Mientras arrasaba oponentes sin importar la nacionalidad, Román “Chocolatito” González se mostraba incontenible y daba tal impresión de seguridad, que sus victorias resultaban increíblemente cómodas. Eso llevó a generar suspicacias sobre la dimensión de sus rivales.
Sin embargo, cuando se revisaba con atención y descubrías entre sus víctimas excampeones del mundo o pugilistas que posteriormente se coronaron, no era difícil ver desvanecido todo cuestionamiento en torno a su calidad. González era de otro nivel, aunque algunos dudaran.
Y así lo vimos avanzar sin detenerse a través de 46 combates resueltos favorablemente, 38 de ellos antes del límite, lo que lo llevó a situarse en la cumbre del boxeo como mejor libra por libra del mundo, ganando elogios por doquier y recibiendo homenajes constantes.
Pero no solo era eso. Román atacaba con ritmo, destruía con clase y vapuleaba con estilo. “Su técnica es perfecta”, dijo Ignacio Beristain, mientras Oscar de la Hoya se impresionaba por su precisión. “No desperdicia golpes, tiene un balance extraordinario”, dijo el expúgil.
Por tanto, no tenía sentido dudar de una victoria de Román la noche del 18 de marzo en el Madison Square Garden de Nueva York ante Srisaket Sor Rungvisai. Y aunque el nica no perdió, le robaron la pelea, lo despojaron de su título, mancharon su récord y lo bajaron de la cima.
¿Y si pierde de nuevo? Sería doloroso, pero no creo que sea un drama. Púgiles legendarios como Sugar Ray Leonard, Roberto Durán, Mike Tyson, Julio César Chávez, Alexis Argüello y hasta el mismo Sugar Ray Robinson tropezaron más de una vez y eso no afectó su grandeza.
Román no tiene esa estatura, pero en su nivel ha construido su legado, mientras intenta sacar provecho a una revancha que podría permitirle agrandar su historia, mientras cubre de orgullo a una nación que contendrá la respiración este sábado, mientras sube al encordado.
González ya perdió una vez y por la forma en que ha entrenado, la seriedad que le imprimió al proceso y el afán de recuperar la corona, indican que no se acostumbró a perder y que seguro volverá a colocar toda la carne en el asador para forzar un éxito que lo lleve de vuelta la cima.