ADOLFO HITLER
Recordemos que Adolfo Hitler llegó al poder a través del voto ciudadano, según las condiciones democráticas que había en la Alemania de entonces. En menos de diez años, Hitler pasó de ser un perfecto desconocido a una especie de mesías en el que los alemanes volcaron sus esperanzas. Hitler conquistó a los alemanes diciendo lo que estos querían oír y que nadie se atrevía a decirlo porque era políticamente incorrecto para la época: no pagar la deuda que les impusieron las potencias ganadoras de la primera guerra mundial, culpar a los judíos de todos los males y pregonar la superioridad de la raza aria por sobre cualquier otra, encantó a un público espoleado por una de las peores crisis económicas que se tenga historia en ese país.
DONALD TRUMP
A primera vista, hay mucho de Adolfo Hitler en Donald Trump. Como en 1932 en Alemania, a estas alturas nadie duda de las posibilidades reales que tiene Trump de convertirse en próximo presidente estadounidense. Que llegaría al poder, digamos, mediante un proceso bastante democrático, y habría conquistado a una gran masa de votantes diciendo lo que los otros candidatos no se atreven a decir , por ser impolíticamente correcto: el odio incubado a los inmigrantes, la posibilidad de hacer negocios sin muchos remilgos éticos, y, sobre todo, la fanfarronería de regresarle a Estados Unidos su lugar como primera potencia mundial. Estados Unidos podría estar cometiendo entonces el mismo error que cometieron los alemanes cuando eligieron a Hitler. Y bueno, ya sabemos cómo terminó eso.
DANIEL ORTEGA
Entre Hillary Clinton y Donal Trump, a Daniel Ortega le conviene Trump en la presidencia. Es más su estilo. De hecho, ya lo ha mencionado en algún discurso, y podría convertirlo en su caballito de batalla ahora que no tiene molinos de viento a quien atacar. Con Obama, a los bolivarianos se les ha desfigurado el viejo Tío Sam. Cada vez cuesta más echarle la culpa al imperio norteamericano de todos los males que se les ocurran, mientras Obama se pasea abrazado de Raúl Castro en La Habana. Trump representaría para estos últimos bolcheviques, por un lado, el rival adecuado para sus enfrentamientos verborréicos y, por el otro, el socio comercial que sus propios negocios necesitan. Así que yo no dudo: si Ortega votara en Estados Unidos, lo haría por Trump.
MALA HIERBA
Desde aquella Francia en revolución en el siglo XVIII, pasando por la Constitución de Estados Unidos, hasta la Alemania que eligió a Hitler, la llegada de Violeta Barrios al poder en Nicaragua o la de Hugo Chávez en Venezuela, uno pensaría que la democracia es una planta en crecimiento y que lo normal sería que los buenos ejemplos invadan y desalojen a los malos, y no al revés. Pero la mala hierba es fuerte e invasiva. ¿Quién iba a pensar hace un par de años que el chiste, el espectáculo, la fanfarronería y el populismo que tanto mal le han hecho a la democracia en Latinoamérica terminaría llegando con ritmo de vértigo a Estados Unidos? Donald Trump habla de política exterior con la profundidad de cualquier vecino en una cantina, agrede y descalifica por lo bajo todo lo que se le muestra en desacuerdo. No tiene tacto, y aún así, está ganando. Son las señales de los tiempos, dirían los abuelos.
¿Y A MI QUÉ?
Para mí sería fácil decir que qué me importa que gane Trump, si no soy ciudadano estadounidense. Que qué me importa que Maduro, ahora que está en minoría, no se someta a los procedimientos democráticos que usó el chavismo para llegar y mantenerse en el poder cuando era mayoría, porque no soy venezolano. No es así, porque si me importa. Vivimos en un mundo tan interconectado que lo que pase allá afecta necesariamente aquí, como afectó a todo el mundo que Hitler llegara al poder, por los votos, un día de 1933. Y posiblemente en ese momento muchos, como hoy con Trump, dijeron: ¿Y a mi qué?
DEMOCRACIA
Yo sé que no hay democracia perfecta. Y que democracia es algo más que elecciones transparentes donde los ciudadanos escojan libremente a sus gobernantes. Sé que la democracia permite que tipos como Ortega, Maduro o Trump, que son esencialmente antidemocráticos, lleguen al poder. Pero hasta ahora este es el mejor modelo que hay. Y prefiero este modelo, con todos los riesgos que implica, donde llegan corruptos al poder, pero también pueden caer presos por ello, a uno donde todo el poder se concentre en un hombre que pide mi libertad, mi derecho a disentir, y a opinar, porque así, dice, me dará el reino de los cielos en la tierra.