Los números y los títulos hacen a un atleta grandioso, pero son las imágenes y los sentimientos los que lo hacen realmente memorable.
Carlos Cuadras pertenece a este último grupo. La precisión de sus movimientos, el repertorio de golpes y su personalidad magnética, lo vuelven un tipo distinguido.
En una época en la que los atletas se miden en el campo y el mercado, Cuadras es un digno ejemplo. Su valentía y recursos en el ring, al igual que su espontaneidad fuera, lo hacen una pieza ideal.
Cuadras tiene facilidad de palabras, gracia sorprendente y verbo encendido, pero la base que sostiene su carisma, es su habilidad, fuego y valentía en el cuadrilátero. Hay coherencia entre lo que dice y lo que hace al pelear.
Su batalla contra Srisaket Sor Rungvisai le permitió un impulso valioso a su carrera, pero fue su combate contra Román “Chocolatito” González, lo que expuso a escala mundial en el pugilismo.
Cuadras puede moverse por el frente de ataque. No le teme a entrar a la línea de fuego, pero también puede atacar por los costados y sabe retroceder cuando cree que es preciso hacerlo.
Ha sido uno de los púgiles que más ha castigado a Román. Ni siquiera los cortes provocados por la cabeza de Rungvisai, delataron tanto castigo como los pómulos inflamados en el pinolero.
Y sin embargo fanáticos del “Chocolatito” están entre los primeros que lo buscan para una fotografía o un autógrafo. Es que el tipo es simpático y no estoy hablado necesariamente de su físico.
“Pego duro, soy rápido y bastante guapo”, dijo la otra vez en Nueva York, mientras le obsequiaba una muñeca Barbie al “Chocolatito”, gesto por el cual “fui regañado por el señor Akihiko Honda”, reveló.
Cuadras está en nuestro país como invitado especial para el homenaje hoy al gran Alexis Argüello y se ha sentido apreciado, pero es que también, él ha contribuido a ello con su sencillez, espontaneidad y autenticidad.
Sigue a Edgard Rodríguez en Twitter: @EdRod16