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Nasere Habed López

El valor del tiempo

La frase inglesa “el tiempo es oro” no ha arraigado en la cultura nicaragüense. No damos al tiempo el valor y la importancia que realmente tiene para el desarrollo de nuestra personalidad y el progreso de nuestro país.

El alumno no aprovecha el tiempo para estudiar y prepararse mejor, ni el profesional para profundizar y actualizar sus conocimientos, en un mundo competitivo y de rápido desarrollo de la ciencia y de la técnica.

El empleado llega tarde a su trabajo y falta con cualquier pretexto. Dedica más tiempo al internet, a las redes sociales, a chismear, que a su trabajo. Demora la atención al cliente y, en ocasiones, le hace regresar innecesariamente con cualquier pretexto, desconociendo el valor que puede tener para el usuario el tiempo perdido.

Observamos largas filas de personas que requieren atención en la Policía, aduanas, alcaldías, centros de salud y bancos, al punto que no alcanzan dentro del local y deben muchas veces aguardar su turno haciendo cola en las aceras, haga sol, haga lluvia. Revela falta de consideración humana y menosprecio del valor que significa para la economía nacional, las miles de horas laborales, que el total de usuarios malgasta haciendo filas en Nicaragua.

El poco valor que asignamos al tiempo, se refleja en los dichos populares: “Hay más tiempo que vida” y “Para todo hay tiempo, menos para la muerte”. Es así que está generalizada en nosotros, la costumbre de dejar todo para más tarde; dejar para mañana lo que podemos hacer hoy. No nos ponemos la “pila” en el trabajo. Generalmente somos parsimoniosos, lentos, trabajamos a paso de tortuga, a diferencia de lo que se observa en países desarrollados, que sacan el jugo al tiempo laboral.

No nos extraña por ello los resultados de estudios recientes de Funides, que señalan que las principales causas de despido de los graduados universitarios son en más del 80 por ciento, la baja productividad del trabajador y el incumplimiento del reglamento interno de la empresa.

En nuestras relaciones sociales se observa con igual claridad, el poco valor que damos al tiempo. Si tenemos una reunión a las 8:00 de la mañana, lo más probable es que lleguemos a las 8:30 o 9:00 a.m. Si recibimos una invitación para un cumpleaños que se celebrará a las 7:00 de la noche, llegamos después de las 8:00 p.m. Porque sabemos que a las 7:00 no habrá llegado nadie y algunos aparecerán a las 9:00 p.m. Si un amigo nos dice “ya llego, voy en camino”, lo más probable es que lo miremos dentro de dos horas. Si nos dice “mañana llego”, lo más seguro es que no llegue del todo.

El poco valor que damos al tiempo, es un rasgo histórico arraigado en nuestra cultura, que se reproduce de generación en generación. E.G. Squier, diplomático, arqueólogo y escritor norteamericano que recorrió Nicaragua en los años 1849-1850 (hace más de siglo y medio), refiere que no es muy alto que se diga el precio que se da al tiempo en nuestra tierra. Asimismo indica que las expresiones “ya estamos llegando” y “hay nomás” tienen en Nicaragua un significado muy diferente del que literalmente significan. (Nicaragua, sus gentes y paisajes. Capítulo XVI).

Aprovechar el tiempo en actividades constructivas, considerar que “el tiempo es oro”, “no dejar para mañana lo que podamos hacer hoy”, constituyen desafíos que desde jóvenes debemos enfrentar, para bien de nosotros y de los demás.

Es cuando somos viejos, que nos damos cuenta del error que cometimos de haber desperdiciado nuestro tiempo, en vez de aprovecharlo en el estudio, en el trabajo, en la vida, en construirnos un futuro feliz. Para entonces, ya es tarde. Solo nos queda tiempo para la muerte.
El autor es psicólogo, doctor Honoris Causa de la UNA-Managua y Orden Mariano Fiallos Gil, del Consejo Nacional de Universidades.

Opinión Funides Nicaragua Tiempo archivo
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