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siglo XXI, corrupción, metamorfosis
Enrique Jiménez

La salud, la gran desconocida

La salud en nuestro país  es un concepto desconocido, inapreciado. El término salud tiene varios usos: para brindar en los tragos ¡Salud pues!,  si alguien estornuda ¡salud!… El Jesús te valga es de gente “sencilla”.

La salud,  don de Dios ligado a la vida, debe ser conocida y estimada por el ser humano. Para su conocimiento es necesaria la instrucción proveniente de distintas fuentes, a saber: los padres en la familia, los médicos, el Estado. Su estimación, muy importante, es responsabilidad del individuo; entra en juego su voluntad,  es afirmar “yo decido ser sano”.

La salud no se limita a la ausencia de enfermedad, implica la sensación y el estado a la vez de bienestar, el uso a plenitud de los distintos órganos y sistemas e incluso instintos,  de que está dotado el hombre. El ignorar el concepto de la vida a plenitud, ocasiona de por sí, un “déficit de salud”; concepto desconocido.

Un joven puede estar en déficit de salud en relación con un viejo que está viviendo a plenitud, la fisiología propia de su edad. Una persona en la tercera edad puede estar en déficit de salud, si pretende echar “contramarcha” con el abuso de horarios  o acciones que le demanden esfuerzos mayores a sus capacidades, violando así  su fisiología natural.

En el otoño, la vida debe vivirse a plenitud, la clave es el discernimiento de las capacidades y la dosificación en las actividades. Se coloca en “déficit de salud” el hombre que aparentando potencia ingiere indiscriminadamente viagra aumentando la circulación a su pene, pero robando sangre a otros órganos trascendentales, como la retina, cerebro, corazón y riñones, con consecuencias funestas. También está en déficit, el adulto que ha olvidado la actividad, el ejercicio físico, que ha perdido la risa, estímulo de secreción de hormonas saludables que dan calidad de vida. Finalmente el niño, adolescente o joven “rebosante” que pasa horas interminables con el Nintendo y la televisión, sin percatarse que este sedentarismo  hace que se acumule más grasa en sus órganos y tejidos y que haya entre otras cosas un relativo “estancamiento” (estasis) de su circulación.

Irrespetamos niños, jóvenes y mayores el reloj natural del sueño y nos acostamos tarde, reduciendo el descanso, viendo la película de terror, la noticia espeluznante, etc.  Los expertos enseñan que por lo menos los diez últimos minutos antes de dormirse, deben ser llenos de tranquilidad, para que el sueño sea más reparador.

Asimismo al levantarse, debe haber ese período inicial de serenidad, para un día más efectivo. Desconocemos el beneficio de la aurora, el rocío matinal, la paz de un momento de comunicación con el Creador, en agradecimiento por la vida. El corazón agradecido es fuente de plenitud y evita el déficit de salud.

Una persona está en déficit de salud, cuando independientemente de su edad, no es capaz de vivir a plenitud su propia vida. Recuerdo al anciano de 93 años que consciente y con el corazón insuficiente, cuando le preguntó el doctor ¿cómo está? Contestó  seguro: ¡Bien! Pocas horas después falleció. Vivió a plenitud y murió sano.

La salud es proactiva, parte de una decisión personal, no admite dudas o “más o menos”, está ligada a vivir a plenitud. Requiere la sencillez, volver al “Jesús te valga”, contacto con la creación y su Creador. Inténtelo y me cuentan.

El autor es Médico, Neurorradiólogo.

Opinión salud archivo
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