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José Antonio Zarraluqui

Sillas vacías

Durante la campaña por la presidencia Donald Trump prometió desecar el pantano político existente en Washington DC, pero el burocratismo, las influencias y el despilfarro siguen como de costumbre. Mientras, no se sabe muy bien qué está pasando con las sillas y las poltronas.

El Buró de Protección Financiera al Consumidor (CFPB en inglés) es una agencia gubernamental reguladora de hipotecas y préstamos bancarios creada por la llamada Ley Dodd-Frank en tiempos de Obama para prevenir debacles como la crisis de las subprime a finales del mandato de Dubya Busch. Aunque el desastre ocurrió bajo la vigilancia de los que debieron impedirlo, Frank y Dodd, y luego no tuvieron el menor empacho en bautizar con sus nombres la ley, quien cortó el bacalao a la hora de elaborarla, impulsarla y aprobarla fue la profesora de Harvard Elizabeth Warren, la ahora senadora a la que Trump llama Pocahontas.

Pues bien, la tal agencia es de dudosa constitucionalidad dado que sus salarios superan los de la escala de empleados federales al tiempo que pretende no rendir cuentas a nadie y nombrar por sí misma a sus directivos. Hace unos días renunció el director Richard Cordray, pero el sillón no lo dejó vacío pues sentó en él a Leandra English, su segunda. Ahí entró en acción Trump y dijo “eh, un momento” y nombró como director provisional del CFPB a Mick Mulvaney. Ni corta ni perezosa la funcionaria English reclamó su silla no en Sevilla, sino ante los tribunales, pero el juez federal Timothy Kelly dio la razón al presidente. Si bien la senadora no pensaba ocupar la silla con su persona, la derrota en primer lugar es para ella.

Otra silla que quedó vacía fue la que utilizaba para sus comentarios televisivos en GB La resistencia con Keith Olbermann. Al cabo de 187 filípicas el hombre se reafirmó en todas ellas, pero confesó que ya no le quedaba nada por decir contra Trump así que abandonó el empeño pues de todos modos hay siete razones por las que el presidente será objeto de un impeachment, si no por la investigación de Mueller por algún asunto de faldas o por Rusia o por obstrucción a la justicia o porque si no renuncia lo renunciarán los mismos republicanos, o los demócratas cuando se hagan con el Congreso tras las elecciones parciales. Agotado, Olbermann abandona la política y la silla en que se sentaba para el programa esperanzado en que el sillón desalojado muy pronto sea el de Trump. Sin embargo, los dos sillones más importantes que nadie ocupó a pesar de ser altos, elegantes y mullidos fueron los que la Casa Blanca tenía reservados para Nancy Pelosi y Chuck Schumer.

Trump había convocado a los líderes de la mayoría y la minoría del Senado y la Cámara para discutir su proyecto de rebajar impuestos. Los republicanos acudieron puntuales, pero los demócratas le dieron plantón, y eso que el presidente había dispuesto los dos asientos más cercanos a él, a derecha e izquierda, para los distinguidos visitantes del partido opositor. Trump no suspendió la sesión de trabajo programada ni modificó el escenario a pesar de la afrenta. De manera que cuando al final la prensa tuvo acceso, las cámaras pudieron captar los dos sillones vacíos para que la población ahora llegue a sus propias conclusiones. ©FIRMAS PRESS.

El autor es analista político

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