tiene que darle mucho cariño, a la hora que le pongo la silla y voy a montar ella tiene que estar súper mansa”, dice sobre los equinos que se usan para las terapias con los niños.

López reconoce que los caballos son animales muy nobles y retribuyen el amor que reciben.

CRÍAS DEL PROYECTO

Aunque la reproducción no es la idea del proyecto, algunos se han apareado y han tenido crías. Hay por lo menos tres caballos y yeguas que nacieron en el proyecto. Uno de ellos, Ceniza, nació en las faldas del volcán, según cuenta López. Hay una yegua pequeña de ojos celestes, que es la consentida de todos los cuidadores.

Además de la equinoterapia, los caballos son usados para las visitas que organiza el proyecto con estudiantes extranjeros que vienen a aprender español y que constituye el proyecto original de La Mariposa. Es también una de sus fuentes de ingreso.

Usualmente las cabalgatas salen a partir de las 6:00 de la mañana y terminan hacia mediodía o 2:00 de la tarde, después los caballos beben agua, comen y descansan. Los domingos no salen del todo, explica López, quien ha atendido algunas emergencias de los equinos durante las giras.

Además de los caballos, en El Piscacho hay unos cuantos perros.

López dice que aquí hay siete, pero en la sede central de La Mariposa, donde funciona un ecoalbergue, hay más perros y gatos que también han sido rescatados.

En el último año el proyecto ha logrado mejorar la vida de un grupo de niños, pero también de un puñado de animales que durante años sufrieron en las calles el “ácido” de los humanos.

“Estamos en contra del maltrato hacia los animales”, dice Moraga.

Rescatar animales, proteger la naturaleza, rehabilitar, educar a niños, mejorar la vida de la comunidad, algunas de las tantas tareas que promueve este proyecto que rinde homenaje a La Mariposa.

 

80 empleos directos genera el proyecto escuela de español La Mariposa, que se sostiene por los paquetes que ofrece la escuela. El proyecto que se desarrolla en La Concepción, Masaya, promueve la educación, pero también el cuido y la protección de los recursos naturales.

El PROYEWCTO DE PAULETTE

No se deja ver, pero de ella hablan todos los que trabajan en el proyecto escuela de español La Mariposa. Paulette Goudge es una inglesa que vino al país en la década de los ochenta, se enamoró del país y luego se quedó y creó esta escuela de español para extranjeros, que impulsa el voluntariado entre los jóvenes. Muchos de los que vienen al país, a esta escuela, se incorporan en proyectos comunitarios en la zona de La Concepción. Algunos, mientras estudian, viven en las casas de algunas familias de la comunidad. Paulette Goudge adoptó a Leo, una niña con discapacidad. Leo Kennedy, su hija de 30 años, cuenta que ella fue adoptada a los 2 años y se fue a vivir al extranjero. Leo, quien se involucra en las sesiones de equinoterapia, dice que ella quedó huérfana a los 2. Su familia de sangre murió durante la guerra y que a ella, pequeñita, un soldado la salvó y luego la inglesa la adoptó. “Por eso me gusta ser soldado”, dice Leo, quien durante los ejercicios viste un traje militar.

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