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Iván de Jesús Pereira

Es mejor prevenir que lamentar

Con la confirmación en los pasados días de Rex Wayne Tillerson como secretario de Estado de los Estados Unidos (EE. UU.), la formación de su equipo en el Departamento de Estado es cuestión de días. Significa que muy pronto habrá un nuevo subsecretario para Asuntos Latinoamericanos, que es en realidad el funcionario que monitorea la política con América Latina. Si a esto agregamos la confirmación de Marco Rubio, senador por la Florida como presidente del Subcomité del Hemisferio Occidental en el Congreso, lo que nos espera que salga de ese nombramiento, debido sobre todo al peso del lobby cubano-americano en la nueva administración norteamericana, no creo que sea agradable.

Los acontecimientos en Washington se están desarrollando de una manera muy rápida. Debemos de estar preparados para este cambio y distinguir con claridad lo que ha ocurrido. El presidente Obama era ante todo y sobre todo un intelectual, de izquierda. El nuevo presidente norteamericano, ha sido siempre un hombre de empresas, que le gusta ver resultados inmediatos, hombre de decisiones rápidas e inesperadas. Por eso tenemos que adelantarnos a los acontecimientos.

Contratar una firma para que haga lobby en Washington es una buena idea, pero eso no resuelve el problema de las relaciones EE. UU. vs. Nicaragua. La iniciativa conocida como “Nica Act” y su contrapartida el diálogo con la OEA, fueron estrategias concebidas para el caso de una victoria demócrata, pero sucedió lo contrario. Los republicanos ganaron y controlan además del ejecutivo las dos cámaras del legislativo norteamericano. Hoy dichas estrategias están desfasadas.

Lo que tenemos ahora es una administración con muchas palancas para causar daños, si no se previene a tiempo y se define una política clara con Washington. Tenemos que estar preparados para el peor escenario. Y la mejor preparación es actuar.

Nicaragua en todos estos años, especialmente en los últimos años del presidente Ortega, ha venido experimentando un progreso económico que si bien es cierto no ha llegado a todos los estratos del universo nacional, nos ha permitido desarrollar el país en paz y tranquilidad. Somos una sociedad relativamente segura, especialmente si se compara nuestro país con nuestros vecinos del norte.

Están en juego esos avances. El señor presidente ha demostrado haber acumulado una gran experiencia y un buen tino para sortear estas situaciones, creo que ha llegado la hora para que muestre su capacidad de estadista y reprima al político. Solo un acto claro y preciso, un vuelco de timón, que enrumbe al Estado nicaragüense en caminos verdaderamente democráticos, es lo que pude salvar la crisis.

No hay muchas opciones, la menos costosa diría yo, es un cambio por medio de la Asamblea, la cual el presidente domina, del Consejo Supremo Electoral y una reforma a fondo de la Ley Electoral, para disuadir cualquier estrategia que se esté preparando en contra del país. No tenemos tiempo para buscar soluciones a mediano o largo plazo. El presidente tiene en su mano la decisión de tomar la iniciativa y adelantarse a los acontecimientos o esperar a que rompa la crisis cuyos resultados nadie puede predecir.

El gran error de gobernantes como los de los treinta años conservadores, Zelaya, o los Somoza, no fue ser gobiernos fuertes, fue no estar dispuestos a ceder cuando vieron venir la crisis. Como resultado se hundieron y en cada uno de esos hundimientos el país como nación perdió. Espero que el presidente Ortega por el bien de él, de su familia y del país, sepa escoger.

El autor es abogado.

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