La poeta Ana Ilce es una de las voces femeninas más alta de la poesía nicaragüense, autora del libro Las ceremonias del silencio. Su temática enfoca a la mujer ignorada y anónima, su papel en la historia, objeto de deseo, el amor, el misterio de la creación poética y, sobre todo su derecho a tener voz.
Emplea muchos símbolos e imágenes: la serpiente, …“y este pago de sombras/ por aquel préstamo de luz”.
Los pájaros negros… “estos son los pájaros del deseo”, la muerte: “La muerte no es una mujer/ con el cráneo pelado”… es un varón disfrazado de oscura damisela”. Y el tiempo: … “El tiempo es ese pequeñísimo espacio / entre vos y yo”.
Dimensión universal
La profundidad de su voz alcanza dimensiones universales que canta desde el microscópico mundo de la casa-prisión cuando reclama por qué a través del tiempo persisten los nombres de Ovidio y de Virgilio, qué corona tenían, mientras ella, la voz lírica dice: … “Mientras que yo/ que apenas/ acabo de nacer/ estoy muriendo”.
Poesía de altos quilates con una condena contra los sucesos históricos: “Hay mujeres lapidadas a lo largo/ de la historia”.
En Aria canta: No soy ángel/ que preside la vida/ni sabia / ni agorera. Únicamente / soy una mujer/ cálida / intensa/ que en su más apartada/ intimidad/ cree tener voz / y canta”.
La poesía como doloroso parto ante la página en blanco, su encuentro con la poesía marcará un hito en su vida: “Poesía, / sujétame las riendas/ bébeme de una sola vez / atrápame porque me puedo ir / y no tendré para contarte más nada”/ abrázame como si fuera la primera/ o la última vez/ y prueba conmigo todos los venenos / del cielo y de la tierra. / Estréchame contra la pared y dime/ si has visto brillo más infinito / que el de mis ojos./ Regrésame de nuevo / súbeme al paraíso/ desnúdame en tu infierno. / Átame / Desátame”.
Conciencia de género
La mujer carga la culpa y se le expulsa del Edén. Vivirá a la sombra del hombre. En su poesía prevalece la conciencia de género, una mujer viviendo su tragedia cotidiana, una heroína trágica que pasa, sola, sin identidad, gira en un vacío existencial: “No es bueno que el hombre esté solo / y tú jugaste a no estar solo, / con serpiente y sin ella… mi amor desangrado por el tuyo / y este pago de sombras / por aquel pequeño préstamo de luz”.
Símbolos, imágenes, metáforas, pueblan el universo poético de Ana Ilce Gómez, ganadora del premio Mariana Sansón en 2004 por su segundo libro Poemas de lo humano cotidiano, en el que aborda poemas cargados de hondo sentido ontológico y vivencia.
Selección de poemas de Ana Ilce Gómez. Publicó Las ceremonias del silencio (1957), y Poemas de lo humano cotidiano (2004)
retorno
Yo no quiero la eternidad.
Quiero una vida terrena bien vivida
que llegue a feliz término
cuando tiene que llegar.
No quiero el éxito fácil, el difícil
mucho menos.
Que mi vida transcurra como el agua.
Que me deslice plena entre las hierbas
y las piedras
y que una buena tarde de verano
o de invierno
desemboque en el mar.
Así, de manera sencilla
quiero volver a mis orígenes
retornar a la sal.
(Poemas de lo humano cotidiano)
Petición
Está bien,
no entremos en querella.
Ya que me has prometido
pero aún no me has dado
el cielo y las estrellas,
ya que has insistido en que pida
para ser satisfecha sin medida,
dime,
¿podrás desviar al viento para que no
me toque?
¿A la muerte, para que no me elija?
(Poemas de lo humano cotidiano)
rostros del enigma
El tiempo es ese pequeñísimo espacio
entre vos y yo.
Igual que una hoja de gillette
que tiene dos caras
y ese único borde
donde comienza el universo.
(Poemas de lo humano cotidiano)
He conocido
He conocido el cansancio sin límites,
el amor sin límites,
los extremos de la soledad y del delirio,
pero también he conocido, ¡ay!
el horror de la palabra que no cesa
y que no me deja vivir
ni morir.
( Hilo Azul, No. 10, 2014)
Pero la vida
No soy mujer de multitudes ni inevitable
en los círculos de amigos.
Mis amigos son pocos pero muchos
Vivo el drama de todos y me desnudo el
(alma
cuando se toca.
Amo el vino callado
La palabra tranquila
Extraño de veras los poemas que no escribí
Así transcurrre mi existencia en abandonos
aparentes
Pero la vida me cuenta sus secretos.
(Las ceremonias del silencio, 1975)
Aguamarga
Brizna de nada. ¿Quién tiene fósforo por tiniebla y
sostiene en el dedo el palillo moribundo? Yo tenía,
medía, daba el tiempo. Veía la rosa de los cuatro
vientos. La rosa ridícula. Preparaba mi lección.
Responso y golpe de gracia ante la mesa del maestro.
Pero quien hila sobre el viento no obtiene sino la tela
frágil como la rosa del papel carbón. Porque la clave
nuestra no es soñar, sino esperar el sueño.
(Las ceremonias del silencio, 1975)