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Morir por ser un inmigrante

Se llamaba Mbang Atanga Azehfor, de 23 años, estudiante de Procesamiento de Alimentos en la Universidad de Buea en Camerún, su país de origen. Murió en la frontera de Nicaragua, el 29 de septiembre, día de su cumpleaños, tras un tiroteo donde se vio involucrado, según fuentes policiales.

Mbang viajaba con sus otros tres hermanos en búsqueda del sueño americano. Salieron de Camerún a finales de junio, caminando hasta llegar al país fronterizo de Nigeria, tomando un avión que los llevó a Ecuador, para luego seguir en bus hacia Colombia. Pasaron en bote hacia Panamá y con salvoconductos a Costa Rica. No lograron llegar a Honduras para proseguir su camino, porque en Nicaragua fueron rechazados en la frontera por ser inmigrantes. Los coyotes nicaragüenses les pidieron 500 dólares para continuar de manera “ilegal”. Ellos aceptaron y Mbang murió en nuestro territorio fronterizo, después de tres meses de haber partido de su tierra natal.

Según las declaraciones realizadas por su hermana Azel Maclaire, ahora refugiada en un campo de prófugos en Costa Rica, quien logró salvarse por viajar en otro vehículo, la violencia desatada en Camerún contra las poblaciones anglófonas ha creado una fuga hacia los otros países. De hecho, según fuentes de la Comisión de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en diciembre del 2017, esperaban alrededor de 40,000 refugiados de ese país en Nigeria. Los problemas en Camerún empezaron en octubre del 2016 a raíz de la reivindicación de la población anglófona, que representa el 20 por ciento en relación con el 80 por ciento de la mayoría francófona, de no tener jueces locales de su región. Este hecho desató protestas que agudizaron los problemas entre estas dos fracciones creadas a partir de la independencia de Camerún en 1960. A raíz de esta última crisis, Mbang y sus hermanos, pertenecientes a la población anglófona, perdieron su casa que fue quemada y ellos tuvieron que escapar.

Sabemos muy poco de los migrantes africanos y, sin embargo, sus jóvenes en búsqueda de oportunidades son muy parecidas a nuestros jóvenes, quienes prefieren una muerte física, a una muerte social donde no encuentran otras oportunidades. La mayor parte del movimiento migratorio africano es dentro de su mismo continente. Solo un 20 por ciento busca otras fronteras que se dirige sobre todo a Europa, a través del mar Mediterráneo considerado en el 2017 como el mayor cementerio de migrantes en el mundo, con 2,700 muertos solo en ese año, según cifras de la Organización Internacional para Migrantes (OIM). Es comprensible que se busquen por esto nuevas fronteras y el sueño americano sigue siendo para muchos esta ilusión.

La migración siempre ha existido por ser inherente a la naturaleza humana, no la podemos detener. A mayor control, mayor aumento del peligro, de la violencia y la muerte, por superar los obstáculos en búsqueda de nuevas rutas migratorias, terreno fértil para los traficantes que piden cifras cada vez más altas para estos desplaces. Quien emigra, de hecho, no es el que no tiene nada, sino el que algo aún tiene y que lo deja en el camino por perseguir una vida mejor.

Mary Frinwie Atanga, madre de Mbang y residente en Bélgica, llegó a Nicaragua en diciembre pasado para reclamar los restos de su hijo que le fueron rechazados. Se encuentra ahora bajo condena de prisión por cinco años por ser acusada de tráfico ilegal de migrantes. ¿Tener hijos que escapan de las guerras es ilegal?

Nicaragua, país de migrantes, con historias de guerras y de dolor, condena a una madre en búsqueda de su hijo muerto el día de su cumpleaños.

La autora es doctora en Psicología.

Opinión Inmigrante muerte archivo
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