Si el mundo cambió el 11 de septiembre del 2001 cuando cayeron las Torres Gemelas en Nueva York, con una acción tan terrorífica como la de la noche del 13 de noviembre en París, en mi opinión es inevitable que de nuevo el mundo cambie, tal como pasó en aquel momento, y sin duda también para mal.
Es palpable que el impacto que dicha carnicería ha tenido en las redes sociales, la efectividad y dominio militares demostrados por los atacantes del Estado Islámico, el efecto multiplicador que dicha operación tendrá como llamado a la acción coordinada entre terroristas de todo el planeta —solo por mencionar algunos aspectos de dicho asalto terrorista—, van a influenciar negativamente nuestro diario vivir como colectividad universal.
Y ante el impacto tan grande que estos acontecimientos tendrán en perspectiva a partir de ahora, hay que estar claros de una cosa… La responsabilidad histórica del renacimiento del Estado Islámico en Siria e Irak hasta convertirse en la fuerza terrorista más formidable que el mundo moderno haya conocido, se debe exclusivamente a la falta de cumplimiento de las amenazas presidenciales que Barack Obama expresó específicamente cuando hablaba de sus célebres “líneas rojas”, con respecto al conflicto sirio, por allá de agosto del 2012.
Su falta de liderazgo mundial en este tema, la persistente duda demostrada en sus decisiones y lo que solo puede ser entendido como un entendimiento tácito con los iraníes de mantener el status quo en Siria (una aliada iraní) mientras se negociaba un acuerdo nuclear, oxigenaron el cáncer mortal que ahora está haciendo metástasis de un modo tan dramático y virulento, tal como puede observarse en cada pantalla de televisión alrededor del mundo.
Incluso, hasta dos expresidentes estadounidenses del mismo partido de Obama han criticado abiertamente su falta de acción en cuanto a Siria. De modo concreto, puedo detallar que el expresidente Bill Clinton, en una entrevista publicada el 13 de junio del 2013, expresó al respecto: “Si te niegas a actuar y causas una calamidad, la cosa que no puedes decir cuando todos los huevos hayan sido quebrados es ‘Dios mío, hace dos años hubo una encuesta que decía que el 80 por ciento de ustedes estaban en contra de eso’. Te ves como un completo tonto”.
Un año después, el también expresidente demócrata Jimmy Carter, en una entrevista publicada el 7 de octubre del 2014, se pronunció sobre la catástrofe siria de esta manera: “Esperamos demasiado. Dejamos que el Estado Islámico construyera su capital, su capacidad, fortaleza y armamento cuando aún estaba en Siria”. Continuó diciendo que “tienes que tener a alguien en el lugar que dirijan nuestros misiles y estar seguros que tienes el objetivo correcto. Luego tienes que tener a alguien que se mueva ahí y estar dispuesto a luchar contra el E.I. posterior a los bombardeos”.
Sin ánimo de ser alarmista, sospecho que el legado de Obama en Oriente Medio huele a azufre apocalíptico debido al establecimiento en el escenario internacional del mencionado Estado Islámico. Es decir… Esto no tenía que ser así. Esto pudo haberse contenido apropiadamente con solo prestarle más atención a la Siria del carnicero Bashar al-Asad a partir de que empezó la guerra civil en el 2011. Pero ahora es demasiado tarde, pues bien podríamos estar a las puertas del Armagedón bíblico.
Y si algo ha quedado claro a partir de esa noche, lamentablemente, es que hasta las palabras están de más. Por eso se me viene a mente un último pensamiento, y este es: Que Dios salve a París… Y al mundo también.
El autor es analista político.
