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Escuadrón Suicida

Crítica de cine: Escuadrón Suicida

La película pretende vender una actitud irreverente, en contraste al estoicismo sombrío de Superman y Batman.

La nueva película de DC Cómics, el último disparo en su guerra con Marvel, se vende como irreverente y confrontativa. Es su versión de Guardianes de la Galaxia y Deadpool. Llega empujada por una ola de mercadeo que la presenta como un éxito ineludible de taquilla. Puede que así sea, pero eso no significa que sea buena.

El Escuadrón Suicida supone una línea alternativa a los superhéroes. Los archienemigos son reclutados por el gobierno para conformar un escuadrón mercenario, destinado a ejecutar misiones ultrasecretas. Por ser criminales, son eminentemente desechables. En las páginas de los cómics, a lo largo de décadas, el grupo ha presentado varias alineaciones. Aquí, tenemos a Deadshot (Will Smith), un letal asesino a sueldo; Harley Quinn (Margot Robbie) es una psiquiatra corrompida por El Guasón (Jared Leto); Diablo (Jay Hernández), un pandillero latino con poderes pirokinéticos; Croc (Adewale Akinnuoye-Agbaje), un hombre con genes de cocodrilo; y Boomerang (Jai Courtney), un ladrón de bancos… que sabe usar un boomerang. Los “buenos”, también moralmente complicados, son la burócrata a cargo del grupo, Amanda Waller (Viola Davis), su lugarteniente en el campo de batalla, Rick Flagg (Joel Kinnaman); y su novia, la antropóloga Jane Moore (Cara Delevigne), enrolada por estar poseída por una poderosa bruja milenaria. Añádale apariciones especiales de Batman (Ben Affleck) y Flash (Ezra Miller), y el resultado es un embotellamiento de personajes que requiere un policía de tráfico.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Juan Carlos Ampié, crítico de cine.

La película pretende vender una actitud irreverente, en contraste al estoicismo sombrío de Superman y Batman. Sin embargo, su visión contracultural es eminentemente conservadora y reaccionaria. Los antihéroes son celebrados por practicar la violencia con abandono. En Escuadrón Suicida, decenas de civiles y militares anónimos mueren sin que se vea una gota de sangre en pantalla. Su personaje insignia, Harley Quinn, es una versión hipersexualizada de femenidad, condimentada con ideas prefeministas. En una secuencia que dramatiza sus deseos más íntimos, solo quiere tenerle dos bebés al Guasón y ser una ama de casa sacada de la década de los 50.

El esquema de historia de origen obliga a que veamos a Amanda Weller reclutando a los villanos. Cada uno recibe una escena introductoria. O dos, o tres. Cuando la trama propiamente dicha arranca, el caos de la dirección y la edición oscurece las ironías: la hechicera logra revelarse contra Weller, y el escuadrón suicida tiene que salvarla. La agente no sabe que está creando su propia crisis, y enrolando a su equipo redentor. A pesar de sus pretensiones “adultas”, el guion del también director David Ayer solo ofrece una fantasía de misticismo infantil. En el pasado, Ayer ha dirigido películas de acción con sensibilidad, como “End of Watch” (2012) y “Fury” (2014). Sin embargo, aquí la maquinaria de ensamblaje taquillero lo atropella. Escuadrón Suicida se siente convulsiva y abrupta, sometida a los caprichos de los ejecutivos y los grupos focales de espectadores anónimos.

Los únicos que salen ilesos de este desastre son Will Smith y Margot Robbie. Cada vez que aparecen en pantalla, la película chispea con posibilidades. Se ha hecho mucha propaganda al casting de Jared Leto como el Guasón, pero sus escenas son eminentemente desechables. Viola Davis es simplemente demasiado buena para esto. Pero la que se lleva la peor parte es Cara Delevigne, en el ridículo papel de la hechicera. El clímax la obliga a desatar su magia a través de una ridícula danza aderezada de efectos especiales. No estaría fuera de lugar en un videoclip de última categoría. ¿Quiere ser realmente trasgresor? Quédese en casa leyendo un cómic.

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