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José Bernard Pallais Arana

Gatopardismo

Ortega y Murillo al no lograr la legitimidad que pretendían con la farsa del 6 de noviembre pasado, se verán obligados a intentar un nuevo mecanismo que les permita conservar el poder suplantando la legitimidad que les negó la soberanía popular mediante un proyectado diálogo con los partidos zancudos, los empresarios y sectores religiosos que han constituido sus principales bases de apoyo. Esto constituiría una nueva farsa pasando de la farsa electoral a un falso acuerdo nacional.

En la teoría política el gatopardismo consiste en cambiar todo para que nada cambie y tiene su origen en la paradoja del libro El Gato Pardo contenida en su famosa cita: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

El falso diálogo que ya se vislumbra ha provocado incluso el entusiasmo de quienes podemos denominar neozancudos, deseosos de incorporarse a los beneficios de un nuevo pacto prebendario al que aspiran, llegando al extremo de que algunos seudoopositores sostengan el absurdo de que es factible salir de Ortega con Ortega, tropicalizando la paradoja lampedusiana.

Otros más, bajo la excusa de un pretendido realismo político, se han atrevido a sostener que lo robado, robado está y que debemos conformarnos con unos pocos cambios que maquillen la dictadura. Olvidando las enseñanzas del evangelio que en la parábola de Zaqueo nos da una gran lección de ética política al comprometerse el publicano a devolver lo robado, que en el caso de nuestro zaqueo es el robo del derecho a elegir por parte de los ciudadanos.

El pasaje bíblico nos enseña que solamente la restauración junto con el arrepentimiento pueden lograr el reconocimiento de la comunidad y la aceptación de la sociedad que para los efectos de la justificación ética del origen del poder se conoce como legitimidad.

Ortega y sus cómplices deberían conocer que la gobernabilidad únicamente deviene del reconocimiento social por parte de los ciudadanos y sin este consenso indispensable no puede alcanzarse la paz y la estabilidad que el país requiere urgentemente asegurar.

El 6 de noviembre los nicaragüenses en forma callada pero de manera impactante gritaron con su silencio que el actual sistema político ya no funciona, exigiendo con su abstención la restauración de la democracia que solo puede fundarse en la decisión mayoritaria, en una votación auténticamente democrática en que los votos se cuenten y valgan.

La recuperación del derecho a decidir es una demanda insoslayable que no admite nuevas farsas o artimañas, incluso los gobernantes no pueden seguir engañándose, el modelo político que han impuesto es insostenible; carece de viabilidad nacional e internacional, la paz social e incluso el comerciar, el financiarnos y el desarrollarnos no es posible si no retomamos el camino de la democracia, no hay otros caminos, cualquier atajo solo nos puede llevar al desastre.

Habiéndose roto el pacto social, garantía de nuestra convivencia como nación, es elemental el intentar concertarlo no cambiándolo todo sino cambiando lo esencial, en que todos podamos decidir y que la mayoría elija respetando a las minorías, el resto viene por añadidura y solo así se alcanzará la legitimidad y la legalidad que se requiere y cuya ausencia únicamente garantiza una permanente crisis política.

El autor es abogado.

Opinión Daniel Ortega Rosario Murillo archivo

COMENTARIOS

  1. Margue
    Hace 7 años

    Esa opción se ve en la cola del gato. En realidad el pueblo ha demostrado rechazo total con abstenerse, pero deben salir jovenes políticos, sin miedo, con honradez, valentía y ética. Así sepultaremos a viejos políticos, a policias corruptos y a militares guardianes de dictadores.

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