Al anochecer las tres mujeres sentadas en las bancas nuevas que están en el costado este del Palacio Nacional, que se ilumina después de las 6:00 de la tarde, comentan:
—Se ve bonito —dice una de ellas viendo el emblemático edificio que durante décadas estuvo opacado por ruinas del terremoto.
—Sí, solo falta que rieguen esos palos —contesta la otra, mientras columpia los pies y las chinelas que le cuelgan en la banca.
—Los riegan todos los días, pero ya estaban secos —dice otra mujer que se mete en la plática de las otras dos.
Las tres viven en el barrio vecino: el Rubén Darío.
La iluminación especial del Palacio Nacional, esos reflectores amarillos que nacen al pie de sus columnas y le dan un aspecto imponente, un perfume histórico que se había desvanecido y casi olvidado, es uno de los cambios más recientes en ese viejo centro de la capital que se destruyó con el terremoto de 1972.
La nueva cara que luce el Palacio Nacional ahora deslumbra por las noches a todo el que transita por el sector de la dupla norte. Sin embargo, este edificio conocido por la toma guerrillera en agosto de 1978, pasó mucho tiempo opacado por un parqueo y por los escombros del edificio Baltodano, que se demolió finalmente el año pasado, y cedió lugar a la construcción de una plaza rojiza bautizada con la fecha épica de “22 de Agosto”.
La nueva plaza se adorna en sus bordes con faroles, torres eléctricas inmensas como de estadio, bancas y dos hileras de árboles resecos plantados hace menos de un mes.
Son varios y muy notorios los cambios que se han hecho en esa zona de la capital que comprende alrededor de unas cien hectáreas: desde los contornos revitalizados del lago Xolotlán y a lo largo de la avenida rebautizada con el nombre De Bolívar a Chávez hasta la rotonda donde nace el monumento lumínico en honor al fallecido exmandatario venezolano.
Se incluye en ese circuito el Parque Luis Alfonso Velásquez Flores, el parque del Alba para deportes urbanos, en la esquina opuesta, los amplios andenes de la Bolívar, los tiangues que abren sus puertas desde los viernes, las Casas del Maíz y la Casona del Café, la Plaza de la Revolución, la vieja catedral y el parque central y ahora los alrededores del Palacio Nacional.
Allí confluyen 226,000 pobladores al mes, según estimaciones de la Empresa Nacional de Puertos (EPN), publicados en medios de comunicación ligados al Gobierno.
Si se arranca el recorrido por el lago, se descubren el Puerto Salvador Allende, el Paseo del Estudiante, el Paseo Xolotlán. Cada uno contiene atributos que abarcan zonas de juegos, restaurantes, réplicas de las casas del general Augusto C. Sandino y del poeta Rubén Darío, y Blanca Aráuz, la esposa de Sandino, también la reproducción en miniatura de la Avenida Roosevelt, ícono de la vieja capital, un avión Boeing 737-200, fuentes de aguas saltarinas y de colores, una palizada metálica de “árboles de la vida” que se iluminan de 6:00 a 10:00 de la noche, ranchos para picnic, bancas para contemplar el atardecer frente al lago o simplemente para refrescarse con la brisa que allí corre.
Los fines de semanas no solo gente de la capital se desborda por esa zona, también acude de todas las regiones del país que no reparan en hacerse una selfie (autorretrato) ante las fuentes, enfrente de la vieja catedral o del Palacio Nacional, aun frente a los palos metálicos de diversos colores conocidos como “árboles de la vida”.
Las opciones para visitar varían y muchas son gratuitas o requieren una inversión mínima, a veces solo cinco córdobas, lo que se paga por entrar a pie al Puerto Salvador Allende o al Paseo Xolotlán. En lugares como el Parque Luis Alfonso la entrada es gratuita.
A José Ernesto Medina García, de 80 años de edad, le encanta ir a sentarse todas las tardes, ya sea en el parque central de la capital o en lo que ahora es el Puerto Salvador Allende y también el Paseo Xolotlán.
“Conocí el primer malecón, construido por (el general) Andrés Murillo (ministro del Distrito Nacional de 1945 a 1947). ¿Sabe lo que significa malecón? Muro de detención de aguas”, dice Medina García, cuyo padre trabajó en el ferrocarril.
Ahora, con las obras que se construyen en el viejo centro de la capital, Medina García dice que las ve “interesantes y bonitas” y que especialmente le gustan las réplicas de las iglesias del país que se están instalando en la cuarta etapa del Paseo Xolotlán.
“En ochenta años he visto pasar muchos presidentes, muchos ministros del Distrito Nacional (o alcaldes) y hasta hoy veo que hay un verdadero malecón de diversión para el pueblo”, dice.
EL QUITA Y PONE DEL VIEJO CORAZÓN
En esa parte de la capital se ha construido y se ha borrado. En mayo del 2014 se demolió la Concha Acústica que estaba en el malecón y que había sido construida en 2005, en la época que estuvo al frente de la Alcaldía Herty Lewites. No fue lo primero que borró de la zona el gobierno de Daniel Ortega. En 2007 se ordenó la demolición de la fuente musical que se había construido en la Plaza de la Revolución durante el gobierno liberal de Arnoldo Alemán.
Arquitectos consultados ven con buenos ojos esta recuperación de esa parte emblemática de la capital, porque dota de identidad a la misma, pero también es un sitio de integración donde coinciden pobladores de distintos grupos sociales. Sin embargo, elementos escultóricos como los “árboles de la vida” suscitan algunas críticas.