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José Esteban González, fundador de la CPDH y gran defensor de los derechos humanos en nicaragua y a nivel internacional. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

La historia de José Esteban González, el anciano del video

La imagen de un video donde policías cargan de mala forma a un anciano al que pretenden detener se hizo viral en Nicaragua. Lo que no sabían los policías es que cargaban 78 años de historia dura y que no era esa la primera vez que ese anciano caía preso por defender los derechos humanos.

La mirada de odio más terrible que José Esteban González dice haber recibido en sus 78 años de vida, ha sido una de Tomás Borge. La recuerda bien. Era 1981 y González, que había sido fundador de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) en Nicaragua, estaba preso por informar a medios y organizaciones internacionales sobre las denuncias de torturas y ejecuciones cometidas por el Frente Sandinista poco tiempo después del triunfo de la revolución.

Lo sacaron de su celda en la Loma de Tiscapa y lo llevaron a la Casa 52, un lugar donde “despachaba” Borge, para que se retractara de todo lo que había dicho. Pero González se negó. Mientras aguardaba en una silla, el Comandante pasó frente a él. “Me echó una mirada de odio. Era desprecio”, dice.

Pero vea usted como son las vueltas que da la vida. Cuando la CPDH recién se había fundado uno de los primeros casos que José Esteban defendió fue el de dos jóvenes revolucionarios apresados en Tipitapa por la Guardia somocista: Tomás Borge y Marcos Jaen. “Lo que nosotros pedíamos era que se les hiciera un juicio público, justo y con derecho a defenderse, que no se les torturara, etc. Hicimos un acto en la UNAN”, narra González.

Digna Zamora de Corea, otro miembro fundador de la CPDH, aseguró que cuando a Borge, que era prisionero, lo llevaron al hospital por su estado de salud y lo encadenaron a la cama, González fue uno de los que llegó a exigir que lo soltaran.

Él no logra encontrar esa escena entre sus recuerdos, y se disculpa cada vez que puede por la mala memoria que ahora tiene. Sin embargo, siempre ha defendido sus derechos y eso no se lo ha quitado ni la edad. Recientemente, la Policía Nacional intentó arrestarlo cuando salió de casa a quitar con sus propias manos las llantas que impedían el paso en una de las calles principales de Diriamba, por una carrera de motos que había sido organizada en la ciudad.

Pero como ya le decíamos, defender una causa y que lo arresten por ello no es algo nuevo para él. Y en sus propias palabras, “ese ha sido el objeto de mi vida”.

Con una puerta de escritorio

José Esteban González, fundador de la CPDH y gran defensor de los derechos humanos en Nicaragua y a nivel internacional. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

Sus orejas saltonas le han hecho merecedor del mote de “conejo”. Tiene ojos chiquitos y sonrisa extendida. Cada vez tiene menos cabello, aunque unas cuantas hilachas blancas aún sobresalen del cuero pecoso. Pero el pelo no se lo ha arrebatado la edad. Imagínese, pues, que cuando Daniel Ortega estaba preso, en 1967, decía a los compañeros que llegaban a visitarlo a la cárcel, que por favor le saludaran a aquel “pelón burgués”, refiriéndose a José Esteban.

A Daniel Ortega, González lo había conocido a través de sus alumnos cuando era profesor de Lengua y Literatura, Francés y Filosofía en el Colegio La Salle de Diriamba. ”Entre los alumnos que yo tenía había algunos que eran bastante simpatizantes de la rebelión en contra de Somoza. Entre ellos habían dos o tres que eran del círculo de amistad íntimo de los hermanos Ortega: recuerdo nombres como Fernando Benavente, Selim Shible y Carlos Guadamuz”, dice González.

Sin embargo, José Esteban no era sandinista, pero no soportaba que las personas fueran rechazadas por el hecho de estar en contra del somocismo. Él fue víctima de ello. Estudió para ser hermano de La Salle y también quiso ser sacerdote. Sin embargo, por su lucha contra los crímenes de Somoza lo rechazaron del seminario.

González más bien era miembro activo del Partido Social Cristiano. Y de hecho, fue en una reunión de los partidos aliados conocido como UDEL (Unión Democrática de Liberación), que le avisaron que Borge y Jaen habían sido encarcelados.

“Nos reuníamos en la casa de Pedro Joaquín Chamorro y estando en reunión llegó alguien a decir “Acaban de capturar a Tomás Borge en Linda Vista”. Uno de los que estaba allí – como Tomás Borge era de una línea Marxista-Leninista – dijo, qué lo maten a ese tal por cual, y nosotros nos levantamos y dijimos: “No señor, él es un ciudadano y lo que tenemos que pedir es que respeten sus derechos”, cuenta González.

Para ese entonces, González ya había fundado la CPDH, pero aún estaba en pañales. La idea había nacido de los vejámenes y crímenes cometidos por la Guardia Nacional, y de cuánto sufrían quienes estaban en contra de Somocismo. En 1977 empezó a visitar abogados, sindicalistas, empresarios, hombres, mujeres, sacerdotes, socialistas, conservadores, liberales, para hablarles de la idea. Y así abrió la primera oficina de la CPDH en Nicaragua. Con pocas personas y pocos recursos.

Usaban una tabla como mesa. El propio escritorio de González era una puerta que se sostenía sobre dos burros. No tuvieron dónde instalarse hasta que lograron que el Partido Social Cristiano les prestara un cuarto de su local que tuviera salida a la calle. Y así empezaron. “La CPDH era tan necesaria que inmediatamente la gente respondió porque cada cual tenía un pariente, un amigo, un conocido que estaba sufriendo. Una señora que estaba viuda, una madre que tenía a sus hijos sufriendo, etc”, dice.

Cuando se cometieron los crímenes en Monimbó, González se fue hasta el lugar para ir casa por casa preguntando por las víctimas. En una de esas casas, una señora le entregó un frasco grande que tenía un pie adentro. El pie, dice, era de su hijo, y se lo había arrancado un bazucazo. “Y otro vaso que tenía un montón de dedos y pedazos de manos también”, cuenta González. Aquel hecho lo llevó a ser entrevistado por la revista Playboy. Los periodistas de medios nacionales e internacionales desfilaban todos los días por la pequeña oficina de la CPDH, sabían que ahí había noticia todos los días. Pero las denuncias pasaron de dos o tres al día, a ser decenas y decenas. Para 1979 José Esteban González sabía que tenía que hacer algo más.

Preso, perseguido y revoltoso

José Esteban González (izquierda) junto con el expresidente de Venezuela, Luis Herrera Campins, quien le dio asilo político durante la época somocista y los años 80. LA PRENSA/ Cortesía.

Con Somoza ya había estado preso dos veces por “revoltoso”. González rozaba la treintena cuando la Guardia lo apresó por primera vez. Estaba organizando una reunión de socialcristianos y lo echaron preso. “Me agarraron en la calle, porque habíamos puesto unas pancartas de propaganda y por supuesto era un delito”, cuenta. La segunda vez, también iba caminando por la calle cuando también lo agarraron y se lo llevaron. En esa ocasión iba acompañado de una muchacha que salió corriendo y gritando. Él ya estaba acostumbrado que le hicieran la vida imposible.

No era extraño que un día, Olinto García, el chófer del taxi que alquilaba, le avisara que venía un vehículo atrás persiguiéndolo. Lo persiguió Somoza y también lo persiguió el Frente Sandinista, pero esa es una historia que vamos a contarle más adelante.

Denuncias ante el Papa

José Esteban González durante una de sus visitas al papa Juan Pablo II, en el Vaticano. LA PRENSA/Cortesía.

Para 1979, cuando todo estaba peor en el país y las marchas antisomocistas cada semana eran más y más, decidió ir al El Vaticano para hablar con Juan Pablo II sobre los crímenes cometidos por Somoza. “En Roma hay una sala enorme que es donde el Papa hace generalmente las audiencias. Ahí entran como diez mil personas. Y las que tienen algo especial que decirle al Papa se ponen en primera fila. Yo tenía el nexo con la democracia cristiana, y ellos, que eran el gobierno entonces, me consiguieron por los canales oficiales que me pusieran en primera fila.

El Papa se acercó y él le entregó una lista de crímenes graves y detallados. El Papa los recibió y un fotógrafo oportuno grabó el momento. Cuando llamó a Nicaragua antes de regresar, le dijeron que mejor ni se apareciera, porque todo estaba empeorando y era imposible hacer algo. Empezó a recorrer varios países de América y Europa.

Era recibido por presidentes y primeros ministros con los que hablaba sobre las barbaries somocistas.

Se fue exiliado a Venezuela y allá, en el Palacio de Miraflores junto al entonces monseñor Miguel Obando, recibió la noticia del triunfo de la revolución. “Todo mundo se sorprendió”, dice González, cuando el entonces presidente venezolano Luis Herrera Campins anunció que Somoza abandonaría el país.

De Somoza a la Junta de Gobierno

José Esteban González estuvo preso durante la dictadura somocista y también en los años 80 por denunciar internacionalmente los ataques hacia los derechos humanos de los nicaragüenses. LA PRENSA/ Óscar Navarrete.

José Esteban tardó dos meses en regresar a Nicaragua. Fue a la CPDH de inmediato, y en la entrada de su oficina había unas cien personas exigiendo que les dijeran dónde estaban sus familiares.”Pasamos de tres o cinco empleados a 35 empleados, porque necesitábamos un trabajo enorme. Había que escucharlos. La mayoría eran familiares de Guardias que no sabían dónde estaban. Los habían capturado en sus cuarteles y se los habían llevado. Ni siquiera sabían dónde estaban”, narra.

Así como con Somoza visitaban los cuarteles para preguntar por los guerrilleros sandinistas desaparecidos y torturados, así empezaron a ir a las oficinas del Frente Sandinista a preguntar por los desaparecidos.

Un día de tantos, Tomás Borge lo mandó a llamar. José Esteban agarró su carro y se fue a Plaza El Sol, donde hoy son las instalaciones de la Policía Nacional. El lugar lo ocupaban Edén Pastora y Tomás Borge.

El Comandante Borge lo recibió y le dijo que era necesario que suspendiera sus actividades de calumnias y falsedades, le preguntó por qué se publicaban tantas cosas en LA PRENSA, y además sentenció que la CPDH tenía que desaparecer.

González se negó. Viajó por segunda vez a Roma y esta vez le entregó al Papa Juan Pablo una lista de violaciones a los derechos humanos cometidos por el Frente Sandinista. Durante el viaje, lo llamaron para decirle que las oficinas de la CPDH habían sido saqueadas por las milicias sandinistas. “La habían declarado ilegal y se veía que están fotocopiando los documentos”, narra.

El avión en el que regresó sobrevoló Managua durante una hora para ganar tiempo. En el aeropuerto lo esperaban un grupo de simpatizantes del Partido Social Cristiano, pero también habían llegado las turbas sandinistas en camionetas de los ministerios y el ejército. Lanzaron tomates, huevos y estaban listos para “trompear” a González cuando saliera. No le hicieron nada, pero a los pocos días cayó preso, otra vez.

En la oficina, un vehículo sospechoso había estado parqueado todo el día. Nadie se bajaba y nadie hacía denuncias. Después se fue a una celebración de bienvenida que le habían hecho los miembros de su partido y también estaba afuera el carro sospechoso que habían visto en la CPDH.

“Salimos volados”, dice. Para ese entonces, la Comisión de Derechos humanos contabilizaba casi 8 mil presos políticos y desaparecidos. Por eso perseguían a González. Se fue de prisa buscando la embajada venezolana para pedir asilo, pero antes pasó por la casa de su amigo Fabio Gadea pidiendo ayuda. No había nadie.

Cuando se montó en el carro otra vez, acompañado de su secretaria, un escolta, el coordinador de empleados de la CPDH y un chofer, los rodearon unos cuatro carros de la Seguridad del Estado. “Estaban Lenín Cerna y Luis Carrión me parece. Dijeron: “Nos vas a acompañar”. Me saqué mi cartera con los realitos que andaba, dije que le avisaran a mi familia. Me llevaron a Tiscapa. Por donde está la silueta de Sandino”, cuenta José Esteban.

Otra vez, Tomás Borge lo visitó y le dijo que estaba “calumniando a la revolución”. Cuando lo apresaron, a quien le avisaron que ya lo tenían fue a Tomás Borge, entonces Ministro del Interior. Una publicación del diario LA PRENSA de 1981, cita a González, quien dijo: “Él (Tomás Borge) me manifestó que la Dirección Nacional del Frente Sandinista está sumamente contrariada y que exigían una rectificación, que de lo contrario yo me podriría en la cárcel”. “Si por defender una causa noble y justa, si por defender la verdad tengo que podrirme en la cárcel, con todo gusto lo haré”, le contestó González a Borge.

Después de poco más de un mes, a González lo liberaron. Se fue a Venezuela exiliado y estando allá le avisaron que lo habían acusado de terrorismo y de estar implicado en un plan para asesinar a dirigentes de la revolución y para volar la refinería de petróleo. Le dieron 16 años de cárcel más cinco de trabajo forzado (obras públicas), por eso no regresó a Nicaragua hasta mucho tiempo después.

Solitario en Diriamba

A sus 78 años, José Esteban González sobrevive con una pensión de dos mil cinco córdobas al mes y de lo que gana haciendo traducciones. LA PRENSA/Óscar Navarrete.

Cuando volvió del exilio después de haber sido acusado de terrorismo, se dedicó a trabajar como traductor de textos. De joven, hizo estudios en Estados Unidos e Italia y en esos viajes aprendió francés, inglés e italiano. Quiso ser sacerdote, arquitecto y director de orquesta. Alguna vez, sus habilidades para la música lo llevaron a componerle una canción al Cardenal Miguel Obando y Bravo.

Hoy, Diriamba, la ciudad que lo vio nacer el 16 de octubre de 1938, lo acuna después de 78 años recorriendo el mundo. Ahora pasa sus días en una solariega casa, donde paga una cantidad simbólica de dinero.

No tiene nada de plata, porque toda la que llegó a sus manos la usó para la CPDH y el Partido Social Cristiano. Es un “solterón”. Nunca se casó, aunque sí tuvo novias. De hecho, se jacta de que él fue el primero de sus primos en tener novia. Amores tuvo en Nicaragua, pero en Europa no porque le salía muy caro, dice riéndose.

– ¿Y ahora de qué vive? – pregunto.

– Tengo una pensión de 2005 córdobas al mes. Y de las traducciones, cuando hay. – contesta.

– ¿Le ajusta con eso? – insisto.

– Y cuando necesito pido cacao. Idiay, ¿qué voy a hacer? – dice sonriendo.

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COMENTARIOS

  1. Nicoya
    Hace 7 años

    José Esteban un paradigma de la defensa de los DH. Yo recuerdo su trabajo posrevolucion, un ejemplo de virtud y sacrificio, seguro tiene ya un sitial en la historia, hombre q solo procuro el bien de los demás sin distinciones que bueno ser reconocido por eso, los traidores aún viven como mercenarios cobrando un salario por lo que nunca estuvo bien que hicieron
    y en su nefasta vida y también han muerto sin pena ni gloria.

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