Antonio Lacayo Oyanguren, Toño como se le llama afectuosamente, está desaparecido por el fatal accidente de helicóptero ocurrido ayer.
Antonio Lacayo es el hombre de la transición democrática de Nicaragua, que él condujo porfiadamente como ministro de la Presidencia de doña Violeta Barrios de Chamorro.
Cuando se dio la posibilidad de que en Nicaragua hubiera elecciones libres y competitivas, y de ganarlas para iniciar un cambio democrático y conquistar la paz, Toño tuvo la fe racional en que doña Violeta era la persona capaz de motivar la esperanza de los nicaragüenses y unificarlos alrededor de una alternativa que beneficiaría a todos, a quienes estaban en la oposición y a los que detentaban el poder.
En su libro La difícil transición nicaragüense Antonio Lacayo escribe lo siguiente: “Después del fracaso sandinista (en la revolución de 1979 a 1989) se necesitaba un nuevo liderazgo en el país, alguien que creyera en la causa de la democracia, la libertad, la justicia, la tolerancia, el respeto a los demás y la reconciliación. Doña Violeta era garantía de que, si ganábamos (las elecciones del 25 de febrero de 1990), Nicaragua tendría precisamente eso, por primera vez en más de medio siglo”.
Pero Toño no era un iluso. Sabía perfectamente que “ganar las elecciones era una cosa y tomar el poder sería otra”, como lo dice también en su libro mencionado. Y agrega: “Los sandinistas jamás habían considerado la posibilidad de la derrota. No estaban preparados para salir del Gobierno. Un traspaso de autoridades pacífico y ordenado, como el que nos proponíamos realizar, jamás se había visto en la historia de Nicaragua.
En ninguna otra parte del mundo un gobierno revolucionario, marxista y militar, producto de la lucha armada, había entregado el poder por una elección popular”.
Realmente el milagro de la transición solo se podía lograr con una política inteligente, diáfana y sincera de reconciliación nacional. Antonio Lacayo dijo acerca de esto que “doña Violeta no había ganado las elecciones para ser únicamente presidente de los de la UNO, o de los Contra, sino presidenta de todos los nicaragüenses, incluyendo el Ejército y los sandinistas, y que iba a gobernar por encima de intereses partidistas, como lo había consignado el Programa de Gobierno y dentro del marco del Estado de Derecho…”
El 10 de enero de 1997, cuando doña Violeta entregó el Gobierno, Nicaragua era ya un país democrático; de la guerra solo quedaban conatos de violencia aislada; el sistema económico había sido reconstruido; todos los nicaragüenses disfrutaban de los mismos derechos y libertades; Nicaragua se había ganado la admiración de la comunidad internacional.
Como actor principal de una etapa crucial de la historia, Antonio Lacayo ha sido sujeto de controversias y objeto de críticas. Pero lo más relevante es el rol que desempeñó en la transición y su devoción por la reconciliación nacional.
Lamentablemente, la vocación nicaragüense por el pasado ha hecho renacer la polarización, causada por el autoritarismo gubernamental excluyente y la ciega ambición de gobernantes que quieren quedarse para siempre en el poder.