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Economista Adolfo Acevedo. LA PRENSA/ARCHIVO

¿De verdad es fácil crecer al 8 por ciento?

Son muy pocos los países que en la segunda mitad del Siglo XX y lo que va del XXI han logrado crecer, a lo largo de varias décadas consecutivas, a tasas similares o superiores al 8 por ciento y en base a ello reducir las brechas de nivel de vida que los separaban de los países desarrollados.

Son muy pocos los países que en la segunda mitad del Siglo XX y lo que va del XXI han logrado crecer, a lo largo de varias décadas consecutivas, a tasas similares o superiores al 8 por ciento y en base a ello reducir las brechas de nivel de vida que los separaban de los países desarrollados. Se trata, fundamentalmente, de los denominados “tigres” asiáticos y de China.

Los denominados tigres asiáticos lograron romper con una inserción internacional sustentada en una estructura productiva muy poco diversificada, especializada en la producción y exportación de productos de bajo valor agregado y muy baja complejidad.

Por el contrario, lograron implementar una acelerada diversificación hacia nuevas actividades dinámicas, caracterizadas por mayor contenido tecnológico, rendimientos crecientes, elevada densidad de encadenamientos y alta elasticidad ingreso de la demanda.

Ello permitió que la fuerza de trabajo fuese absorbida, en porcentajes crecientes, por empleos de cada vez mayor productividad e ingresos.

Su proceso de diversificación no se sustentó en ir introduciendo muy pequeñas adiciones a las capacidades ya existentes, que eran muy pocas, y cuyo rendimiento habría sido muy limitado en términos de ganancias de complejidad, sino que apostaron por nuevas actividades que se encontraban bastante lejos de sus capacidades iniciales, estrategia que rindió retornos extremadamente altos.

Para ello, tuvieron que llevar a cabo un esfuerzo nacional que les posibilitó desarrollar, en un periodo de tiempo histórico comparativamente corto, su capacidad para asimilar, adaptar y eventualmente desarrollar, el conocimiento y la tecnología.

Al mismo tiempo, la construcción de una economía crecientemente integrada, junto con el enorme esfuerzo de inversión en capital humano, permitieron que los beneficios del progreso técnico se difundieran a lo largo de toda la economía, y se tradujeran en mejoras sistemáticas del nivel de vida.

Mas recientemente, el surgimiento de las denominadas ¨cadenas globales de valor¨ ha significado que países con una elevada acumulación de conocimientos y capacidades diseñen y produzcan millones de componentes de productos finales.

A su vez, estos países se sirven de países en desarrollo con una importante abundancia relativa de fuerza de trabajo, mucho más barata, como plataformas para reducir costos en las operaciones de ensamblaje de partes y componentes, que luego de ser ensamblados son re-exportados, con muy poco valor agregado.

En estos casos, la mayor parte del valor agregado de los productos finales corresponde a las fases de diseño, fabricación de las principales componentes a ser ensamblados, investigación y desarrollo, marketing y comercialización, que permanecen en los países desarrollados.

Estas plataformas de ensamblaje en los países en desarrollo no incentivan el desarrollo de capacidades tecnológicas endógenas y conllevan una escasa demanda de conocimientos y por recursos humanos altamente calificados, y por tanto sustentarse principalmente en ellas implica condenarse a padecer la continua ampliación de la brecha tecnológica.

Sin embargo, algunos países han logrado atraer operaciones de ensamblaje de productos más complejos, que requieren mayor calificación, y representan la posibilidad de un mayor valor. Atraer inversiones de este tipo ha demandado que estos países hayan desarrollado un cierto nivel de calificación de su fuerza de trabajo y una infraestructura y logística de comunicación y transporte de cierta calidad internacional.

En el caso específico de China, que en un inicio dependió fuertemente de la inversión extranjera, no solo proveyó infraestructura y logística, y abundante fuerza de trabajo barata con un nivel adecuado de calificación, sino que ha hecho un enorme esfuerzo endógeno de aprendizaje y apropiación del conocimiento productivo, llevando a cabo una considerable inversión en I&D; por diversificar su propia estructura productiva y desarrollar sus propias ¨cadenas de valor¨ internas; y por formar, no solo una fuerza de trabajo de nivel medio de calificación, sino también millones de ingenieros, científicos y especialistas propios que eventualmente contribuyesen no solo a asimilar y adaptar, sino a desarrollar dicho conocimiento.

Sobre esta base, está transitando de una fase en la cual se limitaba a copiar a una en que ha comenzado a innovar, con creciente éxito.

(*)Economista

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