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Adolfo Acevedo

LAPRENSA/ARCHIVO

El señor Trump y los TLC

Desde nuestro punto de vista, representa una ignorancia de primer orden pensar que se va a desmantelar, de una manera tan sencilla.

A lo largo de la campaña presidencial norteamericana, el señor Donald Trump denunció los Tratados de Libre Comercio negociados por las administraciones federales anteriores como los responsables de la pérdida de los buenos empleos que, en otras épocas, eran generados por la industria manufacturera en su país.

Sobre esta base prometió renegociarlos, con el fin de lograr que las empresas norteamericanas que deslocalizaron segmentos de su producción hacia los países con los que se suscribieron estos acuerdos, retornasen a los EE. UU. En su defecto, impondría a los productos de estas empresas elevados aranceles.

Pero, en primer lugar, la reducción en el empleo manufacturero en los EE. UU. tiene que ver, en una medida fundamental, con el hecho de que la automatización ha elevado la productividad manufacturera hasta el punto que hoy se produce un PIB manufacturero que duplica al pasado, con una fuerza de trabajo mucho más reducida. A eso se le denomina cambio estructural. En realidad, en los EE. UU. la reducción del empleo manufacturero se viene produciendo desde los años 70, y continuará, en la medida en que la automatización se siga acelerando.

Por otra parte, en efecto se han trasladado a terceros países operaciones de ensamblado para aprovechar las ventajas competitivas de costos y fiscales existentes en cada caso, y sobre esa base se han estructurado las denominadas “cadenas globales de valor”.

Desde nuestro punto de vista, representa una ignorancia de primer orden pensar que se va a desmantelar, de una manera tan sencilla, gran parte de la división internacional del trabajo que se ha estructurado de esta manera, al punto que en la actualidad dos terceras partes del comercio mundial se compone de bienes intermedios.

En realidad, nunca me quedó claro qué disposiciones de los Tratados de Libre Comercio podrían reformarse en términos de evitar que las empresas norteamericanas localicen sus operaciones de ensamblaje en nuestros países. En particular, no está claro cómo pueden ser modificadas sin cambiar todo el sentido de los tratados, y todo el sentido de la actual forma de globalización.

Las denominadas cadenas globales de valor se han desarrollado precisamente sobre la base de que las corporaciones pudiesen localizar sus diversas operaciones allí donde les resultase más redituable en términos de la corporación global. Además, gran parte del sentido de los TLC con los EE. UU. para nuestros gobiernos ha residido en la atracción de la inversión de empresas de ese país, ofertando nuestras ventajas competitivas de costos (y fiscales), asegurando a la vez el acceso libre de arancel al mercado norteamericano de los productos ensamblados por estas empresas.

Detrás está, y esto parece mucho más plausible, la amenaza de imponer una tasa arancelaria proteccionista del 35 por ciento a las importaciones que ingresen a los EE. UU. provenientes de operaciones de ensamblaje efectuadas por empresas norteamericanas en nuestros países. Esta medida tendría un impacto devastador sobre nuestras economías.

Por otra parte, el señor Trump ha prometido que, tras declarar a China un país “manipulador del tipo de cambio”, impondrá un arancel del 45 por ciento sobre las importaciones de este país. Pero el propio FMI ha establecido que, después de que China ha estado revaluando su moneda por más de una década, la misma ya no está subvaluada como en el pasado. Es la sobrevaloración del propio dólar lo que más afecta hoy a los exportadores norteamericanos.

Por otra parte, el problema con “Chimérica” es que se trata de una dependencia recíproca, de una simbiosis. Si uno le dispara en el pie al otro, se dispara a sí mismo. ¿Quién más en el mundo tiene la capacidad de comprar los bonos del Tesoro para financiar el déficit norteamericano? Por otra parte, China ya anunció que respondería una a una a todas las medidas norteamericanas, lo cual implica que si el señor Trump cumple su promesa, se desataría una guerra comercial entre las dos economías más grandes del planeta.

*Economista
[email protected]

Economía TLC Trump archivo

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