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Dr. Alejandro Serrano Caldera, jurista, filósofo y escritor nicaragüense. Jader Flores/ LA PRENSA

Dr. Alejandro Serrano Caldera, jurista, filósofo y escritor nicaragüense. Jader Flores/ LA PRENSA

La importancia de la sociedad civil

El análisis de la política no puede hacerse en forma independiente de la situación que existe en la sociedad civil y en el ejercicio de los derechos y deberes que corresponden a la ciudadanía.

El análisis de la política no puede hacerse en forma independiente de la situación que existe en la sociedad civil y en el ejercicio de los derechos y deberes que corresponden a la ciudadanía.
Esto no significa que el sector social deba sustituir a los partidos, ni que se trate de devaluar el quehacer político desde la tribuna de la sociedad civil, degradando la política a un innoble oficio en donde solo interesan los beneficios que se obtienen de ella, sin importar la situación de la sociedad en general.

Lo fundamental es establecer con claridad los espacios que corresponden a cada quien, la naturaleza de las acciones que respectivamente les atañen, y el sistema de derechos y deberes que configuran su propia naturaleza e identidad.

De igual importancia es establecer los nexos que entre ambos sectores deben existir y la correspondiente interacción que en forma ineludible los une sin uniformarlos. En un análisis de esa naturaleza hay que tener en cuenta un hecho fundamental, como es el que establece que los partidos políticos, lo mismo que el Estado, son una forma de representación y organización de la sociedad en general.

El vértice de la pirámide debe ser expresión y estar sostenido por la base de la misma, por lo que hay que tratar de identificar las características preponderantes de la sociedad civil, para identificar también las de la clase política, en cualquiera de sus expresiones, sea de reproducción de las limitaciones de la sociedad, sea de ruptura.

Esto quiere decir que en algunas circunstancias, los defectos más visibles de los partidos políticos: autoritarismo, caudillismo, oportunismo, y otros ismos más, tienen su origen en la naturaleza de la sociedad civil de la que provienen; asimismo, en otros casos, las virtudes más significativas son también un reflejo del contexto social en el que se originan; y finalmente, a diferencia de las situaciones anteriores, se da el caso cuya principal característica es la fractura entre sociedad y sector político, la confrontación entre ambos, o al menos su separación radical.

En cualquiera de esas situaciones, hay que partir de la existencia de la sociedad civil y la sociedad política, dos caras de una misma moneda, que actúan diferenciándose, o reproduciendo en el vértice político las características principales de la sociedad de la que proviene; o más significativo aún, comportándose en forma tal que se haga evidente la contradicción entre los valores y principios, o la confrontación de los intereses de cada uno de ellos.

Es fundamental, pues, establecer los mecanismos de comunicación e interacción entre ambos. Pero sobre todo, es fundamental el fortalecimiento, organización y presencia de la sociedad civil en la vida nacional, pues de ella depende, en buena parte, la existencia de la democracia, la institucionalidad, y el Estado de Derecho y, en consecuencia, el funcionamiento del Estado y los partidos políticos.

En Nicaragua observamos la presencia de diferentes organizaciones de la sociedad civil, lo que constituye un síntoma alentador que puede contribuir a mejorar la acción de los partidos políticos y del mismo Estado.

Hay que tener en consideración que se trata no de una situación milagrosa que va a resolver todos los problemas, sino de un síntoma que indica que se construye el camino por el que deben transitar los valores políticos, sociales y morales, que sirven de base y de objetivo a toda comunidad.

Se trata de que la sociedad civil asuma plenamente sus derechos y deberes a partir de la toma de responsabilidades y de la búsqueda de solución a los problemas comunes. Esto conlleva a considerar la democracia, no únicamente como un sistema político o de gobierno, sino como una cultura socialmente compartida por los componentes de la comunidad.

La función histórica de la sociedad civil ante los cambios del mundo contemporáneo debe verse relacionada con diferentes situaciones: la identificación de nuevos sujetos sociales, los procesos de transformación del Estado, la revalorización de la política y lo político, las formas de representación y acción, la crítica a los conceptos y a prácticas meramente cuantitativas y excluyentes de los procesos económicos; y relacionada también con una valoración del desarrollo que tenga en consideración su naturaleza integral, y por lo mismo, su dimensión social, humana y ética y el carácter que estos elementos presentan en sus formas particulares de relación.

La consolidación de la democracia requiere la participación efectiva de al menos dos instancias fundamentales a todo proceso histórico: el Estado, y la sociedad civil. A través de esta última se realiza la reafirmación del papel que a la ciudadanía corresponde desempeñar en los esfuerzos de construcción de una democracia moderna, donde la libertad y la justicia social sean parte inseparable de esa realidad construida tanto sobre lo político e institucional, como sobre lo económico y social.

Una de las fallas de los sistemas democráticos en algunos países, lo constituye la escasa presencia de la sociedad civil en los asuntos que corresponden a los intereses nacionales, los que permanecen referidos casi exclusivamente a la clase política, con no poca frecuencia más interesada en la conservación del poder y de sus intereses políticos, ideológicos y personales, que en los verdaderos temas y problemas que conciernen al país.

Otra de las carencias que en algunos casos afectan a los sistemas democráticos, consiste en la separación de dos instancias que deben marchar unidas en forma complementaria, y que son el ejercicio político de la democracia, mediante el cumplimiento de los requerimientos del sufragio y el sistema institucional, y la configuración y puesta en práctica de las políticas económicas y sociales.

Hay que reiterar que la legitimidad de la democracia no depende únicamente de la legalidad, aunque sea un aspecto necesario e imprescindible, sino de la complementación de esta con las políticas integrales que atañen a los servicios básicos de la población y a las políticas sociales concernientes. La legitimidad y credibilidad de la democracia está en relación con los beneficios que produce a la población.

De estas situaciones que provienen de la realidad concreta se desprende la importancia de la sociedad civil como la base fundamental de toda razón y acción política y como punto de referencia de los partidos políticos y del Estado mismo.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

Columna del día política sociedad civil archivo

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