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Erick Barrondo competirá el domingo a las 5:40 de la mañana en marcha deportiva de 20 kilómetros. LA PRENSA/ Wilmer López

La poderosa historia de superación de Erick Barrondo, único medallista olímpico de Guatemala

“Un día me levantaba con las ganas de ser ingeniero o un abogado, pero el sueño más grande mío era sacar a mi familia de la pobreza", cuenta el marchista.

Nunca el nombre de Erick Barrondo será olvidado. Tenía 21 años cuando ganó la primera medalla olímpica para Guatemala en los Juegos de Londres en 2012. Han pasado cinco años y si se busca el rostro actual del deporte chapín aparecerá el suyo, y con él, una historia de no cansarse, de sacar de entre la nada la gloria y cargar con ella hasta el último de sus días.

Es Barrondo un ídolo de su gente, más de su familia, pero a pesar de lo alto que ha llegado, sigue teniendo bajo llave aquellos pasajes en los que era un adolescente y corría descalzo o a veces con las mismas botas con que salía a trabajar la tierra, siendo hijo de don Bernardo y de doña Wendy García, pero también de la pobreza que él se encargó de ir dejando atrás.

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“Hasta el día de hoy no he conocido a alguien que haya perseverado lo suficiente y que no haya conseguido el éxito”, dice Barrondo, ahora de 26 años, y con la misión de ganar el oro en los Juegos Centroamericanos de Managua 2017 en la disciplina de marcha deportiva en 20 kilómetros, en la cita regional en la que su nombre surge por primera vez.

Resulta curioso que Barrondo tenga en su repisa el galardón de plata de Londres, el oro de los Centroamericanos y del Caribe de Veracruz, la plata en los Panamericanos de Toronto y no tenga uno en los Centroamericanos.

“No por eso deja de ser importante este compromiso, vengo de prepararme en España con mi entrenador (Francisco) ‘Paquillo’ Fernández y con esto empiezo ya el ciclo olímpico, desde cero, pero doblemente motivado para hacer un gran trabajo”, explica Barrondo, nacido en el municipio de San Cristóbal, en Alta Verapaz, 210 kilómetros al norte de Ciudad de Guatemala.

Vivió con poco

Erick Barrondo atendió a LA PRENSA en el hotel donde está alojada la delegación guatemalteca. LA PRENSA/ Wilmer López

“En mi niñez no tuve juguetes en mis manos, mi papá me enseñó a preocuparme por trabajar, por ayudar a mi gente. Vengo de una familia en la que a veces teníamos para comer y a veces no. Nuestra casa era de nailon y cartón. Esa fue mi niñez, atípica para el mundo, pero típica para los centroamericanos, donde en lugar de juguetes tenemos las más veces un machete o un azadón”, recuerda.

Eran tiempos difíciles y el pequeño Erick cambiaba de sueños como respirar.

“Un día me levantaba con las ganas de ser ingeniero o un abogado, pero el sueño más grande mío era sacar a mi familia de la pobreza, un hogar en el que hubiera que comer en la Navidad, poder ver a mis padres en una buena casa en la que pudieran comer y mis cinco hermanos estudiar, algo que a mí me costó mucho”, añade.

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Su papá, un hombre de campo, y su mamá, una cocinera, Erick se dedicó por entero al atletismo a los 13 años, corría pensando en ser un fondista, a los 15 se trasladaría a una casa de entrenamiento de la federación de este deporte en Guatemala, y a los 19, después de sufrir un accidente en una de sus rodillas, se decantó por la marcha deportiva. Y llegó así su momento.

Nunca volvió a ser igual

“La marcha se había caído en mi país, ni siquiera se había podido clasificar a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Mayagüez en 2010. Era la oportunidad para que existiera el resurgimiento de una nueva generación y traté de aprovecharlo y entendí que de las peores situaciones de la vida vienen las mejores oportunidades”, señala Barrondo.

Después llegaría su tiempo de gloria en Londres en 2012. A él le fue dada una casa como premio y él se la dio a sus padres. Su nombre y su hazaña golpearon portadas en los periódicos, ya que después de 60 años participando en Juegos Olímpicos, desde Helsinki 1952, Guatemala tuvo su primera medalla. Y hasta hoy no ha habido otra.

“Recuerdo que antes de irme a Londres compré un televisor grande, de los últimos, y se lo llevé a mi gente y les dije: ‘Aquí tienen, para que el 4 de agosto me vean hacer historia’. Y lo logré”, relataría después Barrondo a CNN.

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