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Gonzalo Cardenal M.

La hombría cristiana (I entrega)

El tema de la “hombría” tiene tantas connotaciones que si no estamos claros de lo que significa, terminamos confundidos. Por ello es importante aclarar qué es “hombría” y más aún lo que es “la hombría cristiana”.

En mi comunidad hemos dicho muchas veces que cuando las cosas andan mal, lo que falla suele ser el hombre y no el cristiano. Y que por eso es importante el que cada día seamos no solo más cristianos, sino también más hombres. Creo que esto es especialmente válido para la vida matrimonial.

Es imposible ser un marido cristiano, o incluso un buen marido, si no somos primero hombres cristianos, si no somos el tipo de hombre que Dios pensó y diseñó para poder funcionar armónicamente en la familia y en la sociedad. Porque generalmente nuestras fallas no son fallas en lo cristiano, sino fallas humanas de nuestro carácter y (en el caso de los hombres) de nuestra hombría.

Conviene pues que tengamos ideas muy claras acerca de la hombría cristiana; de qué significa ser un hombre cristiano a los ojos de Dios y aceptar su plan, que es nuestro “manual del fabricante”, desechando en el proceso muchas ideas o valores que el mundo ha sembrado en nosotros.

Cuando Dios creó al hombre, nos dice la escritura que “macho y hembra los creó”. Los crea con características distintas y con funciones distintas. Necesitamos conocer y aceptar cuáles son las nuestras.

En cada época de la historia, Dios ha necesitado recordar al hombre su llamado a la hombría. Lo hace con Moisés, con Eliseo, con Josué, etc. Lo hace porque en algún momento nuestra solidez no es suficiente para soportar las cargas que la vida o la misión que Dios nos da o la posición que ocupamos en su pueblo nos imponen y Dios necesita entonces alentarnos y nos llama a sacar fuerzas de la hombría que Él nos ha dado.

En 1a. Cor. 16:13 encontramos a San Pablo exhortando a sus hombres con estas palabras: “Estén alertas, manténganse firmes en la fe, sean hombres, sean fuertes”.

Nuestra visión del hombre cristiano y del hombre santo se parece muy poco a la visión de Dios. Nunca se destaca la hombría de los santos. Con algunas honrosas excepciones cuesta distinguir entre san Sebastián y santa Teresita del niño Jesús. Y sin embargo todos ellos soportaron pruebas y cargas en que quedó muy clara la reciedumbre de su hombría cristiana.

El mundo, por su parte, lo que nos ofrece son prototipos de hombría que llevan al joven a una confusión.

La imagen moderna del hombre, glorificada en sus héroes, reales o imaginarios es la del tipo violento, temible y sin emociones, que mata o fornica con igual indiferencia, totalmente autosuficiente (no necesita de nadie ni de nada), dominador o dominante, arrebata lo que desea, sin consideración ni respeto para nada y para nadie. Es James Bond o el Clint Eastwood de Por Unos Dólares

Más, es Rambo u otros mucho peores que les han seguido.

En contraposición al tipo anterior, el mundo nos presenta un segundo tipo de personaje: el tipo silencioso y pasivo, aislado de la sociedad, inseguro, incierto, angustiado, refugiado en las drogas, sin ideales ni motivaciones. Personajes creados para despertar los instintos maternales y protectores de la mujer.

Junto a ellos, los mequetrefes de las comedias de televisión, dominados por sus mujeres y hazmerreír de los hijos, que se refugian en el alcohol o en travesuras de niño con los demás “muchachos”, adultos-niños como él. O los prototipos bisexuales.

EL AUTOR ES MIEMBRO DEL COSEJO DE COORDINADORES DE LA CIUDAD DE DIOS.
[email protected]

Opinión cristianismo Hombría archivo

COMENTARIOS

  1. Siempre Adelante
    Hace 8 años

    Excelentísimo artículo, Sr. Cardenal…. En nuestra vida hay que saber diferenciar lo que es del hombre y lo que es de Dios. Que El lo bendiga siempre a ud. y a nuestro pueblo. Saludos.

  2. Eddy
    Hace 8 años

    Actualmente los héroes son:Pablo Escobar,el Chapo Guzmán,y en las novelas el señor de los cielos, algo indignante, y nadie dice nada por ese irrespeto a nuestro señor, el verdadero señor de los cielos,Dios nos ayude. Mis respetos por su amor al Evangelio del señor.

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