Un año después, LeBron James y sus Cavaliers de Cleveland están de vuelta a la Final de la NBA. Y a diferencia del año pasado, James no estará solo. Kevin Love y Kyrie Irving están sanos y al tope de su juego.
El problema es que Stephen Curry y los Warriors de Golden State están también de nuevo ahí. Y han llevado su desempeño a niveles históricos. Impusieron récord de triunfos y se han sacudido al Thunder.
Quizá lo más importante es que a esta batalla final se han citado los mejores equipos de cada conferencia, aun cuando hayan tenido rutas de diferentes obstáculos para alcanzar esta instancia.
Cleveland avanzó sin freno ante Detroit (4-0) y Atlanta (4-0), mientras sudaba un poco ante Toronto (4-2). Golden State estableció un nuevo registro para la temporada regular (73-9) y borró a Houston (4-1) y Portland (4-1), pero sufrió en extremo para hacer girar un 1-3 ante Oklahoma City.
Aún así, Golden State es favorito. El haber remontado ante el Thunder le disparó la moral. La profundidad de su banca no tiene comparación en la liga y Curry volvió a su nivel de eficacia, tras las lesiones en el tobillo y la rodilla.
No debe ser una victoria fácil. Cleveland está urgido de ganar después de fallar en las finales de 2007 y 2015 con LeBron como líder. Pero ahora hay más hambre. Y además de Love e Irving, J.R. Smith y Channing Frye significan un estupendo respaldo.
Pero Curry está en su plenitud. La dimensión alcanzada por Klay Thompson y Draymond Green los vuelve factores de desequilibrio. El aporte de Andre Igoadala, Shaun Livingstone y Harrison Barnes habla del trabajo de equipo.
A eso, súmele la confianza restaurada al vencer a Oklahoma City. Agréguele su puntería desde fuera, el movimiento de balón y las transiciones veloces, y tendrá en Golden State el favorito a vencer.
A menos que LeBron y compañía tengan algo diferente que decir, en una batalla que podría estar cargada de drama y suspenso, Curry y Golden State deben volver a prevelar.