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Violeta Yangüela

¿Islámicos?

Dice el papa Francisco que los fabricantes y traficantes de armas son los culpables de los atentados terroristas. Para el papa “quieren sangre, no la paz. Quieren guerra y no la fraternidad y alientan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos”.

Agrega Bergoglio “todos nosotros juntos, musulmanes, hindúes, católicos, coptos, evangélicos pero hermanos. Hijos de un mismo Dios que queremos vivir en paz, integrados”. Sin duda que el discurso le quedó bonito.

Parecería que Francisco no entiende que su Dios no es el mismo Dios de los terroristas. Porque resulta que los hindúes, los católicos, los coptos y los evangélicos no salen a poner bombas. Los terroristas son islámicos y salen a matar con y en el nombre de su Dios y de su religión. “No hay más Dios que Alá”.

Una cosa es creer que no todos los islámicos son terroristas y otra cosa es creer que el terrorismo islámico no es islámico. Los ejemplos no faltan, sobran. Malí, Afganistán, Siria, Nigeria, Irak, Túnez, Turquía, Indonesia, Kenia, Israel, Libia y habría que agregar a Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España y, más reciente, Bruselas.

De acuerdo al Índice del Terrorismo Global, el grupo islamista Boko Haram y el Estado Islámico (EI) son los más letales. Ambos aparecen responsables, de manera conjunta, del 51 por ciento de todas las muertes debidas a los ataques terroristas registrados en el ámbito mundial del año 2014.

Junto al discurso llegan las manifestaciones de solidaridad global —Todos somos Bruselas—, las banderas a media asta, las flores, las velas y velones, el minuto de silencio y las declaraciones de los dirigentes mundiales de su condena a la brutalidad de los terroristas, y por supuesto, que los terroristas no son islámicos.

El Islam divide al mundo en dos. La Casa de la Paz que se supone es el Islam y los creyentes y la Casa de la Guerra que son los infieles, o sea los no creyentes. Gobernado por el Califa, la misión del Islam es incorporar las regiones en un solo orden y traer la paz universal. Para lograr este objetivo la estrategia es la jihad.

Es obligación del creyente cumplir la jihad, ya sea con el corazón, con la palabra, con sus manos o con la espada. Dice el Corán: “Matadlos hasta que la idolatría no exista y esté en su lugar la religión de Dios (II-189). Combatid en la senda de Dios y sabed que Dios es oyente, omnisciente. Quien presta espontáneamente dinero para la guerra santa a Dios, este se lo duplicará muchas veces (II-245)”.

Cuenta la historia las palabras en la proclamación del Califato: “La bandera del Califato se elevará sobre Jerusalén y Roma incluso con el desprecio de judíos y cruzados. La sombra de esta bendita enseñanza se expandirá hasta cubrir todas las partes de la tierra, llenando el mundo con la verdad y la justicia del Islam y erradicando la falsedad y tiranía”.

Expresado por la Hermandad Musulmana: “El Corán es nuestra Constitución, el profeta es nuestro líder y la jihad es nuestro camino”.
Parecería que el autonombrado Califa del Estado Islámico —Abu Bakr al Baghdadí— está cumpliendo con las órdenes de Alá y su profeta o ¿es que Mahoma y el Corán no son islámicos?

©FIRMAS PRESS
La autora es periodista y escritora dominicana.
[email protected].

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