Con cada vez más frecuencia vemos publicidad que nos ofrece altos porcentajes de descuento si hacemos una compra con tarjeta de crédito. La vemos en redes sociales, publicaciones impresas y hasta nos llega al correo electrónico. Estoy segura que la mayoría se ha topado con esas atractivas promociones, pero muy pocas personas saben en qué consisten con exactitud. Hoy aclaramos las dudas.
Primero hay que dejar clara una diferencia en este tipo de descuentos: los hay inmediatos y otros se ven reflejados hasta el próximo estado de cuenta. Los primeros se aplican al momento en que se realiza la compra y usa como referencia el monto a pagar antes de impuestos. En el segundo caso se factura con la tarjeta de crédito el monto total de la compra (sin descuento), el cual deberá pagar; el porcentaje a deducir se aplica posteriormente, en el siguiente estado de cuenta luego de la fecha establecida en la promoción.
Montos máximos y mínimos. Independientemente del tiempo en el que se aplique el descuento, ese tipo de promociones establecen montos mínimos de compras y montos máximos de la rebaja (reembolso). Muchas veces obviamos esos datos que siempre están presentes en los afiches que la promueven. En caso que no sea descuento inmediato, ahí también se especifica en qué fecha termina la promoción y así podrá saber cuándo la verá en su estado de cuenta.
Un ejemplo de ello son los descuentos en librerías previo al inicio del año escolar, puede que haya hecho su compra a finales de enero y su corte sea a mediados de febrero, pero si la promoción se extiende hasta inicios de marzo, verá el descuento hasta entonces.
Costos compartidos. Para que exista una de estas promociones el banco y el comercio deben hacer un acuerdo previo, donde se establece qué porcentaje asume cada uno. Eso es una negociación interna distinta en cada caso. Es decir que de ese 50 por ciento que le van a reducir, ni el banco ni el comercio lo asumen en totalidad, comparten el costo.
¿Cuál es el propósito? Los beneficios para los comercios y bancos son múltiples. En el caso de los primeros es incrementar considerablemente sus ventas, aún a costa de menores ganancias. En ese caso apuestan al volumen. Los bancos, por su parte, pueden ganar nuevos clientes con estas promociones (aquí compiten por cuál ofrece los mejores descuentos y más útiles) y pueden fidelizar a los que ya tienen, además que ganan con el financiamiento de ese monto que sí debe pagar, después de aplicada la rebaja.
Hace algunos años el diario La Nación, de Argentina, publicó que una entidad “muy activa” en este tipo de promociones reconoció off the record (es decir que no se podía revelar la fuente) que “tentados con las promociones y los descuentos, muchos clientes terminan gastando más de lo que su capacidad de pago les permite y a la hora de pagar la tarjeta refinancian parte de sus compras en cuotas, lo que significa un ingreso adicional para el banco en concepto de intereses”.
Para darle peso a sus pesos se debe hacer un uso racional de este tipo de promociones: solo si coincide con gastos que ya había previsto realizar (vuelvo al ejemplo de los útiles escolares), no crearse necesidades a partir de las mismas. Recuerde que comprar con descuento NO es ahorrar, es simplemente gastar, y se convierte en una salida de dinero muy negativa si se hace para algo innecesario.
Asimismo, de ser posible, opte por promociones de este tipo que son aplicables a las tarjetas de débito, pues así estará haciendo la compra con su dinero, por tanto no pagará intereses y no corre el riesgo de endeudarse fuera de su capacidad. No todos los bancos ofrecen las promociones para tarjetas de débito, pero algunos sí lo hacen. Indague un poco y maximice su dinero.
(*)Editora de Activos y asesora en finanzas personales.
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