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No basta capacitar

Recientemente las autoridades del Ministerio de Educación anunciaron con alegría la vieja receta: “Capacitarán mejor a los maestros”

Ante el agudo problema del bajo nivel educativo de nuestros alumnos (en 2011 solo la mitad de los estudiantes de tercer grado pudo resolver la suma 5 + 6) el clamor unánime, desde el Banco Mundial (BM) hasta nuestro ministerio, más mil voces más, es: ¡debemos mejorar la capacitación docente! Pero es un grito tan ingenuo como decir: “Hay que abolir la pobreza”, sin tener idea de cómo hacerlo.

Son ya décadas —desde que tengo memoria— de que se viene hablando que debe capacitarse mejor a los maestros, o de que hay que pagarles más. Y no es pura retórica: se incrementan salarios —aunque con suma modestia—, los organismos internacionales financian infinidad de cursos, se inventan nuevas pedagogías, se introducen computadoras, y la calidad educativa… ¡no lo siente!

Un extraordinario hallazgo, reportado por Vanessa Castro, PhD, probablemente la experta más calificada del país, demostró hace pocos años que los maestros con mayores cursos de capacitación no enseñan mejor que los que tienen menos; peor aún: que no hay diferencias discernibles entre la calidad de los maestros graduados y los empíricos.

Lo anterior es desconcertante pero explicable. El problema es que aparentemente nadie quiere entender la explicación. Recientemente las autoridades del Ministerio de Educación anunciaron con alegría la vieja receta: “Capacitarán mejor a los maestros”. Y se repetirá el ciclo: vendrán pedagogos extranjeros, se gastarán millones en talleres, conferencias y folletos y, al final, las cosas no habrán cambiado mucho. Quizás porque les asusta meterles el diente a las raíces del problema.

Una de ellas es económica: los bajos salarios magisteriales atraen a la carrera a los estudiantes más ineptos. “En casi todos los países”, dice el reporte del BM, “los estudiantes de 15 años que aspiran a convertirse en docentes obtienen puntajes por debajo del promedio nacional en la prueba PISA”. Pero mejorar la paga, aunque necesario, no es suficiente; muchos países lo han hecho sin resultados visibles. Maestros que crónicamente enseñan mal seguirán haciéndolo, aunque se les doble el salario.

Otra de la raíces del problema, aún más importante y mencionada por el BM, es la ausencia de medición de resultados. No se evalúa, y por tanto no se sabe, si los alumnos saben más o menos que tres años atrás. No se evalúa, y por tanto no se sabe, si la capacitación de los maestros mejoró su calidad docente. El navío educativo vuela entonces a ciegas; gasta recursos aquí y allá sin saber en qué medida contribuyen a mejorar los aprendizajes.

El anterior factor se conecta con otro que le aumenta considerablemente su perversidad: no se premia el mérito o la competencia. El maestro pésimo gana exactamente igual que el bueno. Los salarios son parejos; en maestros con los mismos títulos solo premian la antigüedad. El maestro mediocre esconde entonces su ineficiencia y sabe que puede tomarse las cosas “al suave” pues, además, convenios salariales, leyes docentes y su sindicato, le aseguran la permanencia en su puesto. No sorprenda entonces que el ausentismo magisterial sea tan común —en muchos sectores del país los alumnos reciben la mitad o menos de los días programados de clase— y que muchas capacitaciones sean echar recursos y energías en saco roto.

La repuesta obvia a estos problemas es hacer lo que no sea hace: medir resultados, evaluar profesores y pagar mejores salarios, pero ligados al desempeño. ¿Tendrán las autoridades las agallas para hacerlo? Mientras no lo veamos seguirá el bla bla y nuestros niños sumando con errores y leyendo sin entender.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

Columna del día Capacitar educación Mined archivo

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