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Horizonte Profundo

Crítica de cine: Horizonte profundo

Horizonte profundo reconstruye el desastre ocurrido el 20 de abril del 2011, en una plataforma petrolera del Golfo de México.

Horizonte profundo reconstruye el desastre ocurrido el 20 de abril del 2011, en una plataforma petrolera de la empresa British Petroleum, ubicada en el Golfo de México. 11 obreros murieron tras una explosión que devastó completamente la estructura. Además del saldo mortal en vidas humanas, el derrame de petróleo se convirtió en una de las peores catástrofes ambientales de nuestros tiempos.

Al principio, no vemos seres humanos, solo la estructura metálica que extiende tubos como tentáculos hacia el suelo del mar. Algo anda mal. El hecho noticioso condiciona el factor sorpresa, por eso, el director Peter Berg se concentra en cultivar la conexión emocional del espectador con los personajes principales, miembros de la clase obrera norteamericana, victimizados por la codicia de la gran corporación. Escenas de plácida domesticidad introducen a Mike Williams (Mark Whalberg), jefe de mantenimiento, despertando en el día que debe reportarse para un turno de 21 días en el mar. Comparte un desayuno con su esposa (Kate Hudson) y su pequeña niña. Ella le muestra como expondrá ante su clase una descripción del trabajo del padre, con un sencillo experimento de ciencia. La escena, además de cultivar simpatía por el protagonista, ilustra el funcionamiento de la plataforma y el proceso de extracción de petróleo.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine.
Juan Carlos Ampié, crítico de cine.

Como el armatoste de la torre petrolera, la estructura de la película se exhibe a la vista. La antesala al desastre funciona como pieza de suspenso, apoyada en la descripción de las omisiones grandes y pequeñas que condujeron al siniestro. Sabemos lo que los personajes no saben, dándole una carga ominosa a cada declaración: “¿Hicieron la prueba de cemento?” “Pregúntale al jefe”. El detector de humo no sirve, los teléfonos se cortan…. ¡Oh, no! Los trabajadores son víctimas y héroes, y los altos ejecutivos los villanos. Para más señas, el principal culpable es encarnado por John Malkovich. Por una vez, esto no es una condición maniquea. Realmente, los ejecutivos de BP fueron responsables, al obviar controles de seguridad por ahorrarse unos dólares más.

El problema de Horizonte profundo es que Berg, trabajando sobre el guion de Matthew Michael Carnahan y Matthew Sand, no logra infundir en su película un nivel de significado o emoción que la lleve más allá de la simple relación de hechos. Es como uno de esos programas de TV que dramatizan catástrofes, pero sin entrevistas y con buenos actores suplantando a los personajes reales. La mejor escena del filme es la más sutil, y no luce a ninguna estrella: los tripulantes de un barco cercano descubren el accidente cuando un pelícano bañado en petróleo irrumpe en su cabina, golpeándose contra las ventanas hasta que cae muerto en el suelo. En segundos, sugieren el impacto ecológico y vaticinan la dimensión mortal del evento.

La película es un drama procedimental, moviéndose inexorablemente desde el punto A hasta el B. Se puede albergar algo de anticipación por ver si sobreviven los buenos —Kurt Russell, como el administrador general, es una figura paternal benéfica—, así como un castigo ejemplar para los culpables. Pero el verdadero foco de interés está en la mecánica. Cuán persuasivas es la reconstrucción, paso a paso, del desastre. Whalberg puede saltar sobre las llamas, pero no compite con la edición de sonido: el ruido de los tornillos que salen disparados como balas, la alarma que suena incesante, el vapor que corta como cuchillo los tímpanos. Horizonte… cae en curioso dilema ético. Una tragedia real se vuelve entretenimiento. La pregunta del millón es si esto honra el sacrificio de las víctimas o si lo convierte en espectáculo. A usted le toca decidir.

 

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