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La participación de la ciudadanía

La Navidad, las recién pasadas celebraciones de la Purísima y la llegada del año 2018, inducen, en un contexto de celebración y armonía, a una reflexión.

La Navidad, las recién pasadas celebraciones de la Purísima y la próxima llegada del año 2018, inducen, en un contexto de celebración y armonía, a una reflexión, principalmente desde la perspectiva de la participación de la ciudadanía sobre la realidad que se vive y padece en Nicaragua, y en general sobre la situación internacional.

El ambiente propio de estos días crea un clima de mayor sensibilidad que lleva a la reflexión y predispone a la búsqueda de alternativas y soluciones a los diferentes problemas que gravitan sobre nuestro país.

Los cantos de La Purísima, los villancicos y sones de Pascua y la reiterada esperanza de que todo nuevo año será mejor, predisponen el estado de ánimo a desear soluciones y pensar en la construcción de caminos que conduzcan a la paz y armonía entre los nicaragüenses.

Lo anterior, más que un juicio racional o un concepto lógico, es un deseo y una esperanza, a pesar de que la realidad y el análisis de los hechos concretos puedan decir lo contrario.

Sin embargo, aunque se deban descartar ilusiones que no resisten el análisis racional, debe conjugarse la lógica de la situación con ese posible estado de ánimo, para formular desde esa base, ideas, propuestas y acciones que puedan ser consideradas y discutidas, aceptadas o rechazadas por la sociedad.

A nivel internacional y nacional, la crisis política afecta de manera particular al sistema democrático. En el plano mundial, los valores y principios de la democracia se ven confiscados por la acción del capitalismo corporativo transnacional. Siempre en el plano internacional, pero referido principalmente a Latinoamérica, el caudillismo atenta directamente contra el concepto y práctica de la democracia. En el plano nacional, la reedición de la figura del caudillo y su política de control progresivo de los sectores políticos, económicos y sociales y de las instituciones del Estado, conduce directamente a la devaluación de la democracia, aunque el régimen se anuncie como democrático.

Sin perjuicio de las características particulares con las que el problema se presenta en cada país, podemos decir que en la base de todos los factores que inciden en la formación de la crisis, se encuentra uno que podría considerarse común y determinante: el debilitamiento de la ciudadanía y su mayor o menor ausencia en la vida política nacional.

En Nicaragua estamos presenciando una situación de ruptura y confrontación que se acentúa cada día. A nivel mundial, en medio de una multiplicidad de causas de la crisis, destaca la inversión de valores entre el ser humano y los objetos, en la que los medios se han transformado en fines y estos en medios.

En términos generales podríamos decir que para la superación del problema se requiere la reactivación de la ciudadanía a nivel de sus relaciones con la sociedad civil, los partidos políticos y el Estado, y de manera principal, la recuperación de los valores y principios fundamentales que hacen de la persona y la sociedad los sujetos y destinatarios de todo proceso histórico.

Para lograr esos objetivos se requiere la comunicación y el diálogo que es esencial a la teoría y acción de todo proceso político. Martin Heidegger en su Estudio sobre la poesía de Hölderlin lo expresó claramente cuando dijo: “El ser del hombre se funda en el lenguaje, pero esto sólo acontece realmente en el diálogo (es decir hablándonos y oyéndonos unos a otros). Ser en diálogo y ser histórico, son igualmente antiguos, se pertenecen mutuamente y son lo mismo”.

Gadamer y Ricoeur han hecho notar que la conciencia humana nunca se conoce a sí misma inmediata e intuitivamente. No basta esa verdad primaria que surge del acto por el que el sujeto entra en contacto con las cosas; es necesario el diálogo que implica sociedad, ciudadanía, mediación, circunstancia, historia. Esto lo expresó con gran precisión Wilhelm Dilthey, en su obra fundamental, Teoría de las concepciones del mundo.

Desde esa perspectiva nosotros hemos sostenido en diferentes escritos que la filosofía es el más alto esfuerzo de relación e integración del pensamiento con la realidad y con la historia.
Ante el drama contemporáneo de la fragmentación, de la ruptura entre el ser humano y el mundo, en este momento de la conciencia desgarrada, para usar la palabra y concepto de Hegel, el pensamiento crítico debe ser el esfuerzo de reunificación entre logos y praxis, es decir, entre la razón y la acción, la realización de la idea de la “Unidad en la Diversidad”.

En cuanto a la democracia, habría que reiterar que además de un sistema legal e institucional es sobre todo la iniciativa de la ciudadanía. La participación ciudadana es la democracia en acción, la concreción de sus principios, objetivos y metas. Sin una ciudadanía activa, organizada y participativa, es muy difícil que la democracia exista en términos reales, pues el poder tendría para sí el espacio total que resulta de su ausencia y esto impediría un auténtico ejercicio democrático.

La democracia es equilibrio, movimiento, rigor, tolerancia, reconocimiento del otro, respeto a las minorías, derecho a la diferencia, y sobre todo, participación ciudadana y ejercicio pleno de la libertad en todas sus expresiones. Libertad de la persona, del ser humano, verdadero destinatario de la política. Libertad que es garantía de su integridad, la que no debe sacrificarse jamás al Estado, el partido, el mercado y la ideología.

Con esta filosofía es más factible intentar una reformulación de la democracia, del quehacer político y del rol específico e inmediato que corresponde a la ciudadanía. Desde un plano preferentemente político, la ciudadanía tiene y debe tener una función preponderante porque le corresponde y también porque se encuentra ante la crisis de la política, ante la devaluación de las ideologías y el debilitamiento de los partidos políticos. Se requieren procesos creativos e innovadores y la sociedad civil y la ciudadanía deben contribuir significativamente en ese esfuerzo.

El concepto de ciudadanía adquiere, pues, una expresión importante en la forja y consolidación de la democracia, entendida esta última, no solo como un sistema político, sino como una práctica de participación real.

Que el estado de ánimo y la reflexión a la que inducen estos días de Navidad y Año Nuevo, favorezcan la actitud hacia el diálogo y el debate de las ideas, con apertura y tolerancia pero con firmeza en la defensa de los valores y principios del humanismo y la democracia, que en el plano político están determinados por el grado de organización y participación de la sociedad civil y la ciudadanía.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

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