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El cementerio de La Lagartera, en Camoapa, está dentro de una propiedad privada y los dueños ya no van a permitir que se sigan enterrando más personas fallecidas. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

Los poblados de Camoapa sin tumbas

Los pobladores de La Lagartera y Potrero Alto, en Camoapa, están alarmados porque desde la última vez que murió una persona en la zona, en marzo pasado, se dieron cuenta que no tienen un cementerio para enterrar a sus muertos.

¿Qué será más complicado, vivir o morir? Al menos en La Lagartera, La Calera y Potrero Alto, tres comunidades de Camoapa, en Boaco, que alguien se vaya a morir es algo que tiene preocupados a sus pobladores porque no cuentan con un cementerio de la comunidad, de uso público. Los dos camposantos que existen son muy pequeños, no prestan las condiciones y, lo peor, están en tierras privadas y los dueños de las mismas no están dispuestos a permitir nuevos inquilinos.

La última persona en morir en la zona fue Juanita Rodríguez, de 76 años de edad. Falleció el miércoles 30 de marzo del año en curso. Tenía diabetes y se había complicado de la presión, el hígado y los pulmones. El último suspiro lo dio en el Hospital San Francisco de Camoapa, a las 9:00 de la mañana, y a las 10:30 de la mañana, el cadáver ya había sido trasladado a su casa, en un lugar que se llama La Tunca.

Inmediatamente sus familiares procuraron asegurar el lugar donde la iban a enterrar: el cementerio más cercano, en La Lagartera. Pero se llevaron una sorpresa. Les negaron el permiso para sepultar a Rodríguez.

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El cementerio de La Lagartera, en terrenos propiedad de Jorge Ortega Somoza. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

Germán Fargas Rodríguez, sobrino de la difunta, recuerda que a esa hora comenzó una odisea: encontrar un lugar que sirviera como última morada para su tía. Anduvieron de cementerio en cementerio. En un lugar que se llama Matamba les dieron permiso “a regañadientes” pero finalmente la enterraron al día siguiente de su muerte en el cementerio de Camoapa, donde una persona amiga donó una tumba. Un sepulcro allí vale más de 100 dólares. Además, Camoapa está a unos 15 kilómetros de La Lagartera.

No era la primera vez que en la zona se presentaran dificultades para un enterramiento, sin embargo, el caso de Juanita Rodríguez encendió la alarma entre la población de las comunidades: ya no hay dónde dar sepultura.

Un jardín que desapareció y dos camposantos familiares

El cementerio más antiguo de la zona estaba en la finca propiedad de Marcelino Matus, en La Lagartera, comunidad llamada así porque en una poza del río Quilile —nadie sabe de dónde salió ni adónde se fue— había un lagarto.

Alejandro Obregón López, de 95 años de edad, es sobrino de Matus y recuerda ese cementerio. “Eso era lindísimo. Era bien lindo, parecía jardín. En Semana Santa lo tenían bien barrido, puras flores. Digamos que era el panteón general. De todos lados venían a enterrar gente aquí”, rememora Obregón López.

Alejandro Obregón López y su esposa Bernardina Murillo, de la comunidad La Lagartera, Camoapa, Boaco. LA PRENSA/ EDUARDO CRUZ
Alejandro Obregón López y su esposa Bernardina Murillo, de la comunidad La Lagartera, Camoapa, Boaco. LA PRENSA/ EDUARDO CRUZ

El sobrino recuerda que Matus le vendió la propiedad a la familia de José de la Cruz Ortega González y que los compradores todavía le dijeron a su tío: “No te vayás Matus”. Pero el tío se fue y a la semana se murió. Ese primer cementerio de La Lagartera desapareció después de la guerra de los años ochenta. La finca cambió de dueño y el cementerio fue convertido en potrero. Las cruces, que eran de madera, las echaron al fuego.

La mamá de José de la Cruz Ortega, Trinidad González, nació en 1887. Los últimos años de su vida los pasó en La Lagartera. Ella murió por picadura de una culebra que le decían “cola blanca”, según cuenta su nieto Orlando Ortega Somoza, y la familia decidió enterrarla en la finca. Al poco tiempo, el 6 de enero de 1919, murió un hijo de la señora, de nombre Nicasio de la Cruz Ortega. La familia lo enterró junto a su madre.

Poco a poco los vecinos le fueron pidiendo permiso a la familia Ortega González para que les dieran un lugar dónde sepultar a sus seres queridos, junto a las tumbas de Trinidad y Nicasio. Y así se fue formando un pequeño cementerio, el segundo ubicado en La Lagartera, pero que también está en terreno privado.

Las vacas

En La Calera y en Potrero Alto también había cementerios pero igualmente ubicados en terrenos privados. El de La Calera dejó de existir cuando la finca del lugar cambió de dueños y fue convertida en potrero. Las cruces desaparecieron. La gente de La Calera ha estado llevando a sus seres queridos a enterrar en Potrero Alto.

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El cementerio de Potrero Alto, en tierras privadas del doctor Edmundo Robleto, exalcalde de Camoapa. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

El camposanto de Potrero Alto todavía existe. Y está en la propiedad del médico Edmundo Robleto, quien fue alcalde de Camoapa. Al igual que el de La Lagartera, el cementerio de Potrero Alto es pequeño. Mide unos 40 metros cuadrados. En su mayoría son pequeños sepulcros identificados solamente por cruces de madera, viejas, que en muchos de los casos solo está el palo vertical. El horizontal, que forma la cruz, está caído o ya no existe. Como está en un potrero, los alrededores de las cruces casi siempre están llenos de excremento de vaca.

María Magdalena Marín Ráudez, de 56 años de edad, vive casi a la par del cementerio de Potrero Alto. Marín dice que ese cementerio en realidad es más grande que los 40 metros cuadrados que actualmente tiene, pero como está en un potrero las vacas se meten y destruyen las cruces. Hay muchas tumbas pero sin cruces y se están perdiendo. Este año no ha muerto nadie en Potrero Alto, pero el año pasado se murieron tres y cuando estaban cavando las tumbas se encontraron con huesos de otros cadáveres. Solo los pusieron a un lado.

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María Magdalena Marín Ráudez, vecina del cementerio de Potrero Alto, en Camoapa, Boaco. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

Según Marín, el doctor Robleto ha dicho a los pobladores que cerquen el cementerio, solo donde hay tumbas con cruces, y que después de eso ya no va a permitir que haya más entierros. Entonces la gente no ha hecho la cerca para que el cementerio no tenga límites. Aun así, según los vecinos, el doctor Robleto no permitirá que más personas sean enterradas en su propiedad. Agregan que Robleto solo permite que sean enterrados los familiares de sus trabajadores o personas allegadas a él. LAPRENSA buscó a Robleto en su casa, en Camoapa, pero no estaba. Se le buscó por otras vías, pero no respondió. Una vecina del cementerio, Georgina Incer, indicó que la población está preocupada porque van a tener que enterrar a sus familiares “uno sobre otro” si Robleto finalmente cerca el cementerio y este último no se extiende.

Un hombre caritativo

José de la Cruz Ortega González murió hace como 10 años. La gente de La Lagartera lo sintió. Él fue quien donó los terrenos para una capilla y la escuela de la comarca. Y también era quien permitía que sus vecinos enterraran a sus familiares en el cementerio ubicado en su finca.

Cuando murió, Ortega González dejó su finca a sus hijos. Uno de ellos, Jorge Ortega Somoza, quedó a cargo de la parte de la finca donde está ubicado el cementerio. Pero Jorge Ortega se fue a Estados Unidos y su esposa, Faymeri Martínez Flores, quedó a cargo de la propiedad. Fue ella quien no permitió que enterraran en el lugar a Juanita Rodríguez.

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Orlando Ortega Somoza, hijo de José de la Cruz Ortega González. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

Alejandro Obregón López, el sobrino del primer dueño de las tierras, Marcelino Matus, se quedó trabajando para José de la Cruz Ortega cuando su tío vendió. Junto a su esposa, Bernardina Murillo, de 80 años de edad, Obregón no se preocupa por dónde van a quedar una vez que pasen a mejor vida. “José de la Cruz Ortega nos dejó un trechito donde nos van a enterrar, dos bóvedas. Ese es mi panteón, está aprobado por todos”, dice Obregón, dando a entender que los hijos de Ortega también están sabidos que los dos viejitos sí serán enterrados en el cementerio de La Lagartera.

Cerca de donde Obregón vive Esmeralda Obando Sánchez, de 80 años de edad. Una viejita bien enérgica. Ella nació en Boaco pero desde los 10 años de edad vive en La Lagartera. De hecho, la casa donde vive está en un terreno que se lo donó José de la Cruz Ortega González. Pero a ella no le dejó lugar en el cementerio. De todas maneras, dice Obando Sánchez, ella no piensa en la muerte. “Dios sabe dónde me va a ir a dejar”, dice Obando entre risas.

“Es familiar”

El día que los familiares de Juanita Rodríguez llegaron adonde Faymeri Martínez Flores ella les negó el lugar para enterrarla porque la finca no es de ella. Así lo explicó cuando LAPRENSA la buscó en su casa, en Camoapa.

“Allí (la finca donde está el cementerio) era de mi suegro (José de la Cruz Ortega). Eso le quedó a mi esposo (Jorge Ortega) pero él no está aquí. Mi suegro hizo el pedacito (de cementerio) para sus familiares, pero la gente le pedía (espacio). Mi suegro era linda gente y le daba espacio a la gente”, explica Martínez Flores.

Ella confirma que en el actual cementerio de La Lagartera, además de los familiares de Jorge Ortega, solamente serán enterrados Alejandro Obregón López, su esposa Bernardina Murillo y otro señor que no identificó. Además, sugiere a los pobladores de la zona que gestionen un cementerio con la Alcaldía de Camoapa.

Los pobladores de las comunidades sin cementerio piensan que “menos mal que casi nadie ha muerto”, porque no saben adónde sepultarán a sus seres queridos de ahora en adelante. Para ellos, es menos complicado estar vivos.

Gestiones sin respuestas

Los pobladores de La Lagartera, La Calera y Potrero Alto, en Camoapa, departamento de Boaco, han hecho gestiones en la Alcaldía de Camoapa para que se haga un cementerio público que les sirva a las comunidades, pero no han obtenido respuestas.

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La comunidad Potrero Alto, en Camoapa, Boaco. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

Esperanza Hernández, la divulgadora de la Alcaldía camoapeña, prometió informar a LA PRENSA si en la comuna había alguna solicitud de cementerio en trámite, pero finalmente no brindó ninguna información.

Los pobladores afectados ya no quieren cementerios en terrenos privados, porque con los cambios de dueño nuevamente surgen los problemas.

“Este año (2016) solo se ha muerto una persona. Pero cuando se muere una ahí nomás van en chorrera, 3 o 4”, indicó Lucía del Rosario Murillo Martínez, de 40 años de edad, habitante de La Lagartera, sobre lo urgente de que se haga un cementerio en la zona.

“El cementerio es una necesidad en esta comarca. No solo los viejitos se pueden morir, sino también los niños, los jóvenes, yo misma. Y no estamos seguros dónde vamos a llevar a enterrar a nuestros seres queridos. Es triste”, dijo Cecilia Virgenza Suazo, de 37 años, también habitante de La Lagartera.

Una tumba de ocho mil dólares

Lo que más sobresale en el cementerio de la comunidad Potrero Alto es ver todas las cruces viejas, débiles, rodeando a una tumba hecha de ladrillos rojos, muy bonita. Bien adornada con coronas de flores y cercada con rejas de hierro para que no la dañen las vacas. En esa tumba está enterrada Asunción Marenco, una mujer que murió joven hace 41 años, tras dar a luz a su primer hijo, a quien sus familiares llamaron Alexander Marenco.

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La tumba que le mandó a hacer Alexander Marenco a su madre Asunción Marenco destaca en el cementerio de Potrero Alto, Camoapa, Boaco. LA PRENSA/ CARLOS VALLE

Al niño se lo llevó una abuela a Managua, primero, y después a Estados Unidos, donde terminó de criarse. Alexander regresó a Potrero Alto hace dos años a hacerle la tumba a su madre.

El hijo compró los materiales y contrató a unos albañiles para que le construyeran la tumba. Él se fue a Estados Unidos pero dejó al cuido de la obra a María Magdalena Marín Ráudez, quien cuenta que al final hizo falta material y Alexander tuvo que enviar más dinero. Al final la tumba de Asunción Marenco costó ocho mil dólares.

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