La construcción de la democracia representativa en Nicaragua solo es posible si quienes la defendemos, conocemos bien sus fundamentos teóricos. Y además de conocerlos, los pongamos en práctica en el seno de la familia y en cada una de las esferas en las que nos desenvolvemos. La democracia no es solo una forma de gobierno, es también una actitud ante la vida.
La democracia es un proceso de permanente conquista, es una búsqueda constante en la que todos logremos establecer un contrato social en el que estemos y nos sintamos representados los diferentes sectores sociales.
La democracia no es un hecho consumado, es un ejercicio de ajustes continuos, de juegos y rejuegos hasta alcanzar el balance de los diferentes poderes y la rendición de cuentas entre sí y a la sociedad, sabiendo que cada parte pertenece a un todo, y que ese todo responde a las partes que representa y debe garantizar su equilibrio. Cuando una de esas partes quiere imponer su voluntad sobre el bien general se quiebra la armonía y la paz social. Es por ello que por encima de los intereses personales o partidarios, deben prevalecer los intereses nacionales.
En ese sentido, quienes generamos opinión o participan en una organización política, estamos llamados a difundir esos postulados y a educar con el ejemplo. El doble discurso y la falta de coherencia entre el pensamiento y la práctica, desprestigia el quehacer político, que tiene como uno de sus principios básicos la procura del bien común.
Un pilar fundamental de la democracia representativa es, entre otros, el mecanismo de las elecciones libres, justas y transparentes. Las cuales son un requisito esencial para el restablecimiento de la confianza entre los diferentes sectores, que quieren ver reflejados en su voto su opinión y su derecho a decidir sobre los destinos de la nación, con lo cual también queda de manifiesto que todos somos iguales ante la ley. Con este mecanismo se escogen, a partir de las diferentes opciones, a las mejores mujeres y hombres para dirigir el país. Tomando como criterio sus capacidades y los méritos acumulados, y no la fidelidad a personas en particular; lo primero dignifica al cargo y a la persona; lo segundo deforma el cargo y somete y humilla a la persona.
Las elecciones son necesarias para recuperar la credibilidad en el sistema, para restablecer la confianza entre los nicaragüenses, para superar una conducta dictatorial histórica que se produce y reproduce con la mayoría de las personas que llegan y se entronizan en el poder, creyendo que le hacen bien al país, pero más bien le causan daños profundos, irreversibles e irreparables.
La democracia es necesaria para que entre todos podamos construir un espacio de convivencia, de cooperación y de solidaridad, basado en principios y valores en el que el ser humano sea el centro de las políticas sociales y económicas. Para que juntos, independientemente de la esfera económica, política o social en la que estemos ubicados o a la clase social a la que pertenezcamos, podamos emprender la marcha para salir de la pobreza y el subdesarrollo.
No es posible construir un país en el que un sector reducido de la sociedad concentra el poder político y económico a costa de la marginación y la miseria de las mayorías. El que Nicaragua siga siendo el segundo país más pobre de América Latina y el primero en tierra continental, deja en evidencia que los modelos dictatoriales han fracasado, que debemos hacer transformaciones fundamentales que nos permitan salir del atraso en el que estamos sumidos. Es por ello que la democracia y las elecciones libres son necesarias y su concreción es de obligatorio cumplimiento para la clase política y económica que dirigen los destinos de este país.
El autor es sociólogo y escritor. Su último libro: Ramiro Sacasa Guerrero. El Poder de Servir.