Hace un año, Jonel Pacheco parecía una mezcla de naturalidad, armonía y precisión, mientras ejecutaba su swing. Y lo mejor era el producto. Llenó los campos nacionales de imparables, mientras imponía un nuevo récord de bateo con .427 (103-44).
Un año atrás, Darwin Cubillán dio la impresión de ser la versión local de Mariano Rivera. Estuvo perfecto. Convirtió las 17 oportunidades de salvamento que tuvo para imponer una marca, no cedió carreras en 29.1 innings y fue el Más Valioso.
Ahora, para encontrar a Pacheco hay que observar con binoculares en la lista de los mejores bateadores. Su .222 de promedio lo tiene en el fondo, mientras la preocupación llega a la dirección de los Gigantes, donde se ha considerado incluso separarlo.
Cubillán no vive una historia diferente. Después de siete actuaciones, tiene 0-1 y 7.27, por siete carreras limpias, de 12 en total, en 8.2 innings. Admite 10 hits y obsequia cuatro bases. Ahora cuando sale al box, los fanáticos granadinos arrugan la cara.
¿Qué puede estar pasando? A sus 34 años, Pacheco debería estar resolviendo esta liga. Hablamos de un jugador subió hasta AAA, que bateó sobre .300 en dos campañas con Aragua en Venezuela y que viene de rendir en México con Veracruz.
El año pasado aquí fue un huracán. Con su promedio de .427, dejó atrás la marca de .416 de Yurendell de Caster en el 2012. No hubo forma de dominarlo. Sin embargo, necesita reaccionar porque las expectativas sobre él, son elevadas en Rivas.
Cubillán va en ruta a los 44 años y aunque el tiempo no pasa en vano, uno no imagina un desplome tan drástico. Luce demasiado frágil. Su explicación es que no está en su mejor forma. Pero en Granada lo necesitan al tope. Tiene que reaccionar.