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Negociaciones y el carácter de la oposición

Con 20 mil hombres armados sería más fácil y rápido negociar frente al poder de Ortega, pero infinitamente más sangriento y costoso para Nicaragua

La conflictiva década de los ochenta culminó con el desarme de 20 mil contras nicaragüenses, gracias a que sandinistas y antisandinistas negociaron positivamente en Sapoá y se formalizaron los Acuerdos de Esquipulas, abriendo una puerta de esperanza a nuestro futuro.

¿Por qué si los nicaragüenses pudimos entendernos en aquellas dolorosas circunstancias, no hemos podido hacerlo en las actuales? En respuesta a lo anterior, quisiera resaltar la importancia que tienen algunos factores intangibles como el carácter y los principios de las partes en conflicto. Básicamente, es más fructífero negociar entre principios bien definidos que con marrullerías multiformes.

En esa época, sandinistas y contras, además de fuerza militar tenían sustento ideológico, muy distante entre sí pero basados en principios concretos. Esto revestía la negociación de claridad, pero también inyectaba autoridad moral y firmeza entre ellos de manera que ninguno dudaba del respeto que se debían mutuamente. Además, Daniel Ortega tenía detrás una Dirección Nacional que reducía su sesgo personal o el halo de quien se cree omnipotente.

Desde entonces mucho ha cambiado. Ortega se ha transformado partiendo de premisas erróneas y dañinas para Nicaragua. Cree ser el único capaz de construir un proyecto inédito con el que pasará a la historia. Considera útil como mecanismo de poder aplicar los mismos vicios que históricamente nos han llevado al descalabro social. Ha formado un sistema absolutista, esquemático y sin vida propia. Finalmente se ha esmerado en la construcción de una oposición “viciada” y la destrucción de la “no viciada”. Ha moldeado un Ortega que, de tanto practicar la contaminación, involucionó de líder portador de valores a corruptor social y su carácter se redujo hasta la imposición, la violencia y la fortaleza de las armas.

A juzgar por su comportamiento y no por el tono de sus discursos, la oposición por su parte (contras y civiles) evolucionó en tres grupos: “viciados, gallo-gallina y radicales”. Para muestra un botón: si en algo estamos de acuerdo desde hace años los nicaragüenses de todos los bandos, es que Roberto Rivas es corrupto y presunto ladrón. Esto debería provocarnos vergüenza no solo por lo que es, sino porque su cargo lo convierte en vitrina de nuestra cultura hacia el mundo. Sin embargo, Ortega lo mantiene y la oposición se lo reconoce. El 24 noviembre del 2010, LA PRENSA publica declaraciones de Wilfredo Navarro, entonces diputado PLC, afirmando que el orteguismo no aceptaba que la bancada BDN de Eduardo Montealegre, dignamente vetara la elección de sus magistrados al Consejo Supremo Electoral, incluyendo a Roberto Rivas. En consecuencia, PLC y FSLN acordaron convertir Nicaragua en un Estado de facto, con instituciones ilegales y corruptas. De 1999 a la fecha, Alemán y Ortega solo han negociado latrocinio para Nicaragua.

Proponer funcionarios delincuentes a magistraturas del Estado es el reconocimiento formal del orteguismo de su corrupción ideológica. Pero el no veto a estos delincuentes también es una aberración moral de la oposición que demuestra su bajeza y carácter pusilánime. A inicios del 2012, la Alianza PLI-MRS comenzaba a deteriorarse gracias a un sector del PLI que, entre otras cosas, aceptaba el hecho que los candidatos a magistrados del FSLN no debían vetarse (Reformas Profundas… LP 14/02/2012). Actualmente, la actitud adoptada por el FAD-MRS de vetar situaciones inmorales y antidemocráticas es tildada como “radical y extremista” por algunos opositores y personeros oficiosos del gobierno. ¿Dónde nos han llevado los negociadores “moderados”? La valentía y firmeza mostrada en su momento por Eduardo Montealegre o los negociadores de la contrarrevolución es algo que el señor Ortega no quisiera acreditar de nuevo porque arrastra pueblo.

Con 20 mil hombres armados sería más fácil y rápido negociar frente al poder de Ortega, pero infinitamente más sangriento y costoso para Nicaragua. Por la vía pacífica, lo único que puede sustituir eficazmente el poder de las armas son los principios incólumes, la firmeza y valentía de defenderlos, así como potenciar a nuestro favor la presión nacional e internacional. Los políticos deben darnos y darse otra oportunidad. Si queremos abrir nuevamente una puerta de esperanza a Nicaragua, tanto Ortega como la oposición deben regresar a la negociación basada en principios y valores, no en trampas y zancadillas por la simple mezquindad de poder y riquezas.

El autor es administrador de empresas.

Columna del día Nicaragua oposición archivo

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