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Todos miércoles y viernes don Chema va al Hospital Infantil “La Mascota” a leerles cuentos. LA PRENSA/Uriel Molina

Todos miércoles y viernes don Chema va al Hospital Infantil “La Mascota” a leerles cuentos. LA PRENSA/Uriel Molina

Chema, el cuentacuento

Agobiado por la insuficiencia renal crónica, José María Campos dedica su vida, entre una hemodiálisis y otra, a contarle cuentos a niños enfermos.

En una sala de espera del Hospital Infantil Manuel de Jesús Rivera “La Mascota” una voz suave y entrecortada se apodera de todo el lugar. Los niños, que hace menos de un minuto estaban inquietos esperando ser atendidos, ahora están hipnotizados con cada palabra que pronuncia un hombre de baja estatura, moreno, delgado, que usa chinelas. Por las arrugas de su rostro pareciera de unos 50 años, pero es difícil saberlo porque sus ojos están ocultos detrás de unos lentes de marco fino y de una gorra que oculta un poco su cara. Pero a pesar de eso, una sonrisa tierna se asoma al paso que los niños se sumergen en el cuento que está leyendo.

En este hospital no es un desconocido, ahí todos lo conocen como don Chema, una combinación de sus nombres José y María. Él desde hace siete años viene todos los miércoles y los viernes a leerles cuentos a los niños y hoy ha venido a despedirse de su tarea, porque en menos de 24 horas se someterá a una cirugía en su brazo derecho y dentro de 15 días más se la repetirán en su otro brazo. Si todo sale bien volverá en agosto.

José María Campos tiene 45 años, es papá de tres niños y en el año 2006 fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica (IRC), pasó varios años adaptándose a su nuevo estilo de vida, que incluía hacerse dos hemodiálisis cada semana, cambiar su alimentación y no tomar agua. Antes de enfermarse trabajó por veinte años en una fundación que promueve la lectura infantil, de ahí nace su pasión. Por eso al conocer la gravedad de su enfermedad y no tener trabajo, porque fue pensionado por invalidez, decidió continuar su labor con los niños que sufren cáncer, sida, los que padecen de IRC y las madres adolescentes de este hospital. “Yo decidí que mis últimos días los iba a compartir con los niños, que al igual que yo están luchando por vivir”, afirma.

Para realizarle las hemodiálisis deben convertir una vena sanguínea en una vena arterial para que puedan filtrar la sangre.
Para realizarle las hemodiálisis deben convertir una vena sanguínea en una vena arterial para que puedan filtrar la sangre. LA PRENSA/Uriel Molina.

 

En la semana también visita a los niños del Centro de Educación Especial Melania Morales y como estos niños tienen dificultades de escucha y habla, una profesora les traduce los cuentos en lenguaje de señas. En su barrio también organiza círculos de lectura infantil y a pesar de no tener muchos recursos económicos, se las ingenia para alquilar sillas y obsequiarles un helado y una repostería al final de cada sesión.

Don Chema asegura que comenzó a hacerlo porque en su barrio hay mucha delincuencia y si no se hace algo, probablemente la situación no cambiará. Además, él afirma que leer cuentos es como una terapia para los niños y para él, pues al leerles ellos se distraen, se olvidan de su enfermedad y todo el estrés desaparece. Él también sale ganando porque olvida la carga emocional y el desgaste que le causan las hemodiálisis, una máquina que hace el trabajo de los riñones y lo deja adolorido.

“Ese día tenés que buscar cama, hasta el día siguiente podés hacer algo y eso que solo recuperás el 75 por ciento de tus energías”, se lamenta. Pero a pesar de sentirse mal al día siguiente se le puede ver muy sonriente leyéndole cuentos a los niños. “Cuando estoy allá (con los niños del hospital) el tiempo se me va volando porque los niños me transmiten sus energías, me siento útil, siento que estoy haciendo algo”, agrega sonriente y abrazando un libro de cuentos.

CRISIS INICIAL

La vida de don Chema cambió una madrugada del año 2006. Se despertó con deseos de orinar y a pesar de estar medio dormido, vio que en lugar de orina expulsaba sangre. Se dijo a sí mismo: “Tengo que revisarme los riñones”. Lo que no sabía era que esos eran los síntomas finales de una enfermedad crónica y mortal, en muchos casos. Fue al médico y le mandaron a hacer unos exámenes, pero decían que todo estaba bien.
Un año antes le habían dicho que padecía de presión alta, le recetaron unas pastillas y le dijeron que debía tomarlas. Él no pensó que fuera una enfermedad de mucho cuidado, hasta ese día que los doctores comenzaron a hacerle estudios para saber qué le estaba causando esos malestares, pero para hacérselos necesitaba 1,200 dólares de depósito, dinero que su familia no tenía porque como lo habían pensionado por invalidez, el único ingreso económico que recibía era el del Seguro. Sin embargo, un amigo muy cercano supo de su enfermedad y le donó el dinero.

La primera medida para que sobreviviera era estabilizar su cuerpo para luego hacerle una cirugía, en la que iban a unir una vena del brazo con una arteria para que el flujo arterial pasara por ahí y pudieran hacerle hemodiálisis, que básicamente “consiste en sacar toda la sangre del cuerpo por una máquina para purificarla, eliminar las toxinas y devolverla al cuerpo. Todo este proceso dura tres horas”, afirma el nefrólogo Alfonso Zamora.

Para don Chema leerles cuentos a los niños es como una terapia para liberarse del estrés y olvidarse de su enfermedad. LA PRENSA/Uriel Molina
Para don Chema leerles cuentos a los niños es como una terapia para liberarse del estrés y olvidarse de su enfermedad. LA PRENSA/Uriel Molina.

Esta es la sexta operación que le van a realizar desde que le detectaron su enfermedad. Se calcula que al año le realizan 104 hemodiálisis, multiplicado por diez años resultan 1,040. Con esta operación tendrá cuatro años más para hacerse las hemodiálisis y su doctor ya le dijo que cuando esta se dañe tendrán que mover una vena de la pierna hacia el brazo, pero a pesar de eso don Chema se mantiene ilusionado porque en dos meses podrá volver al hospital a contar sus cuentos.

El apoyo de su familia ha sido crucial, su esposa ha tenido que trabajar para aportar dinero a su hogar, pero lo que gana solo les alcanza para cubrir con los gastos básicos (comida, agua, luz). Pero en medio de esas carencias, él está muy agradecido con Dios porque le ha permitido ver crecer a sus hijos y vencer el diagnóstico médico que le pronosticaban solo unas horas más de vida. Y además ha podido llevarles un poco de alegría a los niños que más la necesitan. Si usted quiere ayudarle en su lucha puede donar dinero a las cuentas de Bancentro 400501137 en córdobas y 161501436 en dólares.

En Facebook creó una página que se llama Storytelling at La Mascota Children Hospital, donde comparte todo el trabajo que hace, porque don Chema desea que otras personas se integren en esta labor.

Antes que le detectaran IRC él trabajaba en una fundación donde promovían la lectura infantil, ahí nació su pasión. LA PRENSA/Uriel Molina.
Antes que le detectaran IRC él trabajaba en una fundación donde promovían la lectura infantil, ahí nació su pasión. LA PRENSA/Uriel Molina.

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