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siglo XXI, corrupción, metamorfosis
Enrique Jiménez

De elecciones y güegüenses

Me  impresionó la sinceridad de un campesino que vive en la falda del Casita. Me encontraba en esta bella tierra posoltegana, atendiendo una consulta de un hermano de este hombre, curtido por los vientos que azotan estos campos chinandeganos, dorados también por los “soles del rojo verano”. El hombre dijo: ¿Doctor, me ve el dedo pintado? es que yo fui a darle el voto a doña Mirta, ella es liberal y nos ha hecho muchas cosas; cuando fue alcaldesa, inventó la comida para los de la tercera edad, no fallaban las provisiones para mi tía Chepita ¡yo fui por eso!

El sábado siguiente LA PRENSA publicó la lista de los diputados y leo: Mirta  Mercedes Carrión, diputada PLC.

Sentí un mecidón esa mañana que vi en aquel hombre de mi tierra, una decisión a prueba de halagos, subterfugios e incluso amenazas. Para él, no habían valido encuestas, analistas políticos, campañas de votar o lo contrario, fue suficiente lo que vio en doña Mirta, su honestidad, servicio a su comunidad y se le encendió su corazón liberal y agradecido. En su dedo “pintado” que no ocultaba, estaba estampado su corazón desnudo. Había superado suspicacias, como la de aquella dama que cuando le comenté el voto de aquel hombre, me dijo: “Eh, seguro que en la casilla presidencial, le marcaron lo que quisieron”. Pero él, ya había decidido y su voto tiene el tamaño del San Cristóbal, que retumbó glorioso, cuando este digno posoltegano, estampó su cruz en la casilla de doña Mirta.

La democracia es un sistema que independientemente de los apellidos que le quieran poner, representa la libre elección del ciudadano de quienes lo van a representar en el porvenir de la nación, no requiere de secretismos ni complejidades. El “cuido de los votos”, el ratón loco y otra serie de artificios son invenciones de los gánsteres de la democracia, para adulterarla. Provoca añoranza y respeto, la historia como comenzaron las elecciones en los Estados Unidos; republicanos y demócratas votaban directamente en la urna preparada para cada partido.

Los pueblos van cambiando en relación con las herramientas con que cuenta cada generación. Décadas atrás, nos comunicábamos a través del correo convencional o el “cablegrama”, actualmente el hombre usa el email, etc.

El cortejo amoroso precisaba de la visita fiel del pretendiente y el mirarse cara a cara; hoy basta una fotografía con solicitud de “pareja” en internet y a preparar la boda.

Es cierto que esta modificación generacional en la forma de vivir puede y de hecho provoca un modelo estereotipado de ser humano que de cierta manera adquiere un común denominador de pensamiento; sin embargo extraordinariamente el hombre permanece inmutable en su percepción o quizás intuición evolucionadísima, de apreciar en los demás lo bueno y lo malo, la sinceridad o la hipocresía.  Esto hace que las encuestas fracasen, las expectativas maquilladas o artificiosas, se vengan al suelo.

La legalidad se puede tapizar, presentar artificiosamente con sofismas y toda clase de retórica, pero la legitimidad de lo que se dice o hace no precisa de subterfugios ni se puede esconder, disimular o reconstruir; simplemente sos o no sos, en buen nicaragüense, “a nadie engañás”.

Esa función a la vez simple y superior de la que está dotado el ser humano e hipertrofiada en las almas impolutas, no complicadas, hace que todos, unos más otros menos, seamos inmunes ante las estafas, los engaños y falacias personales o colectivas. Al final, son los estafadores y falaces, los hipócritas y presumidos, quienes terminan engañados a sí mismos y acaban creyendo la falacia, que inventaron. Esto crea una alienación en distintas esferas, particularmente políticas y sociales.

El hombre de Posoltega, como jamás pretendió engañar a nadie, tampoco nadie ni nada podrá engañarlo jamás. Nicaragua respira a través de los pulmones de hombres como este. La oxigenación que dé vida y revitalice  los tejidos de nuestra nación, debe pasar por la sinceridad. La otra cara de la moneda del atavismo güegüense, es “a nadie engañás”. El nica guatusero  debe sumergirse  y  flotar el nica sincero, “honrado por la gracia de Dios”.

Debemos concertar, buscar consenso, hay que platicar.

El autor es médico.

Opinión #EleccionesNi2016 Nicaragua archivo
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