A un lado están los Gigantes, equipo bien estructurado y con todo el equipaje para convertirse en campeón. Al otro, los Tigres, quienes después de atacar con timidez, se mostraron incontenibles y borraron del mapa al Bóer, para ahora retar a los sureños en la Final que despega este domingo.
¿Quién es más? No es sencillo encontrar una respuesta, a pesar de que los rivenses han sido lo más próximo al concepto de mejor equipo dentro una liga en la que no hubo un plantel dominador. Pienso que ellos son favoritos, pero con una ventaja apenas perceptible, pero ventaja al fin.
Los Tigres es un equipo respetable. Diseñado para ganar y jugar un buen beisbol. Es claro que no firman jugadores a lo loco. Lo hacen siempre en la búsqueda del equilibrio. Y han tenido éxito. Van a su séptima final en la Liga Profesional y ya tienen tres coronas conquistadas.
Los Gigantes lucen más balanceados, aunque su fundamento en la campaña regular fue su picheo, pero en el cierre mostraron su fortaleza ofensiva y dieron la impresión de que alcanzaron su mejor nivel justo cuando se pondrá en discusión el título de la liga.
Agregar a Manauris Báez y situarlo junto a los también dominicanos Pedro Viola, Gustavo Martínez y José Rosario, le da una gran solidez a la rotación de los sureños. No obstante, el cuarteto de los Tigres no es menos impresionante con Marcos Frías, Raúl Ruiz, Wilton López y Fidencio Flores.
Además, todos conocemos lo que son capaces de hacer sus baterías, que tras los refuerzos se han vuelto más compactas y mejor escalonadas. Y ambas tropas, impulsadas por esa emotividad superior que genera la postemporada, deben ofrecer un gran espectáculo.
Los Gigantes, que van a su quinta Final en sus cinco años de existencia, lucen favoritos en el papel, pero los partidos se ganan en el campo de juego.